

La alimentación ha experimentado un cambio radical en las últimas décadas, impulsada por la necesidad de inmediatez y la presencia de productos listos para consumir en nuestro día a día. Este fenómeno, muy facilitado por la globalización, la urbanización y las estrategias de marketing de la industria, ha hecho que los alimentos ultraprocesados formen parte esencial de la dieta de millones de personas. Sin embargo, la ciencia lleva tiempo alertando sobre los riesgos asociados a su consumo habitual, con consecuencias tanto a nivel individual como colectivo.
Los alimentos ultraprocesados se han colado en nuestras rutinas hasta el punto de suponer, en algunos países, más de la mitad de las calorías ingeridas cada día. Estos productos, a menudo baratos y con una vida útil muy prolongada, resultan atractivos por su sabor intenso y su facilidad de consumo. Pero, ¿a qué precio para nuestra salud? La evidencia actual revela un panorama preocupante, en el que estos alimentos destacan por su papel en el desarrollo de enfermedades crónicas y diversos problemas de salud.
¿Qué son los alimentos ultroprocesados?
Un alimento ultraprocesado es aquel que ha sido sometido a múltiples procesos industriales y contiene, además de ingredientes convencionales, un buen número de aditivos, conservantes, colorantes y otros compuestos artificiales. Según la clasificación NOVA, ampliamente reconocida en nutrición, estos productos representan el nivel más alto de procesamiento:
- Alimentos mínimamente procesados: frutas, verduras, carnes y pescados frescos, huevos, legumbres, etc., apenas alterados desde su origen natural.
- Ingredientes procesados: aceites, mantequilla, sal y azúcar, extraídos o refinados a partir de alimentos sin procesar.
- Alimentos procesados: aquellos que combinan ingredientes simples con productos frescos, como el pan, el queso, el jamón o las conservas.
- Alimentos ultraprocesados: productos como refrescos, bollería industrial, snacks, platos listos para calentar, galletas, cereales azucarados, salchichas, comidas rápidas y gran parte de la comida precocinada.
La característica común de los ultraprocesados es su elaboración a partir de una base alimenticia transformada, a la que se añaden grasas, azúcares, sal y gran variedad de aditivos para modificar sabor, textura y conservación. Por lo general, presentan numerosos ingredientes en su etiqueta, muchos de los cuales no se encuentran en una cocina doméstica tradicional.
Consumo de ultraprocesados: una tendencia en alza

El consumo de alimentos ultraprocesados crece sin freno en todo el mundo. Por ejemplo, en España, estos alimentos representan ya más del 20% de la dieta diaria, mientras que en países como Estados Unidos alcanzan casi el 58%. Los niños, adolescentes y adultos jóvenes son los principales consumidores, en parte por la accesibilidad y bajo precio de estos productos y por la influencia de la publicidad dirigida específicamente a ellos.
La penetración de los ultraprocesados está directamente relacionada con el aumento de la oferta de comida rápida, la vida urbana y la escasez de tiempo para cocinar. Incluso existen estudios que asocian el precio inferior de estos productos y su disponibilidad en tiendas de conveniencia o supermercados de barrio con su preferencia en comunidades de bajos recursos.
¿Por qué son tan atractivos?
Estos alimentos están diseñados para estimular nuestro cerebro y hacernos consumir más. La combinación de grasas, azúcares y sal —difícil de encontrar en la naturaleza de forma simultánea— junto con aromas, colorantes y potenciadores de sabor, hace que resulten sumamente palatables. Además, su textura blanda y su facilidad para comerlos en grandes cantidades eliminan en muchos casos las señales naturales de saciedad.
El marketing y la publicidad juegan un papel clave en fomentar su consumo, especialmente entre los más jóvenes. Envases atractivos, personajes infantiles y campañas publicitarias influyen en la decisión de compra y normalizan la presencia de estos productos en la dieta diaria. Según expertos en nutrición, la exposición a ultraprocesados desde edades tempranas puede incluso alterar las preferencias alimentarias.

