

Hace cinco años, en 2019, durante un vuelo de Colombia hacia Costa Rica, Silvio López Ferro, propietario y director del Laberinto Mil Caminos, hojeaba una revista cuando se topó con la reseña de un laberinto en la Patagonia argentina. Aquellas páginas despertaron en él una chispa: el deseo de construir un laberinto propio en el corazón del Quindío, entre los municipios de Filandia, Montenegro y Circasia.
Al regresar a Colombia, ese sueño se transformó en propósito. Durante dos años buscó con paciencia el terreno ideal y, después, dedicó dos años y medio al diseño, la siembra, el crecimiento de los árboles y el paisajismo. En este proceso fue fundamental el apoyo invaluable de su esposa, Blanca Victoria Granados, de su hija Camila López, y de muchos otros aliados que, con su entrega, hicieron posible que el sueño se materializara en una realidad viva.
El resultado es un espacio único: un majestuoso laberinto trazado con árboles nativos de copper foil o “hoja de cobre”, que alcanzan los dos metros de altura y conforman con su follaje los muros verdes del recorrido.
Con 3,5 kilómetros de senderos y una extensión de 8.300 metros cuadrados, este laberinto se erige como el más grande de toda Latinoamérica. Pero más que un lugar de juego o contemplación, es un símbolo profundo: un recordatorio de que los sueños, cuando se siembran con amor y perseverancia, también crecen, se ramifican y se entrelazan con la naturaleza y la cultura de esta tierra quindiana.
Los laberintos han acompañado a la humanidad durante miles de años, y su simbolismo ha evolucionado a través de culturas, épocas y saberes. Desde la antigüedad han representado misterio, búsqueda, transformación y crecimiento interior. Han sido escenarios de mitos, obras literarias, reflexiones espirituales, investigaciones científicas y experiencias educativas.
Mitología.
El laberinto más célebre nace en la mitología griega: el Laberinto de Creta, diseñado por Dédalo para encerrar al temido Minotauro, criatura mitad hombre y mitad toro. Su complejidad era tal que nadie podía salir una vez adentro. Fue Teseo, con la ayuda del hilo de Ariadna, quien logró vencer a la bestia y encontrar la salida.
En este contexto, el laberinto simboliza confusión, peligro y miedo, pero también ingenio, valentía y superación.
Otras culturas, como la nórdica y la egipcia, también evocaron estructuras laberínticas que representaban el viaje del alma, el tránsito hacia el más allá o la búsqueda de la sabiduría.
Literatura.
En la literatura, el laberinto se convierte en una poderosa metáfora del caos, la lucha interna o el camino hacia el conocimiento.
Un ejemplo magistral es “El jardín de los senderos que se bifurcan” de Jorge Luis Borges, donde el laberinto no es solo un espacio físico, sino también un entramado narrativo en el que tiempo y decisiones se multiplican al infinito.
Desde “Fausto” de Goethe hasta “El resplandor” de Stephen King, el laberinto aparece como símbolo de locura, misterio y confrontación con lo desconocido. Gabriel García Márquez también lo utiliza en “El general en su laberinto” como reflejo de la complejidad de la mente y de la vida misma.
Espiritualidad y crecimiento personal.
En el ámbito espiritual, los laberintos son herramientas de introspección y meditación. El Laberinto de Chartres, en la catedral francesa del mismo nombre, guiaba a los peregrinos en un recorrido simbólico hacia el centro: el encuentro con el propio yo, para luego regresar al mundo con una renovada comprensión.
Hoy en día, caminar un laberinto es una práctica frecuente en el bienestar emocional y espiritual: metáfora del viaje de la vida, con giros inesperados, momentos de incertidumbre y claridad al llegar al centro.
Psicología.
La psicología también ha visto en el laberinto un espejo de los procesos internos. Representa emociones enredadas, recuerdos, traumas o pensamientos repetitivos. Carl Jung lo incluyó dentro de los arquetipos del inconsciente colectivo, como símbolo del viaje hacia las sombras de la psique y la posterior integración.
Arte y arquitectura.
Desde la antigüedad, los laberintos se plasmaron en templos, palacios y catedrales como símbolos de lo sagrado y de la peregrinación espiritual.
En el arte moderno y contemporáneo, evocan alienación, búsqueda de sentido y crítica social. Muchos artistas han creado instalaciones laberínticas para invitar a los visitantes a experimentar espacio, tiempo y conciencia de manera interactiva.
Ciencia y matemáticas.
