

ECOS DEL ALMA QUE AFECTAN LA IDENTIDAD Y EL AMOR.
Desde la infancia, el padre representa uno de los primeros vínculos que una niña establece con el mundo externo. Es un espejo de reconocimiento, de validación y también una guía para la autonomía. Cuando ese vínculo es deficiente, confuso o doloroso, deja huellas que muchas veces se arrastran hasta la vida adulta, influyendo en la autopercepción, los vínculos afectivos y la manera de confiar en la vida.
¿Qué es la herida del padre?
Se entiende como una herida emocional profunda causada por la falta de presencia física, emocional o afectiva del padre. Puede originarse por abandono, rechazo, violencia, indiferencia, autoritarismo o una presencia inconsistente. No siempre es un padre ausente físicamente: a veces está, pero no está disponible emocionalmente.
Manifestaciones de la herida del padre en la mujer adulta.
- Baja autoestima y búsqueda constante de aprobación externa: La mujer con esta herida puede sentir que no es suficiente, que debe esforzarse demasiado para ser amada, vista o valorada.
- Dificultades en las relaciones con hombres: Tiende a atraer parejas emocionalmente distantes, frías o poco comprometidas, repitiendo el vínculo primario con el padre. A veces, también puede idealizar figuras masculinas o rechazar completamente el contacto con ellas.
- Miedo al abandono y ansiedad relacional: La ausencia o la inestabilidad del padre genera inseguridad afectiva, que puede transformarse en una necesidad de controlar, complacer o evitar relaciones para no sufrir nuevamente.
- Auto boicot en proyectos personales: Si no recibió validación y apoyo en sus capacidades, puede dudar de sí misma y sabotear su propio crecimiento profesional o emocional.
- Hiper masculinización o desconexión de la energía femenina: Algunas mujeres desarrollan un carácter rígido, controlador o excesivamente racional como defensa frente al dolor, dificultando la conexión con su vulnerabilidad, sensibilidad o intuición.
Sanar la herida del padre: un camino de vuelta a sí misma
La sanación no siempre implica una reconciliación externa, pero sí una reconexión interna. Algunos pasos en este proceso pueden incluir:
- Reconocer la herida sin culpa ni negación.
- Trabajar en la autoestima y el merecimiento.
- Reprogramar creencias sobre el amor, el valor personal y la autoridad.
- Distinguir entre el padre real y el padre simbólico (ese ideal que se esperaba y no fue).
- Perdonar, no como un acto de olvido, sino como una liberación del vínculo tóxico con el pasado.
Una nueva mirada al vínculo masculino.
Sanar la herida del padre permite que la mujer pueda vincularse desde un lugar más sano y consciente, tanto con los hombres como con su parte interna masculina (capacidad de actuar, decidir, sostenerse a sí misma). Es un proceso liberador que abre la posibilidad de elegir relaciones basadas en el respeto, la libertad emocional y el amor recíproco.
“Y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:7)
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Dra. Elizabeth Rondón.
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