

La placentofagia, es decir, comer la placenta tras el parto, se ha puesto de moda y genera curiosidad y debate. Algunas personas sostienen que aporta energía, mejora el ánimo o ayuda con la producción de leche, mientras otras advierten de posibles complicaciones. La pregunta clave es si realmente es segura y útil para la persona que ha dado a luz y para el bebé.
Lo cierto es que la evidencia científica disponible no respalda beneficios claros para los seres humanos, y sí existen alertas sobre riesgos, especialmente por infecciones y contaminantes. Aun así, la práctica se ha popularizado, en parte por testimonios personales y cobertura mediática. Vamos a revisar qué es, cómo se consume, qué dice la ciencia y qué peligros se han documentado.
¿Qué es la placentofagia y por qué se habla tanto de ella?
Placentofagia es el término que describe la ingesta de la placenta después del nacimiento. En el mundo animal, la mayoría de mamíferos se la comen de forma instintiva. En humanos, no ha sido una costumbre establecida, aunque hay relatos aislados y usos medicinales tradicionales de la placenta seca en algunas culturas.
En los últimos años el tema ganó repercusión por su aparición en medios y por el ejemplo de figuras públicas que contaron que lo hicieron, con la esperanza de mejorar el estado de ánimo, la energía o el sangrado posparto. Esta visibilidad ha incrementado el interés y la demanda de servicios de encapsulación.
También se ha detectado un aumento de contenidos en Internet y de páginas de servicios relacionados, especialmente de encapsulación. Sin embargo, los profesionales sanitarios advierten que la moda no equivale a seguridad o eficacia.

La placenta durante el embarazo: un órgano único
La placenta es un órgano temporal que se forma al inicio del embarazo y actúa como puente entre madre y bebé. Proporciona oxígeno y nutrientes, a la vez que ayuda a eliminar los desechos del feto a través del cordón umbilical.
Además, produce hormonas esenciales para sostener la gestación, como la gonadotropina coriónica humana, estrógenos y progesterona. Por su propia función de barrera y filtro, puede acumular sustancias no deseables que no deben llegar al feto.
¿Por qué algunas madres deciden comerla?
Entre los motivos más citados están recuperar hierro, mejorar la energía, el estado de ánimo, reducir el riesgo de depresión posparto y favorecer la lactancia. Estas ideas se apoyan en que la placenta contiene hierro, vitaminas, minerales y hormonas.
También se invoca la medicina tradicional china, donde la placenta humana seca (conocida como Zi he che) ha sido un ingrediente de algunas preparaciones para tratar anemia o ciertos trastornos. No hay una tradición documentada de administrarla específicamente a la madre en el posparto.
Pese a estos argumentos, no existen pruebas sólidas en humanos que confirmen esos beneficios. Los testimonios personales, aunque respetables, no sustituyen a estudios bien diseñados con grupo control y placebo.
Cómo se consume: métodos habituales y puntos críticos
Las formas de consumo reportadas incluyen cruda (en trozos o en batidos), cocinada como si fuera carne, encapsulada tras deshidratar y pulverizar, e incluso infusiones o extractos. Ninguna de estas es una preparación estandarizada ni certificada como segura para eliminar patógenos.
La encapsulación suele implicar cocción al vapor y deshidratación, o procesamiento de la placenta cruda antes de molerla y encapsularla. Estos procesos no garantizan la eliminación completa de bacterias o virus, ni de toxinas ambientales que pudieran estar presentes.
Las autoridades de salud pública han emitido advertencias explícitas en relación con la ingesta de cápsulas de placenta, tras casos con consecuencias para recién nacidos. El riesgo de contaminación cruzada y manipulación inadecuada es real si no se cumplen estándares estrictos de seguridad, los cuales no están establecidos de forma uniforme.
¿Qué dice la evidencia científica?
La investigación en animales ha descrito potenciales efectos como mejora del comportamiento maternal, aumento del umbral del dolor y facilidades en el vínculo. Sin embargo, estos hallazgos no se pueden extrapolar directamente a humanos, y el modelo animal no replica fielmente el posparto humano.
En seres humanos, los estudios de calidad son escasos. En ensayos piloto aleatorizados y controlados con placebo, no se observaron mejoras significativas en el estado de hierro materno ni en los niveles hormonales, el estado de ánimo, el apego o la fatiga cuando se comparó la placenta encapsulada frente a un placebo (por ejemplo, cápsulas de carne).
Encuestas a mujeres que consumieron su placenta han reportado sensaciones subjetivas de beneficio (mejor ánimo, energía, recuperación), pero esos trabajos tienen limitaciones metodológicas: no cuentan con grupo comparativo, dependen de autoinforme y no controlan el efecto placebo. No permiten establecer causalidad.
Al margen de la eficacia, la seguridad es una preocupación central. Las autoridades sanitarias han documentado situaciones en las que el consumo materno se asoció a infecciones en el recién nacido, lo que refuerza la prudencia.
Riesgos potenciales y documentados
La placenta no es un tejido estéril. Se han identificado bacterias y virus en placentas tras el parto, y la manipulación durante el procesamiento puede facilitar la contaminación. Si la madre ingiere patógenos y amamanta, podría exponer al bebé.
Existe un caso documentado en el que un recién nacido desarrolló infección por estreptococo del grupo B tras la ingesta materna de cápsulas de placenta contaminadas. Las autoridades sanitarias estadounidenses emitieron una advertencia contra el consumo de cápsulas por este motivo.
Además de bacterias, la placenta puede acumular metales pesados y otros contaminantes ambientales, como cadmio, plomo o mercurio. Las consecuencias de ingerir estos elementos no están bien establecidas en el contexto de la placentofagia, pero su presencia es un motivo de preocupación.

