

La monarquía suma una nueva pieza a su iconografía: un retrato conjunto de Felipe VI y la reina Letizia que rescata la solemnidad de la gran pintura de corte. La obra, firmada por el sevillano Alberto Rubio, no llega como encargo institucional, pero ha generado un interés poco habitual en torno a este género.
El lienzo se ha dado a conocer en primicia en prensa especializada y ha despertado un debate que va más allá de lo estético: ¿vuelve la tradición pictórica a la representación de los Reyes en una época dominada por la fotografía oficial?
Una obra inédita y su contexto

Alberto Rubio presenta el primer retrato pictórico conocido que muestra juntos a Felipe VI y Letizia como soberanos. Hasta ahora, las imágenes institucionales más reconocidas eran posados separados o series fotográficas, por lo que la pintura conjunta supone una novedad.
Se trata de un óleo sobre tabla de 120 x 70 centímetros concebido para subrayar la dignidad del cargo y la unidad del tándem regio. Aunque la pieza carece de carácter oficial, su puesta de largo ha sido en primicia en Vanitatis, y otros medios culturales han recogido detalles del proceso y el resultado.
Este movimiento dialoga con lo que se ha visto en otras casas reales europeas, más constantes en su vinculación con la pintura de representación. En España, la memoria reciente está dominada por trabajos fotográficos como los de Estela de Castro o proyectos artísticos destacados, con lo que esta obra añade un capítulo pictórico a ese relato.
Inspiración y enfoque artístico

El autor reconoce que el impulso creativo procede de sus constantes visitas al Museo del Prado y al Palacio Real. Allí, frente a la obra de Velázquez o Carreño de Miranda, asentó la idea de un retrato hierático y sobrio que remitiera a la corte del siglo XVII.
Rubio no solo busca reflejar una apariencia, sino representar la institución a través de sus símbolos. De su trayectoria en el arte sacro hereda el gusto por las iconografías solemnes y la atención al detalle, una línea que aquí actualiza con una técnica de realismo muy depurada.
El proyecto llega en un momento de cambio profesional del artista, que dejó su labor de gestor cultural para centrarse en el taller. Según afirma, la técnica se le ha afinado y el realismo se ha hecho más convincente, algo que buscaba plasmar en esta composición frontal y solemne.
Vestuario, joyas y simbolismo

El monarca aparece con traje de gala y el Gran Collar del Toisón de Oro, emblema de tradición dinástica. En paralelo, la reina Letizia luce el diseño azul de The 2nd Skin Co. que vistió en la visita de Estado a Países Bajos, acompañado por la tiara rusa y piezas del lote conocido como joyas de pasar.
El peso simbólico de estas elecciones es evidente: las condecoraciones y las tiaras hablan de continuidad histórica y de una representación que supera al individuo para subrayar el papel institucional. En el caso de la Reina, los pendientes tipo chatón y la tiara refuerzan esa lectura.
- Felipe VI: gala, Toisón de Oro y posado frontal de autoridad.
- Letizia: vestido azul de su visita de Estado a Países Bajos, tiara rusa y joyas de pasar.
- Tono general: composición hierática, mirada directa y atmósfera de corte clásica.
El autor admite que, mientras en el Rey no hay misterio iconográfico, con la Reina quiso jugar con vestuario y joyas para alcanzar un lenguaje propio, sin replicar una imagen oficial concreta.
El proceso: bocetos, miradas y retoques

El cuadro no parte de una fotografía única. Los primeros apuntes aludían a la conocida imagen de Letizia con vestido rosa, pero la composición final sitúa a ambos de frente para generar una presencia atemporal.
El tiempo invertido ronda el año de trabajo, con correcciones reiteradas en zonas clave. La mirada de la Reina fue el mayor desafío: el pintor la borró y rehízo hasta alcanzar esa mezcla de firmeza y calma que quería transmitir.
También hubo retoques en la anatomía, incluida la mano izquierda de doña Letizia, reconstruida cuando el cuadro ya estaba muy avanzado para lograr coherencia con el nuevo vestido y la luz del conjunto.
Durante el proceso, Rubio compartió avances en redes sociales, donde ha sumado una comunidad fiel. Su proyección digital ha acompañado la evolución del retrato, generando conversación antes incluso de que la obra estuviera terminada.
Recepción pública y próximos pasos

La pieza no es un encargo oficial, pero su impacto mediático ha sido inmediato. La discusión se ha centrado en la lectura simbólica del vestuario y las joyas, así como en la expresión de la Reina, que muchos identifican como el eje emocional del cuadro.
El pintor ha remitido una carta al Palacio de la Zarzuela con fotografías y detalles técnicos, a la espera de respuesta. No descarta que la obra pueda interesar a alguna institución, aunque su prioridad es mostrarla en un espacio donde el público pueda verla.
Según explica, han llegado ofertas de particulares para adquirir el cuadro, pero por ahora no contempla la venta como objetivo inmediato. Valora, incluso, la posibilidad de presentarlo ante los Reyes si surge la ocasión.
Mirando al futuro, el autor reconoce que le ilusionaría retratar a la princesa Leonor llegado el momento, especialmente cuando la heredera luzca sus primeras piezas de alta representación, para mantener el mismo lenguaje simbólico que en el retrato de sus padres.
Con este trabajo, Alberto Rubio firma una escena que combina técnica, iconografía y carácter institucional. El resultado devuelve a la pintura un papel protagonista en la representación de los Reyes y abre la puerta a nuevas lecturas sobre cómo quiere mostrarse la Corona en el siglo XXI.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/el-retrato-conjunto-de-felipe-vi-y-letizia-que-revive-la-pintura-cortesana/
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