
EL ENEMIGO SILENCIOSO DE LA SALUD EMOCIONAL Y FÍSICA.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes. Sin embargo, cuando esta respuesta se prolonga en el tiempo y se convierte en una constante en la vida diaria, hablamos de estrés crónico, una condición que puede afectar gravemente la salud física, emocional y mental.
Tipos de estrés: ¿Cuál estás experimentando?
Existen tres tipos principales de estrés, cada uno con sus propias características:
- Estrés agudo: Es una respuesta inmediata y de corta duración ante una situación puntual, como hablar en público o rendir un examen. Aunque puede ser incómodo, generalmente no es perjudicial.
- Estrés agudo episódico: Se presenta cuando el estrés agudo ocurre con frecuencia. Suele afectar a personas con una vida acelerada, que se sienten constantemente bajo presión.
- Estrés crónico: Es el más dañino. Se produce cuando una persona vive durante meses o incluso años en un estado constante de tensión. Puede derivarse de situaciones como problemas laborales, conflictos familiares, enfermedades prolongadas o situaciones económicas difíciles.
¿Cómo se manifiesta el estrés?
El estrés no solo se siente en la mente: se expresa en el cuerpo y en el comportamiento. Reconocer sus señales es clave para actuar a tiempo.
Síntomas físicos:
- Dolores de cabeza frecuentes
- Tensión muscular, especialmente en cuello y espalda
- Trastornos digestivos
- Fatiga persistente
- Insomnio o sueño interrumpido
- Palpitaciones o sensación de ahogo
- Síntomas emocionales
- Irritabilidad y mal humor
- Ansiedad constante
- Tristeza o sensación de vacío
- Dificultad para concentrarse
- Baja autoestima
Síntomas conductuales:
- Aislamiento social
- Consumo excesivo de alcohol, tabaco o comida
- Cambios en los hábitos de sueño o alimentación
- Procrastinación o desorganización
Manejo del estrés: herramientas para recuperar el equilibrio.
Aunque el estrés forma parte de la vida, no debemos acostumbrarnos a vivir con él. Aprender a gestionarlo es una prioridad para cuidar nuestra salud integral. Estas son algunas estrategias eficaces:
- Identifica tus fuentes de estrés: Llevar un diario emocional o simplemente observar qué situaciones te generan más tensión puede ayudarte a comprender tus patrones.
- Establece límites saludables: Aprende a decir “no” sin culpa y a priorizar lo que realmente importa.
- Organiza tu tiempo: La planificación reduce la sensación de caos y aumenta la sensación de control.
- Ejercítate regularmente: La actividad física libera endorfinas, mejora el ánimo y reduce el estrés acumulado.
- Cuida tu descanso: Dormir entre 7 y 8 horas por noche ayuda a tu cuerpo a recuperarse y fortalece tu sistema inmune.
- Aliméntate de forma consciente: Evita el exceso de cafeína, azúcares refinados y alcohol. Prefiere alimentos naturales y nutritivos.
- Incorpora técnicas de relajación: Meditación, respiración profunda o incluso un paseo en la naturaleza pueden ayudarte a reconectar contigo mismo.
- Busca apoyo emocional: Conversar con personas de confianza o acudir a terapia puede marcar la diferencia cuando el estrés se vuelve abrumador.
Cuando el estrés requiere ayuda profesional.
Si los síntomas del estrés crónico persisten y afectan tu capacidad de disfrutar la vida, es fundamental buscar apoyo psicológico. Un terapeuta puede ayudarte a comprender la raíz de tus emociones, desarrollar nuevas herramientas de afrontamiento y construir un camino hacia el bienestar duradero.
Recuerda: Vivir con estrés no debería ser la norma. Escuchar al cuerpo, atender las emociones y priorizar el autocuidado es una decisión valiente y necesaria. La salud mental también importa.
«Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.» Filipenses 4:6-7 (Reina-Valera).
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Dra. Elizabeth Rondón.
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