RECONSTRUYENDO LA IDENTIDAD DESDE LA RAÍZ.
En el corazón de muchos hombres adultos habita una herida silente: la del padre ausente, crítico, violento o emocionalmente inaccesible. Aunque a menudo ignorada o disfrazada bajo actitudes de fortaleza o autosuficiencia, esta herida marca profundamente la construcción de la identidad masculina, la forma de amar y el modo en que el hombre se relaciona consigo mismo y con los demás.
¿Qué ocurre cuando también hay una herida paterna?
Cuando a una posible herida materna se suma una figura paterna debilitada, la carencia emocional se intensifica. El hombre crece sin referentes sólidos de amor, contención ni estructura. No encuentra un modelo interno claro de cómo habitar su rol como hombre, pareja, padre o líder, y suele cargar con una sensación de desarraigo afectivo.
Este vacío suele traducirse en:
- Idealización del amor romántico como única fuente de seguridad emocional.
- Patrones de dependencia o apego ansioso, buscando que la pareja supla la figura protectora que faltó.
- Confusión o rigidez en su rol de hombre, cayendo en extremos de control o evasión.
- Expresiones encubiertas de dolor emocional, como la apatía afectiva, el auto sabotaje o la hiper independencia.
¿Qué forma toma esta herida?
El hombre con herida paterna puede presentar actitudes contradictorias: aparentar seguridad, pero temer ser insuficiente; mostrarse fuerte, pero evitar la vulnerabilidad; buscar vínculos, pero temer la intimidad. Esta herida no solo afecta sus relaciones, sino también su sentido de propósito, su autoestima y su relación con la autoridad y los límites.
En muchos casos, la herida paterna se convierte en una lucha interna entre el niño que necesitaba ser visto y el adulto que teme ser débil.
Sanar la herida de los padres: un acto de dignidad emocional.
Reconocer esta herida no es un gesto de victimismo, sino de madurez emocional y valentía interna. Sanar no significa negar el pasado ni buscar culpables, sino resignificar la historia personal y recuperar el derecho a sentirse, expresarse y reconstruirse.
Algunas claves para iniciar este camino de sanación:
- Reconocer el dolor sin culpas:
Aceptar que hubo carencias o heridas no implica atacar a los padres, sino dar lugar a lo que se vivió y validar el impacto emocional.
- Reeducarse emocionalmente:
Muchos hombres nunca aprendieron a identificar sus emociones, mucho menos a expresarlas. Sanar implica aprender a nombrar, sostener y comunicar lo que se siente, sin vergüenza ni temor al juicio.
- Fortalecer la autoestima desde el autocuidado:
No se trata solo de sentirse bien, sino de hacerse cargo del bienestar físico, mental y emocional. La acción consciente fortalece la identidad.
Romper el mito del “hombre fuerte que no siente” o el de “los hombres no lloran”.
Sanar es desarmar los viejos mandatos del patriarcado que equiparan sensibilidad con debilidad. Acompañarse terapéuticamente, pedir ayuda o entrar en procesos de crecimiento personal no es señal de fragilidad, sino de verdadero coraje.
Reconstruir la figura interna del padre.
Sanar la herida paterna no siempre implica reconciliación externa. A veces, el padre ya no está o no puede cambiar. Pero sí es posible reconstruir la figura interna del padre: un arquetipo de contención, autoridad positiva y guía interior. Este proceso permite que el hombre pueda convertirse en su propio sostén, en su propio referente de respeto y dirección.
“No fui quien necesitaba ser para recibir el amor de mi padre. Pero hoy soy quien necesito para amarme, sostenerme y seguir creciendo.”
El hombre que se atreve a mirar su herida, la honra, la integra y la transforma, no solo sana para sí, sino también para las generaciones que vienen. Sanar la herida del padre es restaurar el linaje masculino desde la conciencia, el respeto y el amor propio.
Si necesitas apoyo psicológico especializado virtual individual o terapia de pareja, comunícate conmigo.
“Los hijos son una herencia del Señor, y la descendencia, una recompensa suya.” (Salmo 127:3)
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Dra. Elizabeth Rondón.
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Correo electrónico: Elizabethrondon1711@gmail.com
