

Imagen Infopresidencia – Senador estadounidense Bernie Moreno
Desde Cartagena de Indias, en el corazón político y empresarial de Colombia, el senador estadounidense Bernie Moreno lanzó una de las advertencias más contundentes contra el régimen de Nicolás Maduro: “No llegará al final del año como presidente de Venezuela”. La declaración, pronunciada durante el Congreso Empresarial Colombiano, sacudió los cimientos de la conversación hemisférica sobre la estabilidad en América Latina.
Moreno, influyente voz del Partido Republicano y aliado cercano del presidente Donald Trump, no se detuvo en eufemismos. Habló con la dureza de quien cree que el tiempo del chavismo se agota: “No toleraremos a un narcoterrorista que inflija daño a los Estados Unidos. Trataremos a los terroristas como EE. UU. los ha tratado en el pasado”, sentenció, en un tono que recordó los años más duros de la doctrina Bush.
En el evento también participaron el senador demócrata Rubén Gallego y el exministro de Defensa colombiano Juan Carlos Pinzón. Pero fue la voz de Moreno la que marcó el ritmo del debate. Aseguró que Venezuela “merece un liderazgo distinto”, uno que piense primero en su gente y no en su permanencia en el poder. No dudó en recordar que sobre Maduro pesa una recompensa de 50 millones de dólares por su captura, una cifra que —como enfatizó— duplica la que se ofrecía por Osama Bin Laden.
Las palabras de Moreno no fueron aisladas ni improvisadas. Se dan en el marco de una renovada ofensiva diplomática y militar del gobierno estadounidense contra lo que ha catalogado como “organizaciones criminales trasnacionales” en el hemisferio. Desde que Trump retomó la presidencia en 2025, ha intensificado las presiones sobre el régimen chavista, al que acusa de encabezar el denominado Cártel de los Soles, una red que Washington vincula directamente con el narcotráfico y el terrorismo internacional.
En enero de este año, la administración Trump ofreció una recompensa inicial de 25 millones de dólares por la captura de Maduro. Esa cifra se duplicó en julio, coincidiendo con una orden presidencial que autoriza a las Fuerzas Armadas estadounidenses a actuar contra redes criminales en América Latina. El objetivo no es solo Venezuela. La orden también menciona al Cártel de Sinaloa, a la pandilla salvadoreña MS-13 y al Tren de Aragua, entre otros.
El despliegue militar no se ha hecho esperar. El secretario de Estado, Marco Rubio, confirmó recientemente la presencia de unidades navales en el Mar Caribe. En palabras suyas, estas estructuras criminales “representan una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos” y “operan en aguas internacionales con total impunidad”.
Rubio fue aún más categórico: “El Cártel de los Soles es una de las organizaciones más amplias y peligrosas del hemisferio. Lo que opera en Venezuela no es un gobierno, es una estructura mafiosa que ha secuestrado a un país”.
El mensaje, claro y sin ambigüedades, fue emitido desde territorio colombiano, país que históricamente ha sido aliado estratégico de Washington y que hoy vuelve a convertirse en epicentro de los grandes movimientos geopolíticos del continente. El anuncio de Moreno, más allá de la retórica, parece anticipar un cambio de era en Venezuela. La pregunta que queda en el aire es si, esta vez, la comunidad internacional actuará con la contundencia que el senador promete.
