Contrabando tóxico: agroquímicos cruzan libremente en la frontera Paraguay-Brasil-Argentina

TRIPLE FRONTERA. En uno de los epicentros mundiales del comercio ilegal, las fronteras sudamericanas se han transformado en una autopista del contrabando donde los productos agroquímicos emergen como el nuevo negocio estrella. La triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina es hoy escenario de un intenso y lucrativo tráfico internacional que desafía a las autoridades y se alimenta de la corrupción estructural.

Con epicentro en las ciudades de Ciudad del Este (Paraguay), Foz do Iguaçu (Brasil) y Puerto Iguazú (Argentina), esta zona ha sido históricamente un hervidero de delitos transfronterizos. A través del Puente de la Amistad —que conecta Paraguay con Brasil— circulan a diario más de 40 mil vehículos y 80 mil peatones, mientras que el Puente de la Fraternidad —entre Argentina y Brasil— registra unos 5 mil vehículos diarios. Esta hiperconectividad facilita el paso de mercancías ilegales que escapan a los controles oficiales.

En medio de este flujo constante, los agroquímicos se han consolidado como uno de los productos más incautados por las fuerzas policiales de Paraguay y Brasil. Los reportes oficiales indican un crecimiento sostenido de decomisos en los últimos años, lo que evidencia no solo la magnitud del negocio, sino también su rápida expansión en los circuitos delictivos de la región.

Detrás de este fenómeno se encuentra la connivencia de funcionarios corruptos, en particular del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (Senave), donde —según fuentes— vuelven a operar antiguos “recaudadores de la corona” que mantienen una actitud ciega, sorda y muda ante los flagrantes hechos de corrupción en la zona primaria.

La industria ilegal de los agroquímicos no solo representa un golpe al fisco, sino también un serio riesgo para la salud pública y el medioambiente, al ingresar al país productos sin control de calidad ni trazabilidad. La falta de controles reales y la tolerancia institucional convierten a la región en tierra fértil para el avance de mafias transnacionales que ven en este nicho una oportunidad de oro.

A medida que se sofistica el contrabando, la triple frontera sigue consolidándose como una de las principales puertas de entrada y salida del crimen organizado en Sudamérica, mientras las respuestas estatales siguen atrapadas entre la inercia, la corrupción y la impunidad.