
Parlasur en 2025: ¿una promesa postergada o un sueño en construcción?
Hablar del Parlamento del Mercosur, más conocido como Parlasur, en este 2025, es como mirar una casa que se ha ido construyendo a retazos. Está ahí, con cimientos firmes y algunas habitaciones bien armadas, pero todavía le falta techo, ventanas… y, sobre todo, vida que la habite del todo. Y es que este organismo regional, pensado como el corazón deliberativo del Mercosur, sigue en esa etapa intermedia entre la ambición y la realización concreta.
¿Qué es exactamente el Parlasur?
Vamos por partes. El Parlasur nació con una idea noble —y también bastante ambiciosa—: convertirse en el órgano legislativo del Mercosur, el bloque comercial más importante de Sudamérica. Fue creado formalmente en 2005 y comenzó a funcionar en 2007, con sede en Montevideo, Uruguay.
Su objetivo principal es promover la integración política, económica, social y cultural entre los países miembros. A diferencia de otras estructuras más técnicas del Mercosur, el Parlasur busca representar directamente a los pueblos de la región, algo así como un Parlamento continental. La idea era —y sigue siendo— que los ciudadanos del Mercosur puedan elegir a sus representantes de forma directa, como ocurre en el Parlamento Europeo.
Pero la realidad ha sido más lenta. Hasta hoy, solo Paraguay elige directamente a sus parlamentarios del Parlasur. En los demás países, los representantes son designados por los respectivos Congresos nacionales. Esta diferencia, que parece menor, en realidad genera tensiones importantes. Porque, al no haber una elección directa en todos los países, la legitimidad democrática del Parlasur queda cojeando. Como si intentara caminar con una sola pierna firme.
¿Qué países lo componen?
Actualmente, el Parlasur está integrado por los Estados parte del Mercosur:
- Argentina
- Brasil
- Paraguay
- Uruguay
Y durante muchos años, Venezuela también formó parte, aunque su participación ha estado congelada desde 2016, debido a cuestiones políticas internas y la falta de ratificación de su adhesión por parte de algunos miembros. Bolivia, por su parte, está en proceso de adhesión plena. Aunque el trámite se ha alargado más de lo esperado, este año finalmente se dio un paso clave: el Congreso de Brasil ratificó su incorporación, y se espera que Bolivia pase a ser miembro pleno antes de fin de año.
Es decir, poco a poco, el mapa se va completando. Pero aún falta consolidar la estructura de base para que ese mapa cobre vida real.
¿Cómo funciona en la práctica?
El Parlasur está compuesto actualmente por 126 parlamentarios, distribuidos proporcionalmente entre los países miembros. Su funcionamiento imita el de otros parlamentos: tiene comisiones, debates, sesiones plenarias, y aprueba resoluciones que, aunque no son vinculantes jurídicamente, sí tienen un peso político importante.
Los temas que se abordan van desde la integración económica y energética, hasta derechos humanos, medioambiente, políticas migratorias o cooperación educativa. No es poca cosa. Pero la verdad es que muchas veces el trabajo del Parlasur no llega a tener un impacto visible para los ciudadanos. No porque no se discutan temas relevantes, sino porque esas decisiones no siempre se traducen en acciones concretas.
Un ejemplo reciente: en marzo de 2025, el Parlasur aprobó una resolución conjunta para pedir a los Estados del bloque que faciliten el reconocimiento automático de títulos universitarios entre países. Una medida que, sobre el papel, suena lógica y necesaria. Pero al no tener poder legislativo efectivo, todo depende de la voluntad de los gobiernos nacionales. Y ahí es donde suelen trabarse las buenas intenciones.
¿Qué lugar ocupa en la integración sudamericana hoy?
A pesar de sus limitaciones, el Parlasur sigue siendo un símbolo. Y eso no es menor. En una región que ha visto nacer y caer tantos proyectos de integración —desde la Unasur hasta la Celac, pasando por Prosur—, el Parlasur ha logrado mantenerse en pie.

Claro, no sin dificultades. Hay quienes lo acusan de ser “un elefante burocrático”, una especie de club político sin mucha eficacia. Pero también hay quienes lo defienden como un espacio necesario para construir consensos regionales desde una perspectiva democrática.
En los últimos dos años, por ejemplo, ha cobrado protagonismo en debates sobre cambio climático y transición energética, dos temas que tocan de lleno a la región. Parlamentarios brasileños y argentinos han impulsado la idea de crear un marco regional para el uso sostenible del litio, un recurso clave para el futuro energético. Aún es una propuesta, pero el solo hecho de discutirlo en un foro común ya representa un paso importante.
¿Un futuro incierto o una oportunidad pendiente?
El Parlasur no está en su mejor momento, pero tampoco está muerto. Y eso, en tiempos tan volátiles, ya es decir mucho. Lo que necesita, con urgencia, es una actualización de su hoja de ruta. Más legitimidad democrática. Más conexión con las realidades concretas de los ciudadanos. Más capacidad de incidir en decisiones reales.
Los analistas coinciden en que el gran desafío para los próximos años será la elección directa de parlamentarios en todos los países miembros. Sin ese paso, seguirá siendo difícil que la gente sienta que el Parlasur les pertenece. Hoy por hoy, muchos sudamericanos ni siquiera saben que existe.
Y es una pena. Porque en una región con tantos desafíos comunes —desde la migración forzada hasta la seguridad alimentaria o la infraestructura compartida—, tener un Parlamento regional fuerte y representativo sería una herramienta valiosa. No solo para armonizar políticas, sino para construir un sentido de pertenencia regional que, seamos honestos, sigue siendo frágil.
¿Entonces, vale la pena?
La respuesta corta: sí, pero con reformas urgentes. El Parlasur no será la solución mágica a los problemas de Sudamérica. Pero puede ser parte de la respuesta, si se lo fortalece, se lo acerca a la gente y se le da el peso que merece.
Porque al final del día, la integración no es solo tratados y discursos. Es también empatía, visión compartida y voluntad política. Y ahí, el Parlasur todavía tiene una carta que jugar.
