
EL MECANISMO INVISIBLE QUE GUÍA NUESTRAS REACCIONES.
¿Te has preguntado por qué a veces ríes cuando estás nervioso, te llenas de actividades cuando estás triste o justificas lo injustificable solo para evitar sentir? Aunque parezcan simples reacciones cotidianas, muchas veces lo que estás haciendo en realidad es defenderte emocionalmente. Y lo más sorprendente es que casi siempre lo haces sin darte cuenta.
¿Qué son los mecanismos de defensa emocional?
Son estrategias inconscientes que nuestra mente activa para protegernos del dolor emocional, del miedo, del rechazo o de experiencias pasadas no resueltas. No son errores ni defectos, son adaptaciones que desarrollamos desde la infancia cuando aún no teníamos herramientas para gestionar ciertas emociones.
En palabras simples: son formas de sobrevivir emocionalmente… aunque a veces nos desconecten de lo que realmente sentimos. Acciones cotidianas que en realidad son defensas emocionales.
Todos los usamos. Aquí algunos ejemplos comunes que podrías estar viviendo hoy sin saberlo:
- Racionalizar todo: Justificar lo que te duele (“no me afectó tanto”) en lugar de permitirte sentir.
- Reírte de lo serio: Usar el humor como escudo, especialmente cuando hay incomodidad o tristeza.
- Estar siempre ocupado: Llenarte de tareas para no tener tiempo de mirar hacia adentro.
- Evitar conversaciones profundas: Cambiar de tema o silenciarte para no abrir emociones vulnerables.
- Querer controlarlo todo: Necesitar tener el control de cada situación para no sentirte en peligro.
- Idealizar a los demás: Ver solo lo bueno para no enfrentar posibles decepciones.
- Negar lo evidente: Hacer como si nada estuviera pasando, cuando por dentro todo grita.
¿Por qué usamos estos mecanismos?
La mayoría se origina en la infancia, especialmente si crecimos en entornos con:
- Falta de afecto o presencia emocional.
- Rechazo, crítica o invalidación.
- Traumas o situaciones dolorosas sin acompañamiento.
- Exigencias de perfección, dureza o autosuficiencia.
Aprendimos que era más seguro no sentir, no pedir, no molestar. Y esas heridas no desaparecen: se transforman en formas sutiles de protección.
Las consecuencias de vivir siempre a la defensiva.
Aunque en un momento nos sirvieron, si los mecanismos de defensa se vuelven automáticos o permanentes, pueden traer consecuencias como:
- Desconexión emocional (no saber qué sientes).
- Relaciones superficiales o conflictivas.
- Ansiedad, insomnio o malestares físicos sin explicación.
- Sensación de vacío o estancamiento personal.
- Auto sabotaje constante (como si no merecieras estar bien).
¿Cómo empezar a soltarlos?
La clave no es eliminar estas defensas, sino hacerlas conscientes. Aquí algunos pasos prácticos:
- Obsérvate con honestidad y sin culpa. ¿Qué reacción tuviste hoy que podría haber sido una defensa?
- Reconoce que en el pasado lo necesitaste. Agradece que te protegió, pero ya no estás en aquel lugar.
- Habla de lo que sientes. Escoge personas seguras. La vulnerabilidad es medicina.
- Busca espacios terapéuticos. Un proceso psicológico puede ayudarte a transformar esas defensas en fortalezas reales.
- No te apures. Sanar no es corregirte, es conocerte.
El arte de vivir sin esconderse.
No estamos rotos. Solo estamos aprendiendo a vivir sin armaduras que ya no necesitamos. Liberarnos de las defensas emocionales es un acto de valentía, de amor propio y de profunda dignidad.
Porque al final del día, lo que más nos sana no es dejar de sentir, sino sentir con verdad… y sabernos a salvo en ello.
«Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.» Salmo 34:18:
Si necesitas apoyo psicológico especializado virtual individual o terapia de pareja, comunícate conmigo.
Dra. Elizabeth Rondón.
Tlf. +583165270022
Correo electrónico: Elizabethrondon1711@gmail.com
