

¿Te has preguntado alguna vez cómo la inteligencia artificial está remodelando conceptos que, hasta hace poco, dábamos por sentados en nuestras sociedades? El impacto de la IA no se limita a robots o asistentes virtuales: su influencia se proyecta hasta el mismísimo corazón de nuestras leyes y sistemas de organización, afectando las narrativas filosóficas y sociales en las que nos apoyamos.
Hoy nos adentramos en una cuestión apasionante: cómo la inteligencia artificial altera nuestros órdenes imaginados, aquellos relatos colectivos sobre los que reposan las leyes, la justicia y, en última instancia, nuestra convivencia. Desde la perspectiva de la filosofía, la aparición de la IA lanza interrogantes inéditos sobre la ética, la conciencia, la responsabilidad y la propia definición de lo humano en este contexto tecnológico desbordante.
Órdenes imaginados y el nacimiento de las leyes
Desde la obra Sapiens de Yuval Noah Harari, aprendemos que las leyes son mucho más que reglas surgidas de la nada: son, en realidad, narrativas colectivas gracias a las cuales millones de personas pueden cooperar sin conocerse. Conceptos como la propiedad, la ciudadanía o los derechos humanos no existen en la naturaleza, sino en la mente y el acuerdo colectivo. Estos órdenes imaginados sostienen la arquitectura de nuestras sociedades modernas.
La irrupción de la inteligencia artificial viene a desafiar y reformular estas narrativas: ya no solo como una herramienta para facilitar tareas, sino como un actor con capacidad para transformar el modo en que concebimos, interpretamos y aplicamos el derecho.
La transformación del derecho: automatización y nuevos agentes
La IA está cambiando a toda velocidad el sector jurídico. Según recientes estudios y análisis, hasta un 50% de las tareas tradicionalmente desempeñadas por abogados (como la redacción de contratos, la búsqueda jurisprudencial o el análisis de grandes volúmenes de datos legales) pueden ser realizadas hoy por algoritmos avanzados.
Este salto no solo reduce tiempos y costes, sino que plantea una cuestión profunda: si una máquina puede decidir o aconsejar sobre temas legales, ¿quién tiene la última palabra sobre la justicia – la máquina, el programador o el usuario? Así, el derecho deja de ser solo fruto de deliberación humana para abrir la puerta a la participación –y quizás a la autoría– de sistemas artificiales.
Ya no basta con preguntarse cómo automatizar procedimientos; es necesario debatir si los algoritmos pueden integrarse en los órdenes imaginados que han definido nuestras leyes durante siglos.

Consentimiento, libertad y manipulación en la era de la IA
Uno de los capítulos más delicados es el del consentimiento. La normativa europea, especialmente el Reglamento General de Protección de Datos, insiste en que el consentimiento debe ser libre, informado y específico. Sin embargo, la IA introduce sistemas capaces de predecir comportamientos o influir en decisiones personalizadas a través de la explotación de grandes bases de datos.
Los algoritmos de recomendación, presentes en redes sociales o plataformas de streaming, son un claro ejemplo de cómo la autonomía individual puede verse comprometida. ¿Somos realmente libres para elegir cuando una IA ha predicho y manipulado nuestras preferencias? Este giro nos obliga a repensar conceptos clave como la libertad y la responsabilidad jurídica bajo la óptica de una tecnología que aprende constantemente de nuestros patrones y puede anticiparse incluso a nuestras intenciones.
Propiedad, contratos y responsabilidad: nuevos paradigmas legales
La IA y tecnologías relacionadas, como blockchain, han traído consigo los llamados contratos inteligentes: acuerdos que se ejecutan automáticamente sin intervención humana, donde el código es el árbitro final. Esto diluye la noción clásica de propiedad y responsabilidad, porque ya no siempre hay una figura humana detrás de cada transacción o fallo.
En este escenario, surge una pregunta inevitable: si un error de código causa un daño, ¿quién es legalmente responsable? La ausencia de intermediarios humanos desafía las bases de los sistemas jurídicos actuales, lo que exige revisar los principios de atribución de responsabilidad a la luz de estos nuevos agentes no humanos.
La creación legal automatizada: ¿leyes generadas por máquinas?
Avanzando un paso más allá, se vislumbra un futuro donde la creación misma de leyes podría estar en manos de sistemas automatizados, capaces de analizar datos para optimizar reglas e incluso proponer nuevas normativas. Harari alerta de este horizonte en su obra Homo Deus: ¿pueden las máquinas llegar a diseñar normativas que sean justas y equitativas?
Una ley generada por IA podría ser óptima en términos técnicos, pero, ¿reflejaría los valores humanos esenciales como la justicia, la equidad o la empatía? Aquí se evidencia el choque entre la eficiencia algorítmica y los principios éticos que dan sentido a la convivencia humana.
Sistemas legales globales: estandarización y diversidad cultural
La capacidad de la inteligencia artificial para interconectar estructuras legales a escala planetaria puede facilitar la creación de sistemas legales transnacionales, donde las normas se estandarizan y se aplican en distintos territorios. Así, el marco jurídico podría dejar de ser estrictamente nacional para convertirse en protocolos globales gestionados por algoritmos.
Sin embargo, surge una inquietud fundamental: ¿preservarán estos sistemas la diversidad cultural y las particularidades de cada sociedad, o se impondrá una narrativa dominante y homogénea? El riesgo de marginar a comunidades menos representadas es real, por lo que el debate filosófico y ético sigue siendo más necesario que nunca.
Ética y filosofía: la IA como espejo de nuestros valores

