

ENTRE LA METÁFORA DE SU EXTINCIÓN Y LOS DESAFÍOS CONTEMPORÁNEOS.
La frase «la familia está en peligro de extinción» no debe entenderse de forma literal, sino como una metáfora potente que refleja las profundas transformaciones que experimenta este núcleo fundamental de la sociedad. Lejos de desaparecer físicamente, la familia está cambiando en su estructura, valores, roles y dinámicas, lo que ha despertado preocupación en distintos sectores, especialmente entre quienes ven en el modelo tradicional un ideal que se desvanece.
De la familia nuclear a la diversidad de formas.
Uno de los principales cambios observables es la diversificación de los modelos familiares. A la clásica familia nuclear (padre, madre e hijos) se suman hoy familias monoparentales, homoparentales, reconstituidas, convivencias informales y redes de cuidado entre personas no emparentadas. Esta ampliación del concepto de familia, aunque enriquecedora, ha generado tensiones con la visión tradicional, especialmente con la concepción de la familia como «plan original de Dios».
Otro fenómeno significativo es el aumento de personas que eligen no casarse ni tener hijos, lo que impacta directamente en la tasa de natalidad y en la forma de entender la vida familiar. Paralelamente, la movilidad geográfica y las relaciones a distancia, producto de la globalización y las exigencias laborales o académicas, dificultan la cohesión familiar y limitan los espacios de convivencia.
Nuevas tecnologías y relaciones virtuales.
Las redes sociales y las tecnologías de la información han modificado radicalmente la manera en que las personas se comunican. En el contexto familiar, si bien pueden facilitar el contacto a distancia, también han introducido nuevos desafíos: desconexión emocional, aislamiento dentro del hogar y conflictos generacionales frente al uso de dispositivos. La tecnología ha cambiado no solo el cómo nos comunicamos, sino también el cuánto y con qué profundidad.
Factores que alimentan la percepción de crisis.
Más allá de los cambios estructurales, existen factores sociales, económicos y culturales que alimentan la idea de que la familia atraviesa una crisis:
- Cambios en los valores y prioridades: se observa un fuerte énfasis en la individualidad, la autorrealización y la autonomía personal, lo cual puede entrar en tensión con la vida familiar, que requiere compromiso, renuncias y cooperación.
- Inestabilidad económica y laboral: la precariedad en el empleo, el desempleo o los bajos ingresos generan altos niveles de estrés y conflictos intrafamiliares, erosionando la estabilidad del hogar.
- Miedo al compromiso y al futuro: muchas personas, especialmente jóvenes, expresan temor a formar una familia por la incertidumbre económica, emocional y social que enfrentan.
- Diversidad ideológica y cultural: la evolución de las ideas sobre género, sexualidad y relaciones interpersonales ha generado tensiones entre generaciones y dentro de los propios hogares, lo que pone a prueba la tolerancia, el respeto y la adaptabilidad de las familias.
¿Cómo proteger y fortalecer a la familia?
Ante este panorama cambiante, no se trata de resistirse a los cambios, sino de fortalecer los lazos familiares desde una comprensión más amplia, inclusiva y realista del concepto de familia. La protección de este núcleo social implica acciones concretas:
- Fomentar la comunicación abierta: Establecer espacios regulares para conversar y resolver conflictos ayuda a mantener la conexión emocional. El diálogo sincero previene malentendidos y fortalece la confianza.
- Promover valores sólidos: El amor, el respeto, la solidaridad, la empatía y la corresponsabilidad deben enseñarse con el ejemplo y reforzarse cotidianamente.
- Compartir tiempo de calidad: Pasar tiempo juntos, celebrar rituales familiares, crear recuerdos positivos y realizar actividades compartidas son prácticas esenciales para afianzar el sentido de pertenencia.
- Expresar el afecto: Pequeños gestos como abrazos, palabras de cariño y atenciones diarias nutren el vínculo emocional y previenen el distanciamiento.
- Establecer normas y límites: Los límites claros, acordes con la edad y las necesidades de los miembros, brindan seguridad y enseñan responsabilidad. Deben ir acompañados de coherencia y respeto mutuo.
- Cuidar el hogar físico y emocional: La familia necesita un entorno seguro, no solo en términos materiales, sino también emocionales. Proteger el hogar implica también prepararse para el futuro, con educación financiera, acceso a servicios de salud y herramientas para enfrentar crisis.
En conclusión, la familia no está desapareciendo, está evolucionando. El desafío está en acompañar estos cambios sin perder de vista su valor esencial como espacio de afecto, contención, formación y sentido. Más que resistir el cambio, se trata de adaptarse con conciencia y responsabilidad, cultivando vínculos sólidos en medio de una sociedad en constante transformación. Porque si bien las formas varían, el anhelo humano de pertenecer, amar y ser amado sigue tan vigente como siempre.
6” Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Deuteronomio 6:6-7 (Reina-Valera 1960).
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Dra. Elizabeth Rondón.
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