Composición nutricional y aditivos
La composición de los alimentos ultraprocesados suele caracterizarse por un alto contenido en calorías, grasas no saludables, azúcares añadidos y sal, además de bajos niveles de fibra, vitaminas y minerales. También contienen aditivos como colorantes, saborizantes, edulcorantes artificiales y conservantes cuyo efecto a largo plazo en la salud todavía está siendo investigado.
- Azúcares refinados y simples: presentes en bebidas azucaradas, golosinas, cereales industriales y bollería, favorecen subidas rápidas de glucosa en sangre y aumentan el riesgo de obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y caries.
- Grasas trans y saturadas: se encuentran en margarinas, frituras, productos horneados y snacks industriales. Estas grasas elevan el colesterol LDL y disminuyen el HDL, lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
- Aceites vegetales refinados (como los de soya y maíz): su abuso puede favorecer la inflamación crónica y desequilibrios en la proporción de omega-6 y omega-3, con posibles consecuencias para la salud metabólica y el sistema inmune.
- Bajo aporte de micronutrientes y fibra: debido al refinado de ingredientes y la ausencia de alimentos completos, estos productos apenas contribuyen a cubrir las necesidades diarias de vitaminas, minerales y fibra dietética.
Consecuencias del consumo habitual de ultraprocesados para la salud
Numerosos estudios epidemiológicos y revisiones científicas han establecido sólidas asociaciones entre el consumo elevado de ultraprocesados y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. Aunque la mayoría de la evidencia proviene de estudios observacionales, existe un consenso cada vez mayor sobre su impacto negativo en múltiples sistemas del cuerpo:
Obesidad y sobrepeso
La alta densidad calórica, el abuso de grasas, azúcares y la escasa presencia de fibra hacen que los ultraprocesados estén vinculados al aumento de peso. Investigaciones han demostrado que una dieta rica en estos productos se relaciona con un riesgo de obesidad hasta un 55% más alto. Además, contribuyen al aumento de la grasa abdominal y al incremento del perímetro de cintura, factores asociados al desarrollo de enfermedades metabólicas.
Enfermedades cardiovasculares
El consumo regular de alimentos ultraprocesados se asocia con un incremento cercano al 50% en el riesgo de mortalidad cardiovascular. El exceso de grasas trans, saturadas y sodio favorecen la hipertensión, la dislipemia y la aparición de placas de ateroma, incrementando la probabilidad de infartos y accidentes cerebrovasculares.
Diabetes tipo 2
Las dietas basadas en productos ultraprocesados aumentan significativamente la incidencia de diabetes tipo 2, en parte por provocar resistencia a la insulina debido a los picos de glucosa y a la obesidad concomitante. Estudios recientes han confirmado que incluso una ingesta moderada (alrededor del 20% de las calorías diarias) puede elevar el riesgo de deterioro metabólico.
Enfermedades gastrointestinales y disbiosis intestinal
Investigaciones recientes han demostrado que los ultraprocesados alteran la composición y diversidad de la microbiota intestinal, favoreciendo la aparición de enfermedades digestivas y procesos inflamatorios crónicos. El bajo contenido en fibra junto a los aditivos y edulcorantes pueden favorecer el crecimiento de bacterias perjudiciales y la inflamación de la mucosa intestinal.
Trastornos mentales y deterioro cognitivo
Estudios publicados en revistas como BMJ y Nutrients han relacionado firmemente el consumo elevado de ultraprocesados con trastornos de ansiedad y depresión. Se ha estimado que quienes incluyen un 33% o más de ultraprocesados en la dieta tienen un 44% mayor de riesgo de depresión y un 48% más de ansiedad. Además, existen asociaciones relevantes con el deterioro cognitivo y una progresión más rápida hacia demencia, e incluso con síntomas prodrómicos de enfermedades neurodegenerativas como el párkinson.
Cáncer y mortalidad
El consumo continuo de ultraprocesados se relaciona con un incremento del riesgo de cáncer, especialmente de mama, ovario y colorrectal. El riesgo aumenta de forma proporcional a la cantidad ingerida y la duración en el tiempo. Los mecanismos propuestos incluyen la obesidad, el estado inflamatorio persistente, el efecto de aditivos y el bajo aporte antioxidante.
Adicción y sobreconsumo
Su naturaleza hiperpalatable y la estimulación intensa de los circuitos de recompensa cerebral explican la tendencia a consumirlos en exceso. Estudios con instrumentos como la Escala de Adicción a la Comida de Yale confirman que entre el 14% y el 20% de adultos pueden desarrollar comportamientos adictivos hacia estos productos, tasas comparables a la adicción al tabaco o alcohol.
Otros efectos negativos y consecuencias sociales

Además de los efectos directos sobre la salud, la expansión de los ultraprocesados repercute en otros aspectos:
- Impacto ambiental: su producción masiva contribuye notablemente a la generación de residuos, uso intensivo de recursos y emisiones de gases de efecto invernadero.
- Desplazamiento de alimentos saludables: cuanto más presentes están en la dieta, menos espacio queda para frutas, verduras, cereales integrales y otros alimentos frescos ricos en nutrientes.
- Desigualdad socioeconómica: las industrias dirigen su publicidad y producto a comunidades vulnerables, perpetuando problemas de salud relacionados con la alimentación.
¿Por qué es difícil dejar los ultraprocesados?
No es solo una cuestión de fuerza de voluntad: estos productos están diseñados para ser irresistibles y crear hábitos de consumo difícilmente modificables. El entorno alimentario actual favorece elecciones rápidas, sabrosas y baratas, lo cual dificulta acceder a opciones más saludables, especialmente en contextos de bajo poder adquisitivo o poca educación nutricional.
¿Qué hacen gobiernos, sociedad y sector alimentario?
A la vista de tanta evidencia, se han puesto en marcha múltiples iniciativas para revertir la tendencia, aunque aún queda mucho por hacer.
- Campañas de concienciación: impulsadas por organismos nacionales e internacionales (OMS, FAO…), buscan promover el consumo de alimentos frescos y advertir de los riesgos asociados a los ultraprocesados.
- Políticas fiscales y regulatorias: en algunos países existen impuestos a bebidas azucaradas, restricciones a la publicidad dirigida a menores, mejora del etiquetado y reducción del azúcar, sal o grasas en los productos.
- Reformulación de productos industriales: parte del sector alimentario está incorporando mejores prácticas, reduciendo ingredientes problemáticos y ofreciendo alternativas con menos aditivos y más información nutricional visible.
- Investigación científica y educación: la comunidad científica continúa explorando nuevas soluciones y divulgando los peligros de un consumo elevado de ultraprocesados.
¿Es posible llevar una dieta saludable hoy en día?
La clave está en centrar la alimentación en productos frescos y mínimamente procesados, planificar las compras y las comidas, y reducir la presencia de ultraprocesados en la dieta. Muchas guías alimentarias oficiales ya recomiendan limitar al máximo su consumo y priorizar alimentos de temporada, naturales y con listas de ingredientes cortas y reconocibles.
Reemplazar tentempiés y desayunos industriales por fruta, frutos secos, pan integral o preparaciones caseras, y apostar por la cocina básica, son estrategias sencillas que pueden marcar la diferencia a largo plazo.
Una alimentación basada en productos naturales y de temporada ayuda a mejorar la salud y a reducir el impacto ambiental, promoviendo un estilo de vida más sostenible y equilibrado.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/efectos-negativos-de-los-alimentos-ultraprocesados-en-la-salud/
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