

He aquí una pregunta que todo esposo y padre cristiano debería hacerse: ¿hay alguien que esté orando hoy por tu esposa y tus hijos, mencionándolos por nombre?
Sí, es posible que tu pastor incluya a tu familia en sus oraciones de vez en cuando, cuando los ve en el directorio de la iglesia. Tal vez una abuela o un tío mayor te diga que están en su lista de oración. O quizás un amigo fiel te mande un emoticón de oración y te asegure que está intercediendo por tu familia
Pero absolutamente nadie tiene la responsabilidad dada por Dios, ni la motivación profunda, para interceder por tu esposa y tus hijos como tú.
Así que te lo pregunto de nuevo: ¿hay alguien que esté orando hoy por tu esposa y tus hijos, nombrándolos en oración? La única forma de tener la certeza de que la respuesta es sí es que tú mismo hayas asumido ese rol sagrado como parte de tu rutina diaria. Como cabeza espiritual de tu hogar, se te ha confiado mucho más que proveer o proteger: se te ha llamado a interceder.
Como cabeza espiritual de tu hogar, se te ha confiado mucho más que proveer o proteger: se te ha llamado a interceder
¿Por qué? Porque hay una batalla en curso por las almas de tu familia.
No siempre la vemos. No siempre es evidente. Pero es real. La Escritura es clara: «Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los poderes cósmicos de esta oscuridad, contra fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Ef 6:12).
El Maligno va tras tu familia. Es astuto. Estudia tus debilidades. Sabe dónde la armadura es más delgada. Ese resentimiento leve entre tú y tu esposa… lo convertirá en un abismo. Esa inseguridad que tu hijo adolescente esconde… la torcerá hasta convertirla en desesperación. Ese temperamento en tu hijo… lo avivará hasta hacerlo arder.
Él es el Acusador. El Divisor. El Destructor. Los efectos del pecado y del mal se extenderán: la mirada lujuriosa, los peligros del orgullo, los tentáculos de la idolatría.
¿Qué debemos hacer cuando percibimos una pesadez en nuestro hogar, una niebla de desánimo, confusión o distracción? No la ignoremos. No la aceptemos como algo normal. Resistimos. Luchamos. No con los puños en alto, sino con las rodillas dobladas.
Esta es la batalla. Te postras ante tu Rey y suplicas por estas personas valiosas que Él ha puesto a tu cuidado. Oras por la paz de tu esposa y la pureza de tus hijos. Le pides a Dios que haga retroceder la oscuridad y permita que la luz inunde tu hogar. Te mantienes en la brecha. Dices sus nombres. Depositas cargas. Intercedes como un hombre que va a la guerra.
Con el casco de la salvación, la coraza de la justicia y la espada del Espíritu —que es la Palabra de Dios— resistes la oscuridad (Ef 6:13–17). Oras en el Espíritu en todo momento, con toda perseverancia y súplica, manteniéndote alerta e intercediendo por tu familia (v. 18).
Hay un poder misterioso cuando un hombre de Dios presenta a su familia delante del Señor. Aun si su esposa está atravesando una etapa de sequedad espiritual. Aun si sus hijos parecen indiferentes en lo espiritual. Aun si él es el único en el hogar que sigue a Jesús con pasión. El pecado se propaga, sí, pero la santidad también. ¿Y qué podría ser más sagrado que amar a tu esposa como Cristo amó a la iglesia, entregarte en amor sacrificial, velar por la santificación de tu familia y apartar tiempos santos para expresar anhelos santos, pidiendo a Dios que te sane, te restaure y te haga completo y santo?
Pero es difícil. Sí. Pero hemos sido llamados a hacer cosas difíciles.
No tengo tiempo. Pero sí lo tienes. Siempre haces tiempo para lo que realmente importa. Tal vez no una hora al día, pero cualquiera puede apartar cinco o diez minutos: mientras conduces, durante una caminata, al comenzar el día, o justo antes de dormir.
Estoy solo en esto. Pero no lo estás. Invita a uno o dos amigos fieles a orar cada día por ti y por tu familia. Busca fortaleza en el Espíritu, que nos ayuda cuando no sabemos qué decir (Ro 8:26).
Postrarte para orar por tu esposa y tus hijos es uno de los mayores privilegios y responsabilidades que Dios te ha confiado como cabeza de tu hogar
No veo resultados. Entonces, ¿cuál es la alternativa? ¿Guardar silencio? ¿Rendirse? ¿Bajar el escudo frente a los dardos encendidos que quieren arrebatarle a tu familia la bendición de ver a Dios obrar en ti y por medio de ti? ¿Apagar la vela y dejar que la oscuridad lo invada todo?
Postrarte para orar por tu esposa y tus hijos es uno de los mayores privilegios y responsabilidades que Dios te ha confiado como cabeza de tu hogar. Orar por la bendición y la santidad de Dios sobre tu casa. Orar contra las artimañas del Maligno, que busca alejar a tu esposa y a tus hijos de Jesús. Orar para que la bondad de Dios santifique y sacie sus almas. «La oración del justo es poderosa y eficaz» (Stg 5:16).
Déjame animarte: asume esta tarea. No dejes que pase un solo día sin presentar los nombres de tu esposa y tus hijos ante el trono. No subestimes lo que Dios puede hacer a través de tus peticiones apasionadas, constantes y perseverantes.
Mantente firme en la gracia. Cíñete con la verdad. Dobla las rodillas. Sé el hombre que Dios te ha llamado a ser. Tu familia lo vale.
Si tú no estás orando por tu esposa y tus hijos, ¿quién lo está?
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Trevin Wax
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/hombre-orar-esposa-hijos/
También estamos en Telegram como @prensamercosur, únete aquí: https://t.me/prensamercosur Mercosur
Recibe información al instante en tu celular. Únete al Canal del Diario Prensa Mercosur en WhatsApp a través del siguiente link: https://www.whatsapp.com/channel/0029VaNRx00ATRSnVrqEHu1W
