

La higiene bucal es fundamental para la salud, ya que la boca es la puerta de entrada a nuestro cuerpo. El tamaño y las cerdas del cepillo, los enjuagues bucales y el hilo dental, la importancia de los dientes de leche, los alimentos que aumentan el riesgo de contraer caries, son algunos de los puntos que abordamos en esta nota.
Luján Amarilla, especialista en rehabilitación oral y estética, dijo que, si bien la estética es importante, lo primero que deberíamos buscar es la salud, más allá de vernos bien. Además, advirtió que hay una mala costumbre de esperar a que duela algo para ir a consultar.
Las caries son lesiones que van destruyendo los dientes mediante la desmineralización de los tejidos duros. La rapidez depende de muchos factores. Puede llegar hasta el centro, donde se encuentra el nervio y causar una infección.
“Se produce por bacterias que se alimentan de azúcares, cuando hacen esa digestión de los azúcares generan un ácido que desmineraliza los dientes y van quedando blanditos. Si avanza a un nivel crítico, el último recurso sería quitar el diente”, explicó la especialista, en una entrevista con el programa Residentas.
El desarrollo de la caries puede depender de muchos factores, pero es posible disminuir el riesgo de contraerlas, mediante la reducción del consumo de alimentos azucarados. No obstante, la higiene adecuada es la mejor prevención.
EL ERROR DE MINIMIZAR LOS DIENTES DE LECHE
Los dientes de leche son igual de importantes que los permanentes. Restarle importancia a la caries en un diente de leche es un error, ya que, de todas maneras, si avanza, debajo de su raíz ya está el permanente y la caries también puede llegar a él en caso de no recibir tratamiento.
“PASTA NEGRA”, ¿LA MEJOR?
Durante muchos años, el material más utilizado para la restauración fue la amalgama negra, por la dureza y durabilidad del material. Sin embargo, al ser metálico, con el tiempo va dañando silenciosamente los dientes. En ese sentido, lo aconsejable es reemplazarla por el material blanco.
CÓMO DEBE SER EL CEPILLO Y CADA CUÁNTO CAMBIARLO
Lo aconsejable es renovar el cepillo cada tres meses de uso. Además, en caso de llevarlo a un viaje, no volver a utilizarlo después, a fin de evitar un eventual ciclo de reinfección.
Los cepillos deben ser de cabeza pequeña y de cerdas suaves o extrasuaves, no duras. “Todos creen que, cuanto más duro es el cepillo, mejor limpia, pero no es así”, recalcó.
Muchos relacionan la correcta limpieza con la presión excesiva, sin embargo, antes que ayudar, esto lastima las encías y, además, daña el esmalte. Cuanto más pequeño es el cepillo, más fácilmente llega a las zonas de difícil acceso.
