

Los gatos llevan milenios a nuestro lado y, aun así, seguimos preguntándonos qué opinan de nosotros. La curiosidad por su mente felina ha crecido a la par que su popularidad en hogares de todo el mundo, y hoy contamos con observaciones y estudios que nos ayudan a descifrar su percepción, sus emociones y su forma particular de comunicarse con las personas.
Lejos de los tópicos, la evidencia sugiere que los mininos nos entienden a su manera y se adaptan a nuestra convivencia con un repertorio de señales muy propio. Comprender cómo nos ven, qué sienten y qué esperan y sus características y personalidad es clave para mejorar el vínculo y el bienestar diario de ambos.
De la granja al sofá: el origen del vínculo entre felinos y humanos
La historia compartida arranca cuando los primeros agricultores empezaron a almacenar grano y aparecieron roedores en abundancia; los gatos acudieron atraídos por esa fuente de alimento. Aquel acuerdo informal —tú proteges mis reservas, yo ofrezco refugio— fue el punto de partida de una convivencia que aún hoy conserva rasgos de independencia.
Con el paso de los siglos, su presencia se expandió y se cargó de simbolismo según las culturas, y hoy podemos conocer la diversidad de razas de gatos internacionales. En el Antiguo Egipto alcanzaron estatus sagrado, mientras que en otros lugares oscilaron entre la veneración y el recelo. Sea como fuere, su sitio en nuestras casas es hoy incuestionable.
Para tomar perspectiva: en Estados Unidos conviven con las familias más de ochenta millones de gatos, y en España se registraron cerca de 3,8 millones en 2020. A escala global se calcula que hay casi tres gatos por cada perro, un dato que da idea del peso real del universo felino en la vida humana.

La cultura popular también ha moldeado nuestra imagen del gato a golpe de personajes icónicos como Isidoro, Garfield o Tom. Esos retratos llenos de estereotipos —inteligencia socarrona, debilidad por la comida, pereza adorable— han dejado huella, aunque poco tienen que ver con la complejidad real del comportamiento felino. Si tienes niños, consulta razas de gato para niños si necesitas una opción familiar adecuada.
En lo natural, siguen siendo cazadores solitarios y territoriales, capaces de un afecto intenso pero a su ritmo. De ahí que su convivencia con nosotros combine gestos de cercanía —frotarse, ronronear, sentarse cerca— con momentos en los que reclaman su espacio sin interferencias.
Qué creen y sienten los gatos sobre nosotros (lo que dice la ciencia)
Las observaciones prolongadas de expertos en conducta felina, como John Bradshaw (Universidad de Bristol), apuntan a que los gatos no nos clasifican como los perros. Ellos no cambian su juego con humanos respecto a cómo socializan con otros gatos: levantar la cola, frotarse en nuestras piernas o sentarse a nuestro lado son conductas que usan entre congéneres.
Esto no significa que nos vean literalmente como gatos, ni como jefes o súbditos. Más bien nos tratarían como compañeros sociales no hostiles y grandes, usando su repertorio felino habitual para interactuar con nosotros. Es posible que nos perciban un poco torpes —¿quién no ha tropezado con su gato?—, pero no como inferiores.
Comparados con los perros, los gatos parecen menos sincronizados con las redes sociales humanas. Un trabajo publicado en 2021 en Animal Behavior and Cognition sugiere que, aunque captan señales y emociones, no interpretan nuestras dinámicas sociales con la misma profundidad que los canes.
¿Podemos saber con certeza lo que piensan? Aún faltan estudios en muchos frentes, pero hay evidencias claras: aprenden por experiencia directa qué funciona con cada persona, ajustan su conducta a nuestras reacciones y forman vínculos estables con quienes les proporcionan seguridad y recursos.
Si alguna vez te has sorprendido con tu gato mirándote fijamente —como Sheldon escrutándote desde el sofá—, es fácil pensar que te juzga. A menudo esa mirada es atención, evaluación del contexto o simple espera de la siguiente rutina (comida, juego o siesta), más que una crítica felina a tu último discurso.

