

Imagen Ministro de Trabajo, Antonio Sanguino
En medio de un clima social cargado de tensiones y demandas acumuladas, Colombia vive hoy el inicio de un paro nacional de dos días que congrega a miles de trabajadores, sindicatos, movimientos sociales y ciudadanos de a pie. Las calles de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y decenas de municipios del país comienzan a llenarse de pasos firmes, consignas potentes y una energía colectiva que no clama venganza, sino justicia.
El paro, convocado por una articulación diversa de organizaciones sindicales, gremiales y populares, se convierte desde las primeras horas del día en una manifestación de dignidad. No se trata únicamente de una reacción ante medidas concretas del gobierno o del sector privado, sino de una afirmación profunda: los derechos laborales no son una dádiva, son una conquista que se defiende.
Colombia despierta con una marea humana que avanza por avenidas y plazas con alegría, firmeza y convicción. En la voz de cada manifestante resuenan décadas de luchas obreras, de batallas por el salario justo, por las pensiones, por condiciones dignas para quienes levantan la economía del país con su esfuerzo cotidiano.
No hay rabia en las calles, hay determinación. Jóvenes y veteranos, campesinos y obreros, empleados públicos, docentes, artistas, mujeres trabajadoras y comunidades enteras marchan en unidad. El paro se vive como una jornada de afirmación democrática, como un ejercicio colectivo de memoria y de exigencia ética: ningún país avanza si margina a quienes lo construyen.

Imagen MinTrabajo de Colombia
El eco de esta movilización resuena más allá de las fronteras. Lo que hoy ocurre en Colombia conecta con un clamor global que atraviesa América Latina y otros rincones del planeta: una alerta frente al deterioro de los derechos sociales, frente a la precarización disfrazada de modernización, frente a la inequidad estructural que condena a millones a la informalidad y la pobreza laboral.
El paro nacional no es un acto de parálisis, es un movimiento de conciencia. En lugar de detener el país, lo está haciendo pensar. En vez de sembrar miedo, está sembrando memoria. Y mientras suenan los tambores, se pintan murales y se entonan canciones, el mensaje se vuelve claro: ningún modelo de desarrollo es legítimo si excluye al trabajador; ninguna democracia es verdadera si ignora la justicia social.
Colombia no marcha sola. Marcha con el respaldo ético de la historia y con la esperanza viva de quienes creen que otro país es posible. En este primer día de paro, el pueblo colombiano no solo está protestando: está sembrando dignidad.
carloscastanedaqprensamercosur.org
