

Siempre me han fascinado las historias que Jesús contó, especialmente Sus parábolas. ¿Por qué no habló la verdad directamente, en lugar de contar cuentos de viñas y pródigos?
Las parábolas no solo son historias que entretienen; son agentes de cambio. Las parábolas de Jesús nos definen y dirigen de una manera que nos hace responsables en nuestra travesía.
Las parábolas como herramienta de enseñanza
Las parábolas de Jesús son famosas, pero puede pasarse por alto el hecho de que Él dependía de ellas en Sus enseñanzas. Marcos señala: «sin parábolas no les hablaba [a las multitudes], pero lo explicaba todo en privado a Sus propios discípulos» (Mr 4:34).
Las parábolas de Jesús no solo son historias que entretienen; son agentes de cambio. Nos definen y dirigen de una manera que nos hace responsables
¿Por qué no explicaba las cosas a la gente común y se guardaba las historias simbólicas para Sus discípulos? La razón es que las parábolas tenían ciertos efectos en las personas.
1. Las parábolas enseñan indirectamente.
Craig Blomberg escribe: «Cada vez que nos enfrentamos a una audiencia hostil, la retórica indirecta de las historias convincentes puede ayudar al menos a algunas personas a escuchar la Palabra de Dios de manera más favorable». Por ejemplo, a mí me encanta leer, pero soy lento para aplicar lo que he leído. Podrías corregirme directamente: «Necesitas ir más despacio y leer con más atención». O podrías decir:
Había una vez un hombre que tenía una gran biblioteca, llena de todos los libros que se puedan imaginar, repisa tras repisa, y muchos de ellos solo se podían alcanzar con una escalera alta. Cada vez que leía un libro, corría de vuelta a la repisa, lo colocaba con cuidado y tomaba otro. Pero le preocupaba que, cuanto más leía, más pesado se sentía y más le costaba caminar. Un día, decidió no leer otro libro, sino hojear el que acababa de leer. Al final del día, se sintió más ligero. Cuando se lo comentó a su sirviente, un anciano sabio, este le respondió: «Muchos libros pueden cargar cualquier alma. Debemos esperar que a las palabras les crezcan alas».
Contarme esa historia podría abrir la puerta a la comunicación. Podría sentirme atraído a confesar mi problema. ¿Por qué? La respuesta a esa pregunta está relacionada con el siguiente efecto.
2. Las parábolas invitan a los oyentes a la historia, casi sin que se den cuenta.
Blomberg observa: «El poder de la buena ficción está en que capta la atención de alguien, lo absorbe en la trama y le hace pensar que se trata de otras personas hasta que es demasiado tarde». Si me hubieras contado la historia anterior, me habría identificado enseguida con el dueño de la biblioteca. Al final, hubiera deseado ser el anciano y sabio sirviente. De esta manera, la historia me habría enseñado sin que yo lo supiera.
Así es como las historias nos definen y nos orientan. Nos comprendemos mejor a nosotros mismos cuando nos vemos reflejados en la trama. Entonces emergemos con una nueva perspectiva de hacia dónde debemos dirigirnos.
3. Las parábolas revelan lo que los oyentes piensan de Dios.
Las parábolas nos distinguen y separan de aquellos que se identifican con un personaje diferente. En su comentario sobre la parábola del sembrador en Marcos 4, Vern Poythress escribe:
Entender una parábola no era una cuestión que pudiera abordarse con una objetividad segura, antiséptica y neutral. Los destinatarios ya estaban comprometidos. Ya se encontraban en el proceso, ya pertenecían a algún tipo de terreno, ya se les cuestionaba sobre la calidad de su escucha. Ya estaban a favor de Jesús o en Su contra (Mt 12:30).
Siempre tenemos ideas preconcebidas sobre Jesús. A veces nos avergonzamos y las ocultamos. Otras veces las ignoramos. De cualquier manera, las tenemos. Jesús sabía esto de Su audiencia. Él sabe esto de nosotros.