La ética, como rama filosófica dedicada a analizar el bien, el mal y el deber, resulta esencial al abordar los retos de la IA. Los dilemas son múltiples: ¿quién responde si una IA se equivoca? ¿Cómo garantizar que los algoritmos no reproduzcan injusticias preexistentes en los datos? ¿Podemos confiar en la imparcialidad, justicia y autonomía de sistemas que aprenden –en parte– de los errores y sesgos humanos?
En las grandes empresas tecnológicas, equipos multidisciplinares valoran la ética en el desarrollo de IA, con la participación frecuente de filósofos expertos en deontología. Se trata de corregir prejuicios y sesgos, interviniendo en el aprendizaje de los algoritmos y supervisando los resultados para reducir posibles daños sociales.
La cuestión de la conciencia y la mente artificial
Uno de los debates centrales en la filosofía de la mente es si la IA podría llegar a tener conciencia. Con experimentos imaginativos como la habitación china de John Searle, se demuestra que, por muchos resultados aparentemente coherentes que produzca una máquina, eso no implica que comprenda realmente el significado de las cosas, sino que sigue instrucciones programadas.
La diferencia abismal entre una máquina y el ser humano reside en la capacidad de tener experiencias subjetivas, emociones y conciencia cualitativa. La IA, por muy avanzada que sea, todavía está lejos de alcanzar esa profundidad de comprensión y autoconciencia, lo que otorga a la reflexión filosófica un papel insustituible en la delimitación entre lo artificial y lo humano.
Epistemología y filosofía de la ciencia: el conocimiento en la IA
En la epistemología y la filosofía de la ciencia surgen muchas cuestiones sobre el conocimiento generado por la IA. ¿Cómo evaluamos si una máquina realmente entiende aquello que procesa? ¿Acaso el aprendizaje automático equivale a la comprensión humana?
La filosofía ayuda a identificar las limitaciones de los algoritmos: pueden detectar patrones y aprender reglas, pero carecen de una comprensión auténtica del contexto y, por tanto, de la creatividad y flexibilidad intelectual que caracteriza al ser humano.
Filosofía política: poder, equidad y control en la sociedad digital
En el terreno de la filosofía política, la irrupción de la inteligencia artificial plantea interrogantes cruciales sobre la distribución del poder, la toma de decisiones y la protección de los derechos individuales. ¿Quién tiene potestad para regular y auditar los sistemas algorítmicos que ya influyen en la vida cotidiana de millones de personas?
La concentración del desarrollo y control de la IA en manos de unas pocas grandes compañías privadas constituye otro foco de preocupación: la falta de transparencia y el dominio de intereses corporativos pueden poner en jaque la equidad y la libertad, requiriendo una regulación global y robusta.
La IA, reflejo y multiplicador de nuestros prejuicios
Como la IA aprende a partir de datos generados por las personas, imita tanto nuestras virtudes como nuestros defectos. Esto la convierte en un espejo potencialmente deformante de nuestros sesgos, prejuicios y desigualdades sociales. Corrigiendo el algoritmo se corrigen errores, pero la vigilancia filosófica y social es imprescindible para evitar que los sistemas amplifiquen injusticias estructurales.

Los equipos de ética y filosofía ponen límites y revisan los parámetros de aprendizaje de la IA para minimizar daños, aunque la tarea nunca está completa. El desafío de decidir qué tipo de entornos queremos crear queda abierto a todos, no solo a los técnicos o empresarios.
Privatización, transparencia y gobernanza internacional
Hoy en día, las empresas como Microsoft, Google o IBM lideran el desarrollo de IA, mientras que el papel de los Estados es bastante limitado. El secretismo sobre los algoritmos propietarios y la ausencia de código abierto dificultan la transparencia, al tiempo que crean tensiones sobre la gobernanza y control social de estas herramientas tan poderosas.
El dilema va mucho más allá de la mera eficiencia tecnológica: se juegan cuestiones esenciales de privacidad, seguridad, y la posibilidad de manipulación por parte de actores privados o incluso gobiernos autoritarios. Por ello, la creación de normas y protocolos globales es vista como imprescindible por la mayoría de filósofos y juristas.
La IA como reto y oportunidad para la filosofía
Lejos de ser tema exclusivo de técnicos o ingenieros, el desarrollo de la inteligencia artificial interpela directamente a la filosofía, que debe aportar claridad conceptual, criterios éticos y una perspectiva crítica que ayude a orientar el futuro de la tecnología hacia el bien común.
Los grandes dilemas —desde la definición de inteligencia hasta la atribución de derechos y responsabilidades— requieren reflexión interdisciplinar y la participación activa de investigadores y pensadores formados en humanidades.
La transformación que la inteligencia artificial está provocando en los órdenes imaginados de las leyes abre una etapa de grandes desafíos y oportunidades. Nos enfrentamos a la tarea de adaptar nuestras historias colectivas, nuestros valores éticos y nuestras estructuras legales para encajar a la IA como un protagonista más, asegurando que su avance represente siempre los intereses y derechos humanos fundamentales. Solo desde una mirada filosófica y plural podremos construir ese futuro, evitando automatismos acríticos y apostando por una convivencia donde la tecnología esté realmente al servicio de la humanidad.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/inteligencia-artificial-en-los-ordenes-imaginados-de-las-leyes/
También estamos en Telegram como @prensamercosur, únete aquí: https://t.me/prensamercosur Mercosur