Cómo se comunican con nosotros: voz, señales y aprendizaje
Una de las peculiaridades más fascinantes es que los gatos adultos rara vez se maúllan entre sí, pero sí lo hacen con nosotros. El maullido se ha afinado como canal humano-dirigido, una estrategia para obtener atención, abrir puertas, pedir comida o expresar malestar.
La voz humana importa. Investigaciones recientes muestran que reconocen la voz de su tutor y reaccionan distinto a la de un desconocido. Estudios como el de Charlotte de Mouzon (2023) demuestran que los gatos discriminan el habla dirigida a ellos y muestran más interés cuando proviene de su persona de referencia y con tono afectuoso.
También aprenden palabras por asociación. Trabajo de Saito y colaboradores (2019) evidenció que distinguen su nombre de otras palabras; y en casa pueden asociar términos como «comida», «ven» o rutinas con eventos agradables si los repetimos de forma coherente.
Su lenguaje corporal con nosotros incluye frotamientos (marcado con olor), cabezazos, ronroneo, amasar con las patas, parpadeo lento y hasta traer «regalos». Cuando amasan sobre tu regazo reeditan conductas de cachorro ligadas al confort y la seguridad; que lo hagan contigo denota confianza.
Además de la voz, su mundo es eminentemente olfativo y auditivo. Nos identifican por olor, hábitos y sonido antes que por rasgos faciales; ven bien el movimiento y en penumbra, pero su reconocimiento facial no es tan fino como el nuestro.
La rutina les da estabilidad. Si una tarde probaste a ofrecer un premio concreto en tu pausa del café, no te extrañe ver a tu gato a esa misma hora al día siguiente. Las experiencias repetidas moldean expectativas y, cuando se rompen, pueden aparecer señales de estrés o búsqueda insistente de la actividad esperada.
Desde la visión «narrada por el gato», su lista de prioridades diarias es clara: patrullar su territorio, jugar-cazar, descansar y vigilar. Es eficiencia energética, no pereza: duermen mucho para rendir cuando llega la siguiente microaventura (normalmente, obtener comida o atención).
En hogares con visitas frecuentes o cambios, algunos felinos se ponen tensos. Apoyos ambientales como difusores de feromonas pueden ayudar; hay opciones comerciales populares como FELIWAY Optimum, que muchos tutores emplean para generar un entorno más reconfortante.
Y sí, hay mininos con paladar de gourmet. Si un premio específico —por ejemplo, Happy Snack by FELIWAY— les encanta y lo reciben en momentos predecibles, anticiparán con precisión ese ritual. La clave está en que esos refuerzos estén integrados en una rutina saludable y no sean el único recurso de comunicación.

