

CUANDO LA RESIGNACIÓN SE CONVIERTE EN ESTILO DE VIDA.
La indefensión aprendida es un fenómeno psicológico que afecta profundamente la manera en que una persona interpreta y responde a las dificultades de la vida. Se manifiesta como una sensación de impotencia crónica ante los problemas, donde la persona cree que no puede cambiar su situación, aunque tenga los recursos para hacerlo. Comprender sus causas, consecuencias y formas de afrontamiento es clave para superarla y recuperar el control personal.
La indefensión aprendida se define como el estado psicológico en el que una persona, tras experimentar repetidamente fracasos o situaciones adversas fuera de su control, aprende a creer que no importa lo que haga, nunca podrá cambiar los resultados. Esta percepción lleva a la pasividad, la resignación y la falta de iniciativa.
Causas.
- Experiencias repetidas de fracaso o impotencia:
- Personas que intentaron resolver un problema en múltiples ocasiones sin éxito.
- Ambientes donde sus esfuerzos no son valorados ni reconocidos.
- Modelos de crianza y educación: Crianza excesivamente autoritaria, con mensajes como “tú no puedes”.
- Escenarios donde los niños no desarrollan confianza en sus capacidades.
Factores sociales y culturales:
- Contextos de pobreza o exclusión social que perpetúan la sensación de que el esfuerzo no cambia nada.
- Discriminación o desigualdad estructural.
Factores emocionales:
- Historia de maltrato físico, psicológico o laboral.
- Relaciones tóxicas que refuerzan la idea de incapacidad.
Consecuencias en la cotidianidad.
En la vida personal:
- Desmotivación para emprender nuevos proyectos.
- Pérdida de interés en hobbies, metas o sueños.
- Conformismo con situaciones dañinas o poco saludables.
En lo laboral o académico:
- Baja productividad.
- Miedo a proponer ideas o innovar.
- Evitación de responsabilidades por temor al fracaso.
En las relaciones interpersonales:
- Permanencia en vínculos abusivos o desequilibrados.
- Falta de iniciativa para resolver conflictos.
- Aislamiento progresivo.
Consecuencias sobre la salud mental.
- Ansiedad crónica: la sensación de que nada se puede cambiar aumenta el estrés y la tensión emocional.
- Depresión: sentimientos de vacío, apatía y desesperanza prolongados.
- Baja autoestima: la persona se percibe incapaz y sin valor.
- Riesgo de trastornos psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cefaleas y tensión muscular.
- Dificultades en la autorregulación emocional: la persona se queda atrapada en un círculo de pasividad y dolor.
Medidas de afrontamiento.
Terapia psicológica:
- La terapia cognitivo-conductual ayuda a cuestionar pensamientos derrotistas.
- Procesos terapéuticos fortalecen la autoestima y la autoconfianza.
- Establecimiento de metas pequeñas: Empezar con objetivos alcanzables para recuperar la sensación de logro.
- Reforzar cada avance como evidencia de capacidad.
- Red de apoyo saludable:
- Relacionarse con personas que motiven y validen los esfuerzos.
- Evitar ambientes que refuercen la impotencia.
- Entrenamiento en resiliencia: Aprender a interpretar el fracaso como una oportunidad de aprendizaje.
- Desarrollar habilidades de afrontamiento positivo (respiración, escritura terapéutica, ejercicio físico).
- Prácticas de auto cuidad: Rutinas de descanso, alimentación saludable y movimiento físico que fortalezcan el estado de ánimo.
- Actividades creativas que estimulen la sensación de logro (arte, música, lectura).
La indefensión aprendida es más que una simple actitud: es una prisión psicológica que roba la energía vital y limita las posibilidades de desarrollo. Sin embargo, no es irreversible. Con acompañamiento adecuado, metas progresivas y autocuidado, es posible romper ese ciclo de resignación y reconstruir la confianza en la capacidad de transformar la propia vida.
Recuerda: aunque hayas vivido situaciones que te hicieron sentir incapaz, cada pequeño paso que das hacia ti mismo es una victoria contra la indefensión. El cambio comienza al creer que sí puedes.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” 2 Timoteo 1:7
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Dra. Elizabeth Rondón.
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