

Imagen cortesía Red de Prensa
El naufragio de Laura Sarabia: la jugada oscura de los pasaportes que devoró a la poderosa alfil de Petro
Lo que comenzó como una salida astuta para salvar un contrato terminó siendo la soga política que derrumbó a Laura Sarabia, la funcionaria más cercana y protegida del presidente Gustavo Petro. Hoy, los pasillos de la Casa de Nariño rumorean sin tapujos: Sarabia cayó víctima de su propia maniobra. Un documento confidencial de la Embajada de Portugal -irrebatible- la dejó sin margen de escape.
La historia, a estas alturas, no admite edulcorantes: Sarabia, recién nombrada canciller en enero pasado, recibió de su antecesor Luis Gilberto Murillo un acuerdo casi cerrado con la Imprenta Nacional de Portugal y Francia para garantizar la producción de pasaportes. El presidente Petro, obsesionado con desmontar contratos eternos con Thomas Greg & Sons, había dado la orden de sellar ese convenio para cortar de raíz la dependencia.
Pero Laura Sarabia, contra todo pronóstico, hizo exactamente lo contrario: tejió un laberinto de dilaciones, comités sin poder, reuniones estériles y objeciones legales de última hora. El plan era tan claro como riesgoso: frenar la nueva licitación, permitir que el tiempo jugara en contra y, ante la inminente crisis de documentos, presentar como única salida la declaratoria de urgencia manifiesta… y, por tanto, la prolongación automática del contrato con Thomas Greg & Sons.
Nada se filtró hasta que Alfredo Saade, el pastor costeño que Petro puso como jefe de despacho, entró a revisar los cajones de la Cancillería. Bastaron días para destapar el nudo: ni un solo contrato firmado con Portugal, apenas promesas de intención y una cadena de papeles que enredaban más de lo que aclaraban.
La bomba estalló con fecha exacta: 24 de junio de 2025. La Embajada de Portugal envió una comunicación confidencial al Ministerio de Relaciones Exteriores confirmando que el acuerdo estaba listo desde marzo. Incluso, detallaron que el Gobierno de Portugal había aprobado los términos en su diario oficial desde enero y que una delegación de alto nivel había viajado a Bogotá para cerrar flecos logísticos. La personalización de pasaportes -clave para la seguridad de millones de colombianos- estaba garantizada. Solo faltaba que la Cancillería pusiera la firma.

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Pero Sarabia no firmó. Entre el 5 de marzo y el 6 de junio, cuando la nueva canciller Yolanda Villavicencio heredó el incendio, la poderosa ministra prefirió congelar el proceso con objeciones presupuestales que nadie explicó. Fue el famoso “plan tortuga” que tantos le atribuyen. Un comité operativo se reunió seis veces para acelerar, pero no aceleró nada. La escasez de pasaportes empeoró, los consulados alzaron la voz y la narrativa de la urgencia empezó a cocinarse: no había tiempo para licitar, así que el viejo contratista seguiría facturando.
El 20 de junio, anticipándose a lo que ya olía a escándalo, Sarabia se lanzó a Twitter para apuntar sus dardos contra Murillo, su antecesor, acusándolo de improvisación y negligencia. Fue un error de cálculo fatal. La carta de Portugal la desnudó: no había improvisación, sino una maniobra fría y planificada para dejar todo en punto muerto.
Cuando Alfredo Saade asumió, solo necesitó atar cabos. Convocó a la prensa desde la Casa de Nariño y anunció, sin rodeos, que el acuerdo con Portugal sería reactivado directamente por la Presidencia. En su intervención, soltó un mensaje que retumbó en los corredores del poder: se acabó el chantaje de la urgencia manifiesta.
Laura Sarabia se apresuró a blindarse. Acudió a la Procuraduría para exponer una línea de tiempo que la absolviera de toda negligencia. Pero las fechas la aplastaron. Cuatro meses de vacío operativo no se explican con papeles de última hora. Tampoco ayudó que la misma carta de aceptación de su renuncia firmada por Petro dejara una frase demoledora: la codicia no puede derrotar la lealtad.
Así cayó la mujer que hasta hace poco era la voz más temida del despacho presidencial. Sarabia, que resistió vendavales políticos, filtraciones ilegales y seguimientos ilegítimos, tropezó con una maniobra que creyó impecable. Su error: subestimar la documentación oficial de una embajada europea y la determinación de un presidente que ya no estaba dispuesto a pagar costos políticos por contratos oscuros.
Hoy, la operación pasaportes se convierte en una prueba de fuego para el gobierno Petro. El país espera millones de documentos represados, consulados desbloqueados y un contrato transparente que, de verdad, saque a Thomas Greg & Sons de un negocio que parecía blindado a prueba de escándalos.
Laura Sarabia, por su parte, deberá explicar ante la opinión pública —y tal vez ante la justicia— por qué frenó un acuerdo internacional, sabiendo que la única beneficiada con la urgencia sería la firma que el mismo Petro prometió desmontar. Y aunque sus defensores insistan en que todo fue un malentendido técnico, la contundencia de las fechas, los documentos y el silencio del despacho que ella misma encabezaba la persiguen como una sombra que no se borra.
El naufragio de Sarabia, hoy, es una advertencia para todo el anillo de poder: quien desafíe una orden directa del presidente, tarde o temprano, termina enfrentándose al peso brutal de la verdad. En el ambiente Colombiano surgen preguntas y muchas , ¿ Habrá mucho mas que contar sobre esta exfuncionarias del gobierno Colombiano ? ! Amanecerá ¡
