

Las palabras que usamos con nuestros hijos pueden marcar su autoestima y su desarrollo emocional de por vida. Si alguna vez te has sorprendido diciendo frases que escuchaste en tu infancia, no eres el único. En momentos de cansancio, estrés o simplemente por inercia, nos salen expresiones automáticas que pueden ser mucho más dañinas de lo que imaginamos.
Ser madre o padre no es tarea fácil y nadie te da un manual, pero sí está en nuestra mano identificar y evitar determinados mensajes negativos. Cambiar estas frases por otras más constructivas es un pequeño gran paso hacia una crianza más consciente, respetuosa y empática. Aquí repasamos exhaustivamente las frases más perjudiciales, su impacto y alternativas basadas en la evidencia psicológica y la experiencia educativa.
¿Por qué es tan importante cuidar nuestras palabras con los hijos?
Las emociones y el autoconcepto de los niños están en plena construcción, y lo que oyen de sus padres se convierte en parte de su diálogo interno. No solo entienden el significado literal, sino que sienten la intención, el tono y la frecuencia de los comentarios. Un simple “no llores” puede hacerles sentir que no está bien expresar emociones. Una comparación con hermanos o amigos puede sembrar inseguridades persistentes. Por eso, cada palabra cuenta y más aún cuando se repiten de forma habitual.
Los expertos coinciden en que muchas expresiones cotidianas minan la autoestima, la motivación y la confianza de los niños. Además, sabemos que la infancia y la adolescencia son etapas críticas en el desarrollo de habilidades emocionales, sociales y cognitivas. La comunicación con nuestros hijos debe ser base de respeto, firmeza y empatía, ayudándoles a crecer como personas autónomas y seguras de sí mismas.
Frases que NUNCA deberías decir a tus hijos (y alternativas sanas y constructivas)
1. “Ten cuidado”
Pedir constantemente a los niños que tengan cuidado puede transmitirles miedo o inseguridad, y distraerles justo cuando más concentración necesitan. Aunque el objetivo es protegerlos, esta frase no ayuda a que aprendan por sí mismos. En vez de advertirles de forma genérica, prueba con “Estoy aquí si me necesitas”. Así refuerzas su autonomía y les das confianza sabiendo que cuentan con tu apoyo.
2. “Déjame ayudarte” / “Déjame hacerlo yo”

Tender a sobreproteger a los hijos, resolviéndoles siempre los problemas, mina su confianza y les envía el mensaje de que no son capaces por sí mismos. Lo esencial es fomentar su autonomía. Remplaza estas frases por “¿Quieres intentarlo tú? Estoy aquí si necesitas ayuda” o “¿Cómo crees que puedes hacerlo?”. De esta forma, les ayudas a desarrollar habilidades de resolución de problemas y refuerzas su independencia.
3. “Lo hiciste bien, pero podrías hacerlo mejor” / “Deberías haberlo hecho mejor”
Añadir un “pero” tras un elogio resta valor al esfuerzo del niño e instala la percepción de que nunca es suficiente. Esta costumbre puede hacer que asocien la aprobación con el rendimiento, no con el esfuerzo ni la intención. Es preferible decir “Me ha encantado cómo lo has hecho, y seguro que sigues mejorando con la práctica”. Así refuerzas una mentalidad de crecimiento y les animas a seguir intentándolo sin miedo a equivocarse.
4. “No comas eso o vas a engordar”
Hablar del peso de manera negativa en la infancia tiene consecuencias muy dañinas para la autoestima y la relación con la comida. En lugar de centrarte en el aspecto físico, fomenta el aprendizaje sobre alimentación saludable: “Es bueno disfrutar de este alimento de vez en cuando, pero los alimentos que más energía nos dan para jugar y aprender son los sanos”. Así promueves hábitos positivos y previenes la aparición de complejos.
5. “No es tan importante” / “Deja de ser un bebé” / “Eso es una tontería”
Invalidar las emociones de los niños, por pequeñas que parezcan desde nuestra perspectiva, hace que sientan que no pueden expresarse con libertad. Escuchar activamente y mostrar empatía es la clave: “Cuéntame cómo te sientes, estoy aquí para escucharte” o “Entiendo que para ti esto es importante. ¿Quieres hablar de ello?”. De este modo, reconoces sus emociones y das espacio a la confianza y la inteligencia emocional.
6. “¿Por qué no eres como tu hermano?” / “Mira cómo lo hace tu amigo”
Las comparaciones, aunque sean bienintencionadas, generan rivalidades, resentimiento y sensación de insuficiencia. Cada niño es único y debe crecer sintiéndose valorado por lo que es, no por lo que otros hacen. Es mejor resaltar sus avances individuales, por ejemplo: “Me gusta mucho cómo has hecho esto, has puesto mucho esfuerzo” o “Cada uno tiene sus puntos fuertes, lo importante es que descubras los tuyos”.

