

CUANDO LA “BUENA VIBRA” SE CONVIERTE EN UNA CARGA.
El pensamiento positivo es una herramienta poderosa para enfrentar la vida con esperanza y resiliencia. sin embargo, cuando se transforma en una imposición rígida, ignorando emociones legítimas como la tristeza, la ira o el miedo, puede convertirse en un fenómeno dañino conocido como positivismo tóxico.
¿Qué es el positivismo tóxico?
El positivismo tóxico es la tendencia a forzar una actitud de optimismo extremo, negando o suprimiendo cualquier emoción considerada “negativa”. se manifiesta en frases, conductas y actitudes que buscan minimizar el dolor ajeno o propio, bajo la creencia de que siempre hay que estar bien y pensar en lo positivo.
Causas del positivismo tóxico.
- Presión social y cultural: en la era de las redes sociales se ha idealizado la “vida perfecta”, obligando a aparentar bienestar constante.
- Miedo al dolor: muchas personas utilizan el positivismo como un mecanismo de defensa para no enfrentar emociones incómodas.
- Modelos de crianza y creencias aprendidas: frases como “no llores” o “sé fuerte” inculcan la idea de que expresar vulnerabilidad es sinónimo de debilidad.
- Confusión con resiliencia: se cree erróneamente que ser resiliente significa ignorar lo malo, cuando en realidad implica afrontarlo de manera consciente.
Consecuencias del positivismo tóxico.
- Represión emocional: negar sentimientos puede acumular estrés y ansiedad.
- Culpa y frustración: quien no logra “ser positivo” puede sentirse inadecuado.
- Superficialidad en las relaciones: se invalidan las emociones propias y ajenas, debilitando la empatía.
- Impacto en la salud mental: puede contribuir a depresión, trastornos de ansiedad o somatización física.
Frases típicas de positivismo tóxico.
“no piensas en eso, sé feliz.”
“todo pasa por algo, así que sonríe.”
“las cosas siempre podrían estar peor.”
“prohíbe los pensamientos negativos.”
“no estés triste, agradece lo que tienes.”
“A mí me sucedió algo peor, y yo pude con eso”
aunque parecen inofensivas, estas frases invisibilizan la experiencia emocional real de una persona.
Medidas de afrontamiento para salir del positivismo tóxico.
- Validar las emociones: reconocer que está bien sentirse triste, enojado o frustrado. las emociones no son enemigas, son guías.
- Practicar la escucha empática: en lugar de imponer frases positivas, acompañar con presencia y comprensión.
- Aceptar la dualidad de la vida: la felicidad no excluye el dolor; ambas coexisten y aportan aprendizaje.
- Promover el positivismo realista: ser optimista sin negar la dificultad, manteniendo la esperanza con los pies en la tierra.
- Buscar ayuda profesional: terapia psicológica puede ayudar a identificar patrones de autoexigencia emocional y transformarlos en autocuidado.
- Cultivar el lenguaje consciente: en vez de decir “no llores, todo estará bien”, optar por: “entiendo tu dolor, estoy aquí para ti.”
el positivismo deja de ser una herramienta de crecimiento cuando se vuelve una prisión emocional. la verdadera fortaleza no está en sonreír siempre, sino en permitirse sentir, sanar y seguir adelante con autenticidad. reconocer la tristeza, el enojo o la vulnerabilidad no nos hace débiles, nos hace humanos.
Efectos nocivos para la salud mental del positivismo tóxico.
- Ansiedad crónica: al evitar emociones legítimas, se acumula tensión interna.
- Depresión encubierta: la represión constante de la tristeza puede derivar en estados depresivos.
- Estrés emocional: fingir estar bien exige un gasto energético constante que agota la mente.
- Sensación de soledad: la invalidación emocional crea distancia con los demás y dificulta relaciones auténticas.
- Baja autoestima: al no poder sostener la máscara de optimismo, aparece la idea de “no soy suficiente”.
- Somatización física: dolores de cabeza, tensión muscular, problemas digestivos o insomnio pueden surgir como reflejo del malestar reprimido.
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”
Marcos 12:30-31
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Dra. Elizabeth Rondón.
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