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El presidente colombiano Gustavo Petro continúa desafiando los moldes tradicionales del liderazgo político en Sudamérica. Aunque multitudes lo reciben en cada rincón del país con vítores, pancartas y cánticos que reflejan una conexión profunda con los sectores populares, su posicionamiento en las mediciones internacionales no parece moverse al ritmo del fervor ciudadano. En el más reciente ranking de imagen presidencial de CB Consultora Opinión Pública, el mandatario colombiano se mantiene -por quinto mes consecutivo- en el séptimo lugar entre los diez jefes de Estado sudamericanos evaluados, un dato que resulta cada vez más difícil de conciliar con la realidad interna que vive el país.
De acuerdo con la encuesta correspondiente al mes de mayo de 2025, la imagen positiva de Petro se ubica en el 37,2%, lo que representa un modesto pero significativo aumento de un punto porcentual respecto al mes anterior. Al mismo tiempo, su desaprobación descendió del 60,7% al 59,7%. Aunque estos movimientos podrían considerarse menores desde una perspectiva estadística, el contexto colombiano revela una narrativa mucho más compleja, en la que el presidente no solo ha ganado respaldo entre las bases populares, sino que ha mantenido viva una agenda reformista pese a una férrea oposición institucional.
Es precisamente esta paradoja -la de un líder que se fortalece en la calle pero se estanca en las encuestas- la que despierta interrogantes sobre la metodología y el alcance de mediciones como la de CB Consultora. ¿Cómo explicar que un jefe de Estado que moviliza masas en regiones históricamente olvidadas, y que ha ejecutado políticas concretas con alto impacto social, no logre avanzar posiciones en un ranking regional?
Durante su gestión, Petro ha encabezado una serie de reformas que, más allá del debate legislativo que enfrentan, han sido bien recibidas por amplios sectores de la sociedad. La entrega de tierras a campesinos, el fortalecimiento de la educación pública con la creación de universidades en zonas marginales, la llegada de ambulancias a municipios sin atención médica digna durante décadas, y la reducción sostenida del desempleo – con más de 1,6 millones de nuevos empleos generados- son solo algunas de las acciones que han reforzado su conexión con la ciudadanía. A ello se suma el manejo responsable de las finanzas públicas, incluyendo el pago puntual de la deuda externa heredada del gobierno anterior, en un contexto económico global adverso, y una inflación que ha mostrado señales de contención.
Petro también ha liderado un cambio en la política exterior colombiana, explorando acuerdos estratégicos con países asiáticos y diversificando las relaciones internacionales del país. Sin embargo, sus esfuerzos por avanzar en reformas estructurales, especialmente en materia de salud, pensiones y justicia social, han sido bloqueados de manera sistemática por un Congreso hostil que ha optado por frenar casi todas las iniciativas presentadas por el Ejecutivo.


Ranking del mes de abril y mayo, el presidente de Colombia sube 1%
El contraste se acentúa aún más cuando se observan los resultados generales del ranking. Los tres presidentes con mayor aprobación en mayo de 2025 son Daniel Noboa (Ecuador), con 52,1%; Javier Milei (Argentina), con 49,0%; y Yamandú Orsi (Uruguay), con 48,8%. Milei, con un estilo confrontativo y ultraliberal, fue además el presidente con mayor crecimiento en imagen positiva durante el mes (+2,7%). En el otro extremo, Dina Boluarte (Perú) aparece como la mandataria peor calificada, con apenas un 19,8% de aprobación.
En medio de ese panorama, la posición de Gustavo Petro en el séptimo lugar sigue llamando la atención. No tanto por la cifra en sí misma, sino por lo que omite: la dimensión emocional y política de un país que parece haber despertado tras décadas de exclusión, violencia y desigualdad, y que ha encontrado en su presidente a un líder dispuesto a romper con el status quo, aún a costa del desgaste político.
CB Consultora es una firma reconocida en América Latina por su capacidad técnica para medir el clima social y electoral. No obstante, ante el caso colombiano, incluso observadores imparciales comienzan a cuestionar si las herramientas estadísticas tradicionales son suficientes para capturar la complejidad de un fenómeno como el de Petro, donde la legitimidad no se mide solo en cifras, sino en la forma en que una nación se reencuentra con su dignidad.
Porque en Colombia, más allá del 37,2%, hay un clamor que no necesita números para ser evidente. Y es posible que ese sea el dato que, hasta ahora, ninguna encuesta ha logrado registrar.
carloscastaneda@prensamercosur.org
