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Bogotá. — Con la bandera de Colombia ondeando detrás y un Salón Elíptico colmado de aplausos, abucheos y murmullos, el presidente Gustavo Petro protagonizó este 20 de julio uno de los discursos más extensos y desafiantes de su mandato. Durante más de dos horas, el jefe de Estado repasó logros, reconoció desafíos y lanzó un mensaje que resonó como advertencia y reafirmación: Colombia avanza, aunque a algunos les incomode.
Las claves del discurso: economía, salud y seguridad
Petro llegó puntual, flanqueado por su bancada y observado de cerca por una oposición dispuesta a interrumpir cada frase que incomodara. Subió al atril entre vítores y silbidos, consciente de que sería su última instalación de Congreso como presidente de la República. Desde la primera línea dejó claro que no sería un discurso de trámite. Se preguntó —y preguntó al país— qué es la democracia, quién la defiende y quién la deforma. “El primer grito de libertad se dio por la participación popular, por una consulta y una decisión. Eso se llama democracia. ¿Se puede llamar democracia a un modelo de esclavitud?”, interpeló con dureza.
Petro hiló su narrativa recorriendo la historia de violencia, exclusión y concentración de poder que —según él— aún marcan a Colombia. “Nosotros perdonamos. No odiamos a quienes nos torturaron. La prueba es que aquí nadie puede decir que este presidente ordenó interceptar comunicaciones de congresistas de oposición. No se puede llamar democracia cuando la oposición termina perseguida”, sentenció, dejando en el aire una comparación tácita con capítulos oscuros de la política nacional.
Los números con los que Petro se plantó ante la oposición
Uno de los puntos más sólidos de su intervención fue el balance económico: “Hemos logrado la inflación más baja desde 2021, bajando el costo de vida para los más pobres, no para los banqueros”, dijo, enfatizando que su prioridad sigue siendo la justicia social. Mencionó la reducción del desempleo juvenil al 15,7%, la cifra más baja en una década, y destacó que cerca de 600.000 colombianos consiguieron empleo en el último año.
No evitó comparaciones. Recordó que mientras en gobiernos anteriores la entrega de tierras apenas sumó miles de hectáreas, su administración ya ha gestionado más de 600.000 y formalizado 1,7 millones para campesinos y comunidades étnicas. “En el Gobierno de Iván Duque se compraron apenas 1.020. En el de Santos, 8.625. Nosotros estamos cumpliendo el Acuerdo de Paz que otros dejaron a medias”, lanzó, mientras miradas de escepticismo se cruzaban entre bancadas.
El presidente defendió además la recuperación del tren como emblema de un Estado que conecta y repara regiones históricamente relegadas: “El tren vuelve a la vida. 32.000 empleos directos, una revolución logística. El país no puede depender solo de carreteras colapsadas”, afirmó.
Un sistema de salud asfixiado y la apuesta por la reforma
Uno de los tramos más tensos fue el dedicado a la crisis de las EPS y la deuda millonaria con clínicas y hospitales. “Implementando el sistema preventivo, el ministro Guillermo Alfonso Jaramillo ha logrado reducir un 39 % la mortalidad infantil. Eso no es discurso, son vidas”, señaló, pidiendo un aplauso que se mezcló de inmediato con los gritos de rechazo de la oposición.
Petro no esquivó las críticas: “Sufro gobernando este país, no soy como otros que se llenaban de lujos. La codicia solo lleva a la muerte”. Insistió en que la reforma a la salud debe salir adelante este año y anunció decretos para mitigar la escasez de medicamentos y optimizar la logística hospitalaria.
Seguridad y Fuerzas Armadas: luces y sombras
En el tramo final, el mandatario defendió su gestión en seguridad con cifras que, aseguró, desmontan el discurso del caos. Habló de un descenso en hurtos, secuestros, extorsión y violencia intrafamiliar, aunque reconoció que el homicidio sigue siendo el desafío más complejo. Subrayó el fortalecimiento de la Policía y el Ejército, con nuevos equipos y mejores salarios para el personal uniformado, los mayores —según dijo— en 15 años.
“No más esclavitud, no más feudalismo, no más ignorancia, no más mentira. Empezó la república democrática y popular profundamente viva. Colombia es y será la potencia mundial de la vida”, remató, visiblemente emocionado.
El eco que deja el discurso
Mientras la oposición insiste en denunciar retrocesos y contradicciones —como el hecho de que Colombia siga siendo el mayor productor de cocaína del mundo, según Naciones Unidas—, Petro se muestra decidido a jugar su última carta en la recta final de su mandato: la promesa de consolidar reformas profundas, ampliar el acceso a la educación superior, empujar la transición energética y mantener viva su idea de “paz total”, con ocho procesos de diálogo en marcha.
Entre vítores, reclamos y eslóganes cruzados, el Salón Elíptico fue testigo de un discurso que, más allá de cifras y promesas, refleja la pulseada de un país que sigue debatiéndose entre la ilusión del cambio y la incertidumbre por su rumbo. Petro, por ahora, parece decidido a recordarle a cada colombiano —y a cada crítico— que el tren, la tierra, la educación y la justicia social no son promesas sueltas: son la marca de su proyecto político.
Queda por ver si, en su último año, el mandatario logra que esas palabras se conviertan en legado. Por ahora, con un Congreso dividido, la ruta no será fácil. Pero si algo dejó claro Gustavo Petro esta semana es que no piensa bajarse del tren antes de llegar a la última estación.
