

Jueza Sandra Liliana Heredia Aranda- Imagen Cortesía
Bogotá – En una escena cargada de tensión, con el país entero expectante y los ojos del continente puestos sobre una sala de audiencias, la jueza Sandra Liliana Heredia Aranda rompió el silencio para recordar una verdad elemental que en Colombia a menudo se olvida: la ley no se inclina ante el poder.
Mientras el expresidente Álvaro Uribe Vélez escuchaba desde el estrado las palabras que podrían marcar un hito en la historia judicial de América Latina, la Juez habló con una serenidad feroz, sin rodeos, sin temor. Lo que dijo no solo fue una advertencia jurídica, fue una declaración de principios: “La justicia no se arrodilla ante el poder”.
Esa frase, pronunciada con voz firme y sin temblores, resumió el corazón de un proceso judicial que lleva más de 475 días enfrentando presiones políticas, ataques mediáticos, amenazas veladas y campañas de desprestigio. La jueza no esquivó el momento. Tampoco buscó protagonismo. Pero fue inevitable: su mensaje trascendió los muros del complejo judicial y retumbó en los despachos del poder.
El juicio contra Uribe, acusado de soborno, fraude procesal y soborno en actuación penal, no solo ha puesto a prueba al sistema judicial colombiano. Ha expuesto las grietas de una sociedad donde la independencia de los jueces es atacada, muchas veces desde los mismos micrófonos que juran defender la democracia. Heredia lo sabe bien: ha sido blanco de insinuaciones machistas, burlas y dudas sembradas en redes sociales solo por atreverse a llevar la toga con carácter.
Sin embargo, este 28 de julio, frente a las cámaras, a la historia y -tal vez- a la posteridad, Heredia se negó a claudicar: “Temis, la diosa de la justicia, permanece con los ojos vendados no porque ignore, sino porque no prejuzga”, dijo, con un simbolismo que cortó el aire. Y fue más allá: “La toga no tiene género, pero sí carácter (…) cuando una mujer administra justicia, lo hace con el mismo rigor o incluso más”.
Sus palabras, dirigidas tanto al expresidente como al país, no buscaron humillar, sino colocar en su sitio a quienes han intentado usar el poder como escudo: “Usted, ciudadano Álvaro Uribe Vélez (…) está hoy sentado en la silla más difícil: la del procesado”, le dijo, reconociendo su presencia durante el proceso, pero sin dejar margen para privilegios.
En un país donde el miedo aún pesa más que la ley, Sandra Heredia hizo lo que pocos se atreven: ejercer justicia sin agachar la cabeza. Sin ceder ante la política, sin buscar el aplauso, sin calcular consecuencias. Lo hizo con la toga puesta y la conciencia en alto. Porque -como ella misma sentenció- “la justicia no está al servicio de la política, ni de la prensa, ni de la historia. Está al servicio del pueblo colombiano.”
Y esa frase, por sí sola, ya empieza a escribir otra historia. “La justicia no está al servicio de la política, ni de la prensa, ni de la historia. Está al servicio del pueblo colombiano. Queremos decirle a Colombia que la justicia ha llegado. Ha llegado como debe ser, serena reflexiva, sin manipulaciones, sin arrebatos pero también sin dilaciones”: la juez Sandra Heredia
