

Imagen Cancillería de Colombia
En una ciudad donde la historia y la modernidad conviven como en ninguna otra, la canciller colombiana Laura Sarabia abrió una puerta insospechada al futuro de las relaciones entre Colombia y China. Lo hizo no desde un gran foro diplomático ni en un discurso ceremonial, sino en un encuentro íntimo con colombianos que, desde distintos frentes —el comercio, la academia, la ciencia— han aprendido a vivir y construir puentes en una cultura tan vasta como compleja.
Allí, en el corazón de Shanghái, surgió una propuesta que podría marcar un antes y un después en la política exterior colombiana: la creación de un Centro de Pensamiento binacional que reúna al sector académico, empresarial y diplomático, con el objetivo de construir un conocimiento profundo y estratégico sobre China, no sólo para el presente, sino para las próximas generaciones de líderes en Bogotá.
La idea emergió como respuesta a una inquietud planteada por uno de los asistentes, un empresario colombiano que, con franqueza, expresó lo que muchos aún sienten: “Hay temor. Muchos aún ven a China como un riesgo y no como una oportunidad”. Ese diagnóstico, tan claro como certero, encontró eco inmediato en Sarabia. Pero su respuesta no fue defensiva, ni protocolaria. Fue una propuesta de país: “El próximo presidente que llegue, quienquiera que sea, va a necesitar saber cómo se navega este mundo asiático. Este centro debe trascender a los gobiernos y convertirse en una herramienta permanente de inteligencia estratégica para Colombia”. Sarabia no escondió que este paso se inscribe dentro de una nueva visión del mundo. Colombia —afirmó— no está eligiendo bandos, sino caminos. “La adhesión al Plan de Cooperación con la Franja y la Ruta no es un portazo a nadie, es una señal de apertura. Este no es un viraje geopolítico, es una apuesta pragmática por nuestro desarrollo”.

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Más allá de los acuerdos, lo que realmente emociona a la canciller es lo humano. “Los puentes ya existen. Son ustedes”, les dijo con emoción a los connacionales presentes. “Colombianos que han hecho vida aquí, que han enseñado, estudiado, hecho negocios y aprendido a mirar el mundo desde otro lugar. Ustedes son los verdaderos diplomáticos”.
La iniciativa, explicó, no pretende ser un laboratorio de ideas encerrado entre muros institucionales. Su visión es que esté vinculado a la Academia Diplomática de Colombia y a centros universitarios en ambos países, para que el conocimiento fluya en dos direcciones y se traduzca en políticas públicas, oportunidades empresariales y comprensión mutua.
“Queremos que los colombianos entiendan a China más allá de los titulares, que puedan ver su dimensión histórica, cultural y económica. Y también queremos que los chinos conozcan lo mejor de Colombia: nuestra biodiversidad, nuestra cultura, nuestra gente”, dijo Sarabia, con una claridad que trasciende lo diplomático para tocar lo esencial.
La propuesta llega en un momento decisivo para América Latina, una región en la que la relación con China se ha vuelto cada vez más estratégica. Pero lo que distingue a este gesto colombiano es su tono: no se trata de firmar tratados ni de tomarse fotos con funcionarios. Se trata de escuchar, de construir desde la experiencia real de quienes han cruzado fronteras físicas y simbólicas.
La Cancillería colombiana reafirma así una diplomacia que no teme a la complejidad, que no se encierra en los mapas ideológicos del siglo pasado, y que reconoce que el futuro no se improvisa: se construye con ideas, con puentes, y sobre todo, con la gente que ya está allí.
carloscastaneda@prensamercosur.org
