

Mientras la comunidad internacional señala que se está cometiendo un genocidio, el gobierno israelí avanza en la toma de posesión de Gaza.
El gabinete de seguridad de Israel aprobó oficialmente un plan estratégico que prevé la ocupación militar de la Ciudad de Gaza, así como el control de toda la Franja de Gaza, un territorio que ha sido foco de tensión y conflicto en la región durante décadas. La decisión fue comunicada públicamente en un comunicado emitido por la Oficina del Primer Ministro, en el que se anunció que “las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se prepararán para tomar el control de la Ciudad de Gaza mientras brindan ayuda humanitaria a la población civil fuera de las zonas de combate”.
El anuncio provocó inmediatas reacciones internacionales, entre ellas la repulsa de la ONU, que indicó que expandir las operaciones militares en esa magnitud “arriesga producir consecuencias catastróficas para los civiles palestinos y los rehenes israelíes”. La organización multilateral sostuvo que dichas acciones podrían agravar aún más la situación, poniendo en riesgo tanto vidas humanas como procesos de negociaciones diplomáticas en curso.
Según la comunicación oficial de Israel, su ejército continuará con la implementación de ciertos principios que buscan, en sus palabras, terminar el conflicto en curso: el desarme de Hamás, la devolución de todos los rehenes —tanto vivos como muertos—, la desmilitarización de la Franja de Gaza, el establecimiento de un control de seguridad israelí sobre la región, y la creación de un gobierno civil alternativo que no sea liderado ni por Hamás ni por la Autoridad Palestina. Estos puntos estructuran la estrategia que Israel considera necesaria para lograr una solución duradera, según su perspectiva.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, expresó en una entrevista concedida a Fox News que “para garantizar nuestra seguridad, pretendemos expulsar a Hamás de allí, permitir que la población de Gaza se libere y entregarla a un gobierno civil; eso no es Hamás ni nadie que promueva la destrucción de Israel”. Añadió que “queremos liberarnos y liberar al pueblo de Gaza del terrible terror de Hamás”. Sin embargo, también aclaró que Israel «no quiere conservarla», dejando claro que su intención no es mantener una presencia prolongada en Gaza como un ente gobernante, sino alcanzar un control que garantice la seguridad y estabilidad regionales.
Netanyahu oficializa sus intenciones de apoderarse de Gaza
El plan, que fue el resultado de horas de deliberaciones en el gabinete de seguridad, se hizo público en medio de cierta tensión política y social. Desde semanas antes, se filtraron rumores sobre una posible acción militar de mayor envergadura, lo cual llevó a que cientos de personas salieran a las calles en Jerusalén, protestando contra la decisión del gobierno.
Las manifestaciones se centraron en el temor de que la operación pueda poner en peligro la vida de los rehenes que permanecen en manos de Hamás en Gaza. La preocupación por la seguridad de los rehenes se agravó tras la difusión de videos que muestran el estado deplorable en que se encuentran algunos de los cautivos israelíes, en condiciones de inanición y maltrato.
Se estima que una operación militar de esa magnitud arriesga obligar a aproximadamente un millón de residentes de Gaza a desplazarse hacia el sur del territorio, en un intento de evitar enfrentarse directamente con las fuerzas israelíes en zonas densamente pobladas. Hasta ahora, las Fuerzas de Defensa de Israel han controlado cerca del 75% del territorio, evitando incursiones en la Ciudad de Gaza y en los campamentos del centro, donde habitan alrededor de un millón de palestinos. La expansión de la ofensiva, en caso de proceder, buscaría tomar el control completo de la región y destrabar a Hamás como organización armada.
Asimismo, las autoridades militares han advertido que una ofensiva a gran escala podría poner en peligro no solo a los combatientes, sino también a los rehenes israelíes que aún permanecen en las zonas donde se espera que se intensifiquen los combates. La preocupación principal radica en que la expansión de las operaciones militares pueda ocasionar daño a los cautivos, cuya suerte sigue siendo incierta para muchas familias que permanecen en incertidumbre sobre su destino. Estas familias han expresado su rechazo a la estrategia militar, manifestándose frente a instalaciones oficiales en Jerusalén y otras ciudades, donde consideran que la expansión del conflicto puede terminar en una pérdida irreparable.