En personas fumadoras, se ha detectado benzopireno (un compuesto carcinógeno) en las placentas, mientras que en no fumadoras no se detectaba. Esto sugiere que fumar podría aumentar aún más los riesgos si se consume la placenta.
Otro aspecto no menor es el potencial efecto hormonal. La placenta es una fuente importante de estrógenos durante el embarazo, y la administración de estrógenos en el posparto inmediato está contraindicada por el riesgo de tromboembolismo. Aunque esto es una hipótesis no confirmada para la placentofagia, merece ser considerado dadas las implicaciones de seguridad.
Respecto a las preparaciones (cruda, cocinada, deshidratada, en batidos o extractos), ninguna ofrece garantía absoluta de eliminación de patógenos. No hay un protocolo estándar y seguro validado por la comunidad científica.
Lactancia materna y placentofagia
Sobre la lactancia, no existen estudios científicos robustos que permitan afirmar que comer la placenta mejore la producción de leche o su calidad. No hay justificación médica que vincule la placentofagia con beneficios en la lactancia.
Por el contrario, si hubiera contaminación bacteriana o viral de la placenta ingerida, la persona que amamanta podría exponer al bebé a infecciones. La seguridad del binomio madre-bebé debe primar en la toma de decisiones.
Historia, cultura y paralelismos con otros mamíferos
La mayoría de los mamíferos, incluidos los grandes simios, sí consumen la placenta. Las hipótesis para explicarlo incluyen ocultar rastros del parto para evitar depredadores, recuperación nutricional o efectos conductuales. En humanos, en cambio, hay poca evidencia histórica de que fuera una práctica común tras el parto.
Algunas culturas reverencian la placenta con rituales no alimentarios, como el enterramiento en lugares sagrados (por ejemplo, entre comunidades nativas hawaianas). También existen relatos aislados de uso medicinal por terceros (parteras, curanderos) tanto de placenta humana como animal.
En la medicina tradicional china se ha empleado la placenta humana seca en combinaciones herbales para tratar ciertas afecciones. Sin embargo, esto no equivale a recomendar su consumo a la madre, ni demuestra eficacia en el posparto humano.
Popularidad, medios y datos de práctica
En algunos países, la placentofagia ha aumentado en popularidad en la última década, con más vídeos, páginas y servicios de encapsulación. La difusión por parte de celebridades ha influido en la percepción pública y en la curiosidad de muchas familias.
Se han publicado estimaciones de práctica en determinados contextos y periodos, y encuestas que recogen motivaciones y experiencias. Aunque la popularidad crezca, la aceptación social no sustituye la validación científica ni las garantías de seguridad.
Usos sanitarios reales de tejidos placentarios y alternativas
Más allá del consumo, la placenta y sus membranas han tenido aplicaciones biomédicas controladas, como el uso de membrana amniótica en procedimientos dermatológicos u oftalmológicos, bajo estrictos protocolos de obtención y conservación. En cosmética se ha explorado el aprovechamiento de componentes como ácido hialurónico y colágeno, en entornos regulados.
En España, la Organización Nacional de Trasplantes, junto a las comunidades autónomas, desarrolló un Plan Nacional de Sangre de Cordón Umbilical para organizar la recogida y conservación de unidades en bancos públicos destinados a trasplantes. Estas vías están reguladas y orientadas a fines terapéuticos respaldados por la evidencia.
Tras el parto, es habitual que surjan molestias y dudas (por ejemplo, dolor en el coxis) para las que existen recomendaciones basadas en evidencia y recursos de apoyo. Hay centros que ofrecen información y materiales educativos, e incluso tiendas oficiales con soluciones posparto y guías de referencia como «Mayo Clinic Guide to a Healthy Pregnancy». Consultar fuentes fiables y personal sanitario es lo más prudente.
Algunas entidades de salud facilitan materiales descargables con información sobre posparto y cuidados. Si te interesa ampliar, puedes revisar recursos como este PDF informativo. La educación sanitaria contrastada es clave para decidir con calma.
Qué recomiendan los profesionales
La postura mayoritaria entre especialistas en obstetricia, matronas y divulgación sanitaria es clara: no hay evidencia de beneficios clínicos demostrados en humanos y sí hay riesgos potenciales. Autoridades como los CDC han publicado advertencias específicas respecto a la ingesta de cápsulas de placenta por el peligro de patógenos.
Si buscas mejorar tu recuperación posparto, habla con tu equipo de salud sobre alternativas con respaldo científico para el estado de ánimo, la energía, la lactancia y el hierro (cuando procede). Evitar exposiciones innecesarias a bacterias, virus o toxinas es parte de un posparto seguro para ti y para tu bebé.
La seguridad del binomio madre-bebé debe primar, y ante la falta de evidencia de beneficios y los riesgos documentados, la mejor recomendación es no consumir la placenta y acudir a intervenciones validadas y con orientación profesional.
La placentofagia, pese a su popularidad mediática, carece de respaldo científico en humanos y entraña riesgos evitables. La placenta puede acumular patógenos y contaminantes, no existe un método estandarizado para su preparación segura, y se han reportado infecciones en recién nacidos relacionadas con su consumo. Para cuidar tu recuperación y la de tu bebé, confía en asesoramiento sanitario fiable y en medidas respaldadas por la ciencia.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/placentofagia/
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