Estrés, convivencia multi-gato y educación amable en casa
Muchos gatos domésticos acumulan estrés sin que sus cuidadores lo perciban. La convivencia tensa entre felinos está detrás de peleas y de gran parte de las visitas veterinarias por heridas. Además, problemas como cistitis idiopática, dermatitis o lipidosis hepática felina pueden verse agravados por el estrés crónico.
Antes de «medicalizar» todo, conviene revisar el estilo de vida social del gato y saber cuándo saber si mi gato tiene fiebre. Separar recursos y crear zonas propias (comedero, arenero, rascador, refugios, alturas) para cada felino reduce la competencia y suele desactivar conflictos. A veces, ubicar a dos gatos incompatibles en áreas opuestas del hogar es media solución.
La idea de «duplicar diversión con dos gatos» no siempre cuaja. Los gatos son sociables hasta cierto punto, y añadir un compañero debe hacerse con cautela, presentaciones graduadas y plan B por si no existe compatibilidad.
En cuanto al aprendizaje, sí se puede enseñar qué no hacer, apostando por técnicas benignas. Los «booby traps» inofensivos —como un juguete con muelle que salta cuando suben a la encimera— disuaden sin asociarte a la corrección. Si se recurre a un pulverizador de agua, mejor que el gato no te relacione con esa molestia: los felinos tienen buena memoria y tienden a evitar a quien les genera ansiedad.
Cuando un gato maúlla desde otra habitación, a menudo está aplicando lo que aprendió: emitir una vocalización concreta provoca tu aparición. Son muy finos identificando qué produce un resultado con cada miembro de la familia (sí, algunos saben quién se levanta a las 4:00 a dar un premio).
La relación con visitantes es otro mundo. Entrar en su territorio puede ser abrumador para ciertos gatos; ofrecer escondites altos, rutas de escape y no forzar el contacto minimiza el mal trago. La meta no es que «amen» a los huéspedes, sino que se sientan seguros mientras están en casa.
Sobre el «lenguaje de bebé» que usamos con ellos: tonos suaves, repetitivos y afectuosos captan mejor su atención. El habla dirigida a mascotas funciona porque transmite calma y refuerza el vínculo, más allá del significado literal de las palabras.
Mirada, cola y orejas hablan. Un parpadeo lento, la cola en alto con puntita curvada y orejas relajadas indican confort; pupilas muy dilatadas, cola golpeando rápido o orejas planas pueden avisar de excitación, miedo o irritación. Leer estas señales evita malentendidos y mordiscos.
Pequeño «FAQ» express con dudas recurrentes: respuestas basadas en estudios y observación para el día a día con tu felino.
- ¿Nos reconocen por la cara? No especialmente; se apoyan sobre todo en olor, voz y rutinas para identificar a sus personas.
- ¿Por qué maúllan más a humanos? Es una vocalización adaptada casi en exclusiva para comunicarse con nosotros y conseguir objetivos concretos.
- ¿Pueden sentir nuestras emociones? Sí, muchos ajustan su conducta a nuestro estado emocional y a las señales del contexto.
- ¿Forman apego seguro? Investigaciones con pruebas de apego indican que numerosos gatos establecen vínculos estables y confiados con sus cuidadores.
- ¿Por qué me sigue por la casa? Apego, curiosidad y necesidad de mantener contacto social con su figura de referencia.
- ¿Qué influye en su personalidad? Genética, experiencias tempranas, entorno y calidad del vínculo humano.

Si tu meta es mejorar la comunicación, céntrate en constancia, tono y refuerzo positivo. Usa su nombre en contextos agradables, repite palabras clave asociadas a acciones (comida, juego, ven), observa su cuerpo para ajustar el momento y recompensa la respuesta con caricias o premios, sin abusos.
Algo tan simple como parpadear lentamente cuando te mira puede ser un puente emocional. Ese «beso de gato» comunica que no hay amenaza y favorece que el felino se relaje contigo; muchos devolverán el gesto, otras veces bastará con que permanezcan tranquilos a tu lado.
Los «regalos» (presas o juguetes) no siempre son ofrendas en sentido humano; pueden ser fruto del instinto de caza y del deseo de compartir actividad. Reorienta esa energía hacia el juego estructurado con cañas o juguetes que simulen presas, y ofrece rascadores robustos para canalizar marcaje y estiramientos.
Nadie conoce a tu gato como tú, pero recordar que es un animal con necesidades felinas —control del territorio, previsibilidad, elección y refugio— ayuda a entender muchas de sus decisiones. Desde esa perspectiva empática, lo que piensan de nosotros suele ser positivo: aliados que proveen seguridad, recursos y compañía, aunque a veces caminemos torpemente por su reino.
Mirados en conjunto, los datos dibujan un retrato coherente: los gatos nos integran en su mundo social usando códigos felinos (frotarse, cola en alto, amasar), se comunican con herramientas que afinan con la experiencia (maullidos para humanos, reconocimiento de voz y nombre), aprenden de nuestras reacciones, se estresan si su rutina se descompone y agradecen un entorno estructurado y respetuoso con su naturaleza; cuando atendemos esas claves, florece un vínculo sereno y profundo que hace justicia a lo que sienten y piensan de nosotros.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/que-piensan-los-gatos-de-nosotros-ciencia-lenguaje-y-vinculo/
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