

UN CAMINO PSICOLÓGICO Y ESPIRITUAL HACIA LA LIBERTAD INTERIOR.
El perdón es una de las experiencias humanas más profundas y transformadoras. A menudo se concibe como un regalo que ofrecemos a los demás, pero en realidad es un acto de amor y liberación hacia nosotros mismos. Perdonar no significa justificar, olvidar o minimizar la ofensa recibida; más bien implica soltar la carga emocional que nos ata al dolor, para recuperar nuestra paz interior y abrir espacio a la sanación.
Causas de la dificultad para perdonar
Existen múltiples razones por las que perdonar puede convertirse en un reto:
- Heridas emocionales profundas: El daño causado toca la dignidad, el amor propio o la confianza, generando sentimientos intensos de rabia, resentimiento o tristeza.
- Ego herido: El orgullo puede impedir reconocer la vulnerabilidad y bloquear la apertura hacia el perdón.
- Creencias culturales o familiares: Algunas tradiciones equiparan el perdón con debilidad, lo que dificulta practicarlo.
- Falta de recursos emocionales: Cuando no se han desarrollado herramientas de regulación emocional, el dolor tiende a convertirse en resentimiento acumulado.
Consecuencias de no perdonar:
Negarse a perdonar tiene efectos negativos en diferentes dimensiones de la vida:
- Psicológicas: Ansiedad, depresión, pensamientos recurrentes, baja autoestima y dificultad para establecer relaciones saludables.
- Fisiológicas: Aumento del estrés, alteraciones en el sueño, hipertensión y desgaste del sistema inmunológico.
- Espirituales: Sensación de vacío, desconexión con la trascendencia, pérdida de sentido y dificultad para experimentar paz interior.
En cambio, quienes logran perdonar reportan mayor bienestar emocional, alivio físico, relaciones más armónicas y un sentido renovado de propósito.
El perdón desde la perspectiva psicológica
La psicología entiende el perdón como un proceso interno de transformación emocional y cognitiva. Entre las estrategias más relevantes están:
- Reconocer el dolor: Validar la herida sin negarla ni minimizarla.
- Expresar las emociones: A través de la escritura terapéutica, la conversación con un profesional o el arte, dar salida a lo reprimido.
- Reestructuración cognitiva: Cambiar la narrativa del hecho, entendiendo que el acto dañino dice más de quien lo cometió que de la propia víctima.
- Empatía controlada: Sin justificar el daño, tratar de comprender los contextos que llevaron al otro a actuar así.
- Práctica de la autocompasión: Aceptarse como humano, imperfecto, y merecedor de sanar.
El perdón desde la espiritualidad
En la dimensión espiritual, el perdón trasciende lo psicológico porque conecta con lo sagrado y lo trascendente:
- Liberación del alma: El perdón rompe cadenas invisibles que atan al rencor y restituye la paz interior.
- Práctica de la fe: Tradiciones religiosas coinciden en que perdonar es reflejo de la misericordia divina y un acto de humildad.
- Reconciliación con la vida: Al perdonar se abre la puerta a nuevas oportunidades de amor, gratitud y sentido.
- Oración y meditación: Son caminos efectivos para entregar el dolor a una fuerza superior y pedir fortaleza para dejar ir.
Medidas de afrontamiento.
Para quienes buscan cultivar el perdón en su vida, estas acciones pueden ser de ayuda:
- Practicar el autoanálisis: Preguntarse qué emociones persisten y qué se necesita soltar.
- Buscar apoyo profesional: La terapia psicológica aporta herramientas concretas para trabajar heridas emocionales.
- Cultivar la espiritualidad: A través de la oración, la meditación o la conexión con la naturaleza, abrir un espacio de trascendencia.
- Escribir una carta de perdón: Aunque no se entregue, sirve como acto simbólico de liberación.
- Pequeños actos de bondad: Generar acciones positivas hacia los demás refuerza la capacidad de soltar resentimientos.
El perdón no es un acto único ni inmediato, sino un proceso que requiere tiempo, conciencia y decisión. Desde la psicología, ayuda a sanar la mente y las emociones; desde la espiritualidad, abre caminos de paz y reconciliación con el alma. En ambos casos, se trata de una llave liberadora que nos permite dejar de ser prisioneros del pasado y abrazar un presente más pleno, donde el amor y la compasión sean las bases de una vida en equilibrio.
Perdonar no es lo mismo que aguantar callado ni convertirse en un mártir del dolor ajeno. No significa negar lo que pasó, ni dejar que otros te lastimen una y otra vez. Tampoco implica justificar el daño.
Desde una perspectiva espiritual y también psicológica:
- Perdonar es soltar la carga, liberar el corazón del rencor que envenena por dentro.
- No es olvidar ni negar, sino reconocer el daño y elegir no seguir atado a él.
- No es debilidad, sino un acto de libertad: dejo de ser prisionero del resentimiento.
- No es reconciliación obligada: puedes perdonar sin volver a permitir que esa persona te hiera.
- Es autocuidado espiritual: al perdonar, eliges paz para ti, no impunidad para el otro.
- Poner la otra mejilla no significa callar frente a la injusticia, sino romper el círculo de la violencia con una respuesta diferente: sin odio, sin venganza, pero con dignidad.
El perdón verdadero sana al que lo otorga, pero nunca debe confundirse con sumisión ni aguante silencioso. Se puede perdonar y a la vez poner límites claros, protegerse y elegir un camino de paz.
La expresión que aparece en el evangelio de Mateo 18:21-22, cuando Pedro le pregunta a Jesús:
“Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le dijo: “No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.”
No es un número matemático (490 veces), sino una forma judía de hablar en aquella época que simboliza algo ilimitado, sin medida.
Jesús estaba enseñando que el perdón no debe llevar un registro ni tener un límite: “ya te perdoné 5 veces, a la sexta no más”.
Se trata de una actitud constante del corazón: vivir en disposición a soltar la ofensa y no dejar que el resentimiento gobierne la vida.
Espiritualmente:
- Perdonar setenta veces siete significa aprender a vivir libre de cadenas interiores, sin acumular rencor.
- El perdón no borra la justicia (cada persona carga con sus actos), pero sí evita que la herida se convierta en veneno en tu alma.
- Es un llamado a reflejar el amor y la gracia de Dios, que nos perdona una y otra vez.
Jesús no hablaba de aguantar abusos indefinidamente, sino de liberar el corazón de la venganza tantas veces como sea necesario para caminar en paz.
El perdón verdadero no es sumisión, es liberación. Quien perdona no se hace pequeño, se hace libre. Y quien pone límites, honra la dignidad que Dios le dio.
«Perdonar setenta veces siete es liberar mi corazón sin dejar de proteger mi vida. Suelto el rencor, pero no entrego mi dignidad.»
«Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» Efesios 4:32 (RVR1960):
Si necesitas apoyo psicológico especializado virtual individual o terapia de pareja, comunícate conmigo.
Dra. Elizabeth Rondón.
Tlf. +583165270022
Correo electrónico: Elizabethrondon1711@gmail.com