Los oyentes de Jesús siempre se encontraban a sí mismos en Sus parábolas. Veían en las historias o quiénes eran o quiénes querían ser
Él les dijo a Sus discípulos: «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios […] pero los que están afuera reciben todo en parábolas; para que viendo, vean pero no perciban, y oyendo, oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados» (Mr 4:11-12). A los que escuchan las parábolas, tanto en la época de Jesús como en la nuestra, se les da la verdad oculta y revelada al mismo tiempo. Esto refleja las acciones de Cristo en Marcos, donde revela quién es y, sin embargo, lo oculta, al decirles a los demonios, a los marginados y a los beneficiarios de Sus milagros que no corrieran la voz sobre Él (1:24-25, 34, 43; 3:12; 7:33-36; 8:22-26).
Reconocer a Cristo es un asunto del corazón. Nuestro corazón determina lo que vemos. Aquellos cuyos corazones están cautivados por Cristo tienen en Él «el secreto del reino de Dios». Y Pablo afirma que vemos las realidades espirituales porque Cristo las revela por medio de Su Espíritu (1 Co 2:13-15). Pero para aquellos que no tienen a Cristo, las parábolas ocultan.
Prepárate para oír
Estos tres efectos de las parábolas nos ayudan a ver cómo las historias nos definen y nos orientan. Abren a la fuerza nuestros corazones obstinados y siempre errantes, y nos dicen quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Eso significa que la clave para ser moldeados por las parábolas de Jesús yace en que nos preparemos para escucharlas. Podemos hacerlo pidiendo la ayuda del Espíritu y haciendo buenas preguntas mientras leemos, como las que aparecen a continuación.
1. ¿Con quién te identificas en la parábola?
Los oyentes de Jesús siempre se encontraban a sí mismos en Sus parábolas. Veían en las historias o quiénes eran o quiénes querían ser. En la parábola del sembrador (Mr 4), ¿qué tipo de tierra te representa? ¿Eres la tierra picoteada por los pájaros que roban la Palabra de Dios antes de que tenga oportunidad de crecer? ¿Eres la tierra pedregosa que carece de profundidad y desiste de las promesas de Dios cuando llegan las dificultades? ¿Eres el suelo ahogado por las espinas y los cardos de las preocupaciones mundanas? Cuando leas una parábola, identifica dónde vives en la historia. Pero sé sincero.
2. ¿Cuál es tu perspectiva con base en dónde estás en la historia?
Una vez que identifiques dónde vives en la parábola, hazte esta pregunta: «¿Cuál es mi nueva perspectiva?». El lugar en el que te encuentras determina lo que ves. Si estoy convencido de que mi corazón es como la tierra espinosa de la parábola de Jesús, comenzaré a examinar qué preocupaciones o deseos mundanos me alejan de la confianza en Cristo. Tal vez sean las finanzas. Quizá sea el deseo de recibir halagos de los demás. Tal vez sea el materialismo. Esto es parte de cómo nos orientan las parábolas. Estas revelan lo que hay frente a nosotros de modo que podamos confiar en el Espíritu, para que Él nos ayude a andar por el camino de la piedad.
3. ¿Cómo revela esta parábola lo que piensas acerca de Dios?
Sigamos con el ejemplo de la tierra entre espinos. ¿Qué revela esto acerca de mis ideas preconcebidas acerca de Dios? Puede revelar mi falta de confianza en que Dios proveerá lo que en verdad deseo. O puede revelar que mis deseos están distorsionados. Quizá mi corazón está persiguiendo todas las cosas equivocadas. Puede revelar que mi cabeza acepta el evangelio, pero mi corazón se resiste al señorío de Cristo en algún área de mi vida, a lo mejor en la crianza de mis hijos o en situaciones laborales.
Hacernos este tipo de preguntas nos ayuda a escuchar, entender y practicar la vida del reino que Cristo reveló en Sus parábolas. Con estas preguntas en mente, podemos leer las parábolas sabiendo que el Espíritu del Dios vivo nos encontrará allí y nos guiará por los pasos de Jesús. Mientras preparamos nuestro corazón para escuchar, el Espíritu prepara nuestros ojos para ver.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
Pierce Taylor Hibbs
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/parabolas-jesus-lectura/
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