Los laberintos han sido objeto de estudio en matemáticas, especialmente en la teoría de grafos, donde resolverlos implica encontrar caminos enredados entre nodos, con aplicaciones en informática y algoritmos.
En biología y psicología experimental, los famosos laberintos de ratas han permitido estudiar memoria, aprendizaje y comportamiento animal.
Educación y formación.
El laberinto es una metáfora viva de la toma de decisiones y sus consecuencias. En la educación escolar y en la formación empresarial se utiliza como ejercicio lúdico y pedagógico para fortalecer habilidades como el liderazgo, el trabajo en equipo, la creatividad, la toma de decisiones bajo presión y la capacidad de enfrentar lo desconocido. Cada vez más, empresas de todo el mundo lo integran en programas de desarrollo humano.
El Laberinto Mil Caminos: una experiencia única en Quindío.
En el corazón del Quindío, rodeado de montañas, cafetales y aire puro, nace el Laberinto Mil Caminos, un espacio diseñado para que vivas en primera persona la magia y los simbolismos de los laberintos. Aquí no solo recorres un sendero físico: te enfrentas a un viaje interior, a tus decisiones, a tus silencios y a tu capacidad de asombro.
Valor de ingreso: $40.000 (niños menores de 4 años entran gratis).
Ubicación: Vereda Morelia Alta, kilómetro 6, Quimbaya (Quindío). A solo 20 minutos de Filandia, Quimbaya y Montenegro.
Duración de la experiencia: entre 2 y 3 horas (o todo el día si lo deseas).
Instalaciones: parqueadero para 100 vehículos, lockers, cafetería con bebidas frías y calientes, mirador panorámico y áreas de picnic.
Naturaleza y paisajismo: más de 35 especies de árboles frutales, flores, aves, ardillas y guatines. Senderos inspirados en la cultura Quimbaya y vistas espectaculares de la cordillera central, donde en días despejados se alcanzan a ver los nevados.
Mejores rutas de acceso.
Recomendamos llegar primero a Quimbaya (ingresando en Waze o Google Maps “Quimbaya”), por cualquiera de estas rutas:
Pereira – Alcalá – Quimbaya
Pereira – Filandia – Quimbaya
Armenia – Montenegro – Quimbaya
Si vienes desde Cali o Ibagué, la mejor opción es La Tebaida – Montenegro – Quimbaya.
Desde Quimbaya, ingresa “Laberinto Mil Caminos” en Waze o Google Maps y sigue la vía Trocaderos. Te sugerimos guiarte también por los avisos que hemos colocado en carretera, pues las aplicaciones a veces desvían por trochas poco transitables.
Recomendaciones para tu visita.
- Usa ropa y calzado cómodos.
- Lleva protector solar y repelente.
- Disfruta con tus mascotas (son bienvenidas).
- No se permite ingresar alimentos (el parque cuenta con cafetería).
- Horario: martes a domingo y lunes festivos, de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. (en temporada alta, todos los días).
Más que un laberinto.
En el Laberinto Mil Caminos escucharás únicamente los sonidos de la naturaleza. Te encontrarás con bancas para contemplar, espacios para leer, áreas de picnic y rincones diseñados para conectarte contigo mismo y con la vida. Aquí, cada visita se transforma en una experiencia irrepetible: el mismo camino, pero con sentidos renovados. Te invitamos a vivir la experiencia del Laberinto Mil Caminos, donde naturaleza, cultura y espiritualidad se entrelazan en un viaje inolvidable.
Adentrarse en el Laberinto Mil Caminos es mucho más que recorrer un diseño de senderos; es vivir una experiencia donde cada paso se convierte en descubrimiento y cada giro en una invitación a mirar la vida con nuevos ojos. Aquí, entre los verdes ondulados del Quindío y el horizonte majestuoso de la cordillera, la naturaleza susurra historias de silencio, de calma y de encuentro interior.
El visitante no solo se pierde entre caminos, sino que se encuentra con la esencia misma del lugar: con el aroma de los árboles frutales, con la danza de las flores y con la compañía de aves y pequeñas criaturas que hacen de este espacio un refugio vivo. Cada rincón guarda la promesa de una pausa, de un respiro profundo y de un instante de conexión con lo esencial.
El Laberinto Mil Caminos no es solo un atractivo turístico, es un llamado a detener el reloj, a compartir con quienes amamos y a dejarse sorprender por la magia de lo inesperado. Aquí comprenderás que perderse puede ser, en realidad, la mejor forma de encontrarse.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.” Salmos 19:1-2

