

Se suele decir que cuando Argentina estornuda, Uruguay se enferma. Y en los últimos meses, la economía y la política del vecino país han estado estornudando con más intensidad. ¿Qué pasará en la economía uruguaya?
Durante los meses de julio y agosto de 2025, la economía argentina registró una presión cambiaria significativa, caracterizada por un fuerte incremento en la cotización del dólar estadounidense frente al peso local. Este movimiento generó una devaluación de la moneda nacional, la más pronunciada desde el inicio de la administración actual.
El fenómeno ocurrió en un contexto marcado por una reducida oferta de divisas y una demanda sostenida, factores que tensionaron el tipo de cambio. Paralelamente, se observó una disminución en los ingresos por exportaciones clave, lo cual limitó la entrada de dólares al país.
La respuesta del gobierno se orientó hacia la acumulación de reservas internacionales, una estrategia alineada con los compromisos asumidos con organismos internacionales de crédito. Esta política implicó una mayor emisión de pesos para intervenir en el mercado, una medida que, si bien buscaba contener el alza, contribuyó a amplificar las presiones inflacionarias. La volatilidad resultante alcanzó niveles históricos, con el peso tocando mínimos sin precedentes antes de experimentar una recuperación parcial hacia finales de julio.
No hay que olvidarse de que una de las banderas del libertarismo ultra ortodoxo de Milei prohíbe, al menos filosóficamente, la emisión de dinero, lo cual entiende que potencia la inflación. Es ampliamente discutido si esto es fáctico o si es solo una interpretación para sostener una mera narrativa libertaria, pero es una discusión en paralelo.
El escenario se enmarca dentro de un plan económico más amplio que prioriza el ajuste fiscal. Este enfoque ha logrado reducir el déficit primario pero simultáneamente ha generado una contracción en varios sectores productivos no vinculados al agro. La recuperación económica posterior a la recesión de 2024 se muestra, por tanto, desigual y sujeta a una frágil estabilidad macroeconómica, altamente dependiente de los precios internacionales de las materias primas.
Milei asediado por las derrotas y la corrupción
La situación monetaria se desenvolvió en paralelo a una creciente crisis política para el ejecutivo nacional. La pérdida de poderes legislativos especiales a mediados de año dejó al gobierno en una posición de vulnerabilidad frente a una oposición reorganizada.
Y es que desde que asumió el poder, el gobierno de Javier Milei ha chocado una y otra vez con la realidad del Congreso. Pero el año 2025 se ha convertido, sin duda, en su año más difícil. Una seguidilla de derrotas parlamentarias ha dejado al descubierto una cruda realidad: su agenda de ajuste y reformas está prácticamente paralizada.
La estadística es elocuente y pinta un panorama de desgaste acelerado. De las 34 votaciones legislativas que su gobierno enfrentó hasta agosto, el oficialismo arrasó en 15 de las 17 que se realizaron hasta marzo. Sin embargo, el panorama dio un vuelco brutal a partir de abril: perdió estrepitosamente 16 de las 17 que le siguieron. Lo más alarmante para La Libertad Avanza (LLA) es que este terremoto político ocurrió sin que cambiara un ápice la composición del Congreso. La causa, señalan las fuentes, hay que buscarla en una serie de errores estratégicos de cálculo y en unas tensiones internas dentro de la coalición oficialista y con sus aliados externos que se han vuelto insostenibles.
Consecuencias para la economía uruguaya
Los mercados financieros reaccionaron con nerviosismo a estos desarrollos. Tras un significativo resultado electoral adverso a inicios de septiembre, los índices bursátiles locales y los precios de los bonos soberanos experimentaron una de sus caídas más abruptas en años. Este episodio demostró la alta sensibilidad de los inversores a la coyuntura política local y la rapidez con que se transmite el riesgo país a los activos financieros.
La economía uruguaya, por su integración estructural con Argentina, comenzó a absorber los efectos de la turbulencia. El sector más inmediatamente impactado fue el turismo, el cual depende en forma crucial de los visitantes argentinos.
La devaluación del peso redujo drásticamente el poder adquisitivo de los potenciales turistas, encareciendo los viajes al exterior. Impuestos específicos sobre gastos en el extranjero decretados por Argentina profundizaron este efecto disuasorio.
Esta dinámica invirtió temporalmente una tendencia previa de recuperación del flujo turístico, beneficiando a destinos alternativos en la región. Los datos oficiales argentinos ya reflejaban un aumento récord en el gasto por turismo emisivo, un ítem que contribuyó a ampliar el déficit en la cuenta de servicios. Se anticipa que la devaluación corrige este flujo de divisas, pero a expensas de una menor afluencia de personas hacia países vecinos.
En el ámbito comercial, los bienes y servicios argentinos se volvieron más competitivos internacionalmente debido al abaratamiento cambiario. Esto introduce un desafío para los productores uruguayos, que deben competir con importaciones a menor precio tanto en el mercado interno como en terceros países. Además, las restricciones a la importación decretadas por Argentina ya venían afectando las ventas externas de la industria manufacturera uruguaya, un sector con un peso significativo en la generación de empleo.
El flujo de capitales y las perspectivas a vigilar a mediano plazo
La inestabilidad también se trasladó a los flujos de capital e inversión. Si bien las inversiones argentinas en sectores como la agricultura o los bienes raíces en Uruguay presentan un perfil de más largo plazo y menor sensibilidad, la incertidumbre podría enfriar nuevos proyectos. La potencial fuga de capitales desde Argentina hacia destinos considerados más seguros es un factor que los analistas monitorizan, aunque controles cambiarios podrían limitar su magnitud.
Las proyecciones de crecimiento para Uruguay fueron ajustadas a la baja por varias entidades, citando un consumo privado débil y un contexto regional adverso como factores clave. Si bien la economía local ha demostrado resiliencia en crisis pasadas, la dependencia de la evolución argentina representa un riesgo externo constante. La volatilidad en los mercados bursátiles y de deuda argentinos posee el potencial de contagiar a los mercados uruguayos, aunque en una magnitud atenuada.
¿Y el impacto en Uruguay?
Por ahora, la economía uruguaya, más independiente y global que antaño, respira en una tensa calma, pero además, los mercados del otro lado del Río de la Plata no han volado por los aires, como sucedió en otros momentos de este siglo.
Según analistas, Uruguay ha mitigado los efectos negativos gracias a su estabilidad institucional y crecimiento económico saludable y sostenido, y una tasa de inflación interanual en Uruguay descendió al 4,20% en agosto de 2025. El encarecimiento del dólar en Argentina ha reducido el desvío de consumo uruguayo hacia Argentina y favorecido el turismo interno, con un balance turístico “empatado” por primera vez en 2025.
La disparidad cambiaria con Argentina ha mejorado, pero persisten desafíos con Brasil, afectando exportaciones uruguayas. O sea que, a pesar de todo, el balance puede ser halagüeño, o como mínimo, no tan negativo como pudo haber sido en otros momentos de la historia.
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