7. “Si haces eso no te voy a querer” / “Estoy harta de ti”
El amor paternal debe ser incondicional, y frases que sugieren que se puede perder el cariño por portarse mal son devastadoras para la seguridad emocional de un hijo. Cambia a “Si haces eso me pondré triste porque no es adecuado, pero te quiero siempre”. Se pueden corregir conductas sin poner en duda el afecto ni recurrir a mensajes de abandono emocional.
8. “Te voy a dar un azote” / “No me hables así que te cruzo la cara”
El castigo físico o la amenaza de violencia genera miedo, rabia y enseña a resolver conflictos a través de la fuerza, además de deteriorar la autoridad real. Mejor delimita claras consecuencias: “Si vuelves a hacer esto, tendremos que hablar sobre las consecuencias”. Es vital marcar límites sin recurrir nunca a la violencia ni a la humillación.
9. “Si sigues así te la vas a ganar” / “Si no haces esto, te voy a castigar”
Las amenazas vacías o vagas no fijan límites claros y generan confusión, además de afectar a la confianza en los padres. En vez de eso, explícales las consecuencias con detalle: “Si pintas en la pared otra vez, no podrás ir al parque el fin de semana”. Los niños necesitan normas coherentes y consecuencias proporcionadas para aprender de verdad.

10. “No hagas eso”
Decir simplemente “no hagas eso” sin explicar por qué ni ofrecer alternativas deja a los niños sin recursos para actuar de manera positiva. Es mucho más eficaz sugerir conductas alternativas: “No pintes en la pared porque después cuesta mucho limpiarlo, aquí tienes un folio para dibujar”. Así les enseñas a redirigir la energía y a buscar soluciones.
11. “Es tu problema, arréglalo tú” / “Si te pegan, tú pegas”
Estas frases pueden hacer que los niños sientan que no pueden contar con sus padres cuando tienen un problema y que la violencia es aceptable para resolver conflictos. Escucha primero lo que ha ocurrido y acompáñales en la búsqueda de soluciones: “¿Qué ha pasado? Vamos a pensar juntos cómo puedes responder la próxima vez”. Así fomentas su autonomía pero les demuestras que siempre pueden recurrir a ti como apoyo.
12. “Pregúntaselo a tu madre/padre”
Derivar la responsabilidad de las decisiones a la otra figura parental puede crear confusión y minusvalorar la autoridad de uno de los progenitores. Lo más sano es responder en ese momento, mostrando unidad: “Puedo ayudarte a decidirlo y si hace falta lo hablamos juntos”. La coherencia y la comunicación entre ambos padres es fundamental.
13. “Déjame en paz” / “No puedo más contigo”
Frases de este tipo, sobre todo acompañadas de gritos o gestos de rechazo, pueden ser devastadoras para la autoestima del niño. Si necesitas un momento para ti, explícalo con calma: “Ahora necesito terminar esto, en cuanto acabe hablamos con tranquilidad”. Incluso puedes recurrir a la técnica del disco rayado, repitiendo el mensaje amablemente hasta que lo interioricen sin necesidad de enfados.
14. “No llores” / “No pasa nada” / “No hay que tener miedo” / “No seas bebé”
Prohibir el llanto o menospreciar el miedo invalida los sentimientos de tus hijos y puede provocar que repriman sus emociones. El llanto es normal y necesario para liberar emociones. Lo mejor es acompañarles y ayudarles a identificar lo que sienten: “¿Quieres contarme qué te pasa? Estoy aquí para ayudarte siempre que lo necesites”. Así les enseñas que expresar sentimientos no solo es natural, sino saludable.
15. “Eres un niño malo” / “Eres tan…” / “Eres un vago/torpe/desastre”
Etiquetar a los niños de forma negativa refuerza esas conductas y daña profundamente su identidad y autoestima. En vez de etiquetar, habla sobre el comportamiento: “No me ha gustado lo que has hecho, ¿cómo podríamos solucionarlo?”. Así separas la conducta de la persona y les das herramientas para mejorar sin sentirse defectuosos.

16. “Aprende de tu hermano” / “Mira a tu primo/amigo”
Las comparaciones nunca motivan de forma real y solo generan rivalidad y sensación de no ser suficiente. Es preferible orientar el mensaje hacia el reconocimiento individual: “Cada persona tiene algo especial, quiero ayudarte a descubrir lo que te hace único”. Fomentar la individualidad fortalece la autoconfianza.
Cómo construir una comunicación positiva en casa
Acepta que equivocarse es parte del aprendizaje, tanto para los hijos como para los padres. Lo importante es reconocer los errores y rectificar. Pedir perdón si has cometido un fallo es un ejemplo muy valioso para ellos.
No se trata de eliminar las normas ni de ser permisivos, sino de comunicar desde el respeto y la firmeza. Explica los motivos detrás de cada límite y escucha la opinión de tus hijos, especialmente durante la adolescencia. Mostrar disponibilidad para el diálogo, validar emociones y tener paciencia es esencial para fortalecer la relación y educar desde el ejemplo.
El lenguaje positivo, la empatía y la coherencia entre ambos progenitores ayudan a crear un ambiente seguro donde los niños pueden crecer con confianza y equilibrio emocional.
Reconoce que las expresiones que usas con tus hijos no siempre son fáciles de controlar, y eso está bien. Lo importante es ser consciente y querer mejorar, ya que una comunicación respetuosa y amorosa construye vínculos sólidos y fomenta el bienestar emocional.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/frases-que-nunca-deberias-decir-a-tus-hijos/
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