
Imagen Alfredo Saade – Infopresidencia
Pocos en Colombia han encarnado con tanta vehemencia la palabra lealtad como Alfredo Saade. Su nombre no surge de los círculos tradicionales del poder, ni de la diplomacia clásica ni de las estructuras partidistas convencionales. Y, sin embargo, ha sido una de las figuras más coherentes, aguerridas y persistentes dentro del proyecto político que hoy encabeza Gustavo Petro.
Este viernes, el presidente de Colombia le encomendó una nueva tarea: representar al país como embajador en Brasil, uno de los cargos más estratégicos en la región. No es un simple nombramiento. Es el reconocimiento -tácito y explícito a la vez- de una trayectoria marcada por la constancia, la fe en una causa y el coraje para hablar fuerte cuando otros preferían el silencio.
La historia entre Saade y Petro no comenzó en Casa de Nariño. Se remonta a los días previos a la campaña presidencial, cuando el Pacto Histórico apenas se tejía como una apuesta de unidad. Alfredo Saade participó en la consulta interna para escoger al candidato único. Perdió. Pero lejos de retirarse, abrazó con determinación la candidatura de Gustavo Petro, y se convirtió en uno de sus más fervientes defensores.
En ciudades como Cúcuta, Valledupar y Cartagena -plazas difíciles para el progresismo- Saade no sólo habló, gritó verdades. Lo hizo cuando nadie lo pedía, cuando la mayoría guardaba distancia. Se enfrentó a los micrófonos con valentía, aunque la prensa apenas le diera cabida. Denunció, defendió, explicó. Y con el paso del tiempo, su voz -que para muchos era disruptiva- se volvió indispensable.
Dentro de la misma campaña, algunos lo miraban con desdén. Se burlaban. Cuestionaban su estilo, su origen, su tono. Pero Saade no se detuvo. Al contrario, fortaleció su mensaje, afiló sus argumentos y construyó un vínculo sólido con las bases populares que sentían en él una representación auténtica. Nunca pidió nada. Pero el presidente lo vio.
Gustavo Petro, testigo de su entrega, decidió premiar esa lealtad nombrándolo jefe de gabinete. Y allí, Saade no se moderó. Habló con la misma firmeza de siempre, incluso más. A diferencia de otros funcionarios, no evitó las cámaras ni evadió preguntas. Respondió a periodistas con franqueza, defendió al presidente con ímpetu, encaró a sus detractores dentro y fuera del gobierno. En un ecosistema político donde abundan los tibios, Alfredo Saade se volvió un punto fijo, una brújula de convicción.
Esa coherencia, sin embargo, incomodó. Y no solo a la oposición. Desde dentro del gobierno, sectores que ya piensan en las elecciones de 2026 lo vieron como un obstáculo. Lo tildaron de “incómodo”, de “excesivo”. Le armaron cuartadas, lo denunciaron ante la Procuraduría. Buscaron silenciarlo. Pero ni el miedo ni el cálculo político hicieron mella. Saade se mantuvo de pie. Nunca traicionó sus principios. Nunca traicionó a Petro.
Hoy, cuando muchos pensaban que lo sacarían del escenario, el presidente le entrega una de las misiones más importantes de su gobierno: unir el Cono Sur, tejer alianzas con Brasil, abrir un diálogo profundo con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y consolidar una agenda común de transformación regional.
Brasil no es un destino cualquiera. Es la mayor potencia de América Latina, y Lula un referente continental con quien Petro quiere construir algo más que relaciones protocolares. Quiere construir una visión compartida del sur global. En ese contexto, el papel de Saade será clave. Su estilo directo, su capacidad de conectar con los sectores populares y su lealtad probada son activos valiosos en un momento geopolítico sensible.
A Alfredo Saade le dieron por perdido muchas veces. Lo subestimaron, lo atacaron, lo quisieron silenciar. Pero sigue aquí, con una tarea mayor, con un nuevo escenario, pero con las mismas convicciones. Y quienes conocen su temple saben que no irá a Brasil a tomar café diplomático. Irá a hacer política. Irá a construir región. Irá a dejar el nombre de Colombia -y del proyecto político que representa- en alto.
Porque en tiempos de tibieza, hay quienes incomodan. Y en medio de tantos discursos vacíos, hay quienes, como Alfredo Saade, prefieren hablar fuerte. Y caminar recto.
carloscastaneda@prensamercosur.org
