

Imagen Angela Ramirez- Prensa Mercosur
En una esquina de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025, donde los libros suelen ser protagonistas, un espacio llama la atención por una estética poco convencional: cráneos, esqueletos modelados a mano, caricaturas en plastilina y esculturas que mezclan ternura con provocación. Allí se encuentra Alejandro Russi, artista outsider, que ha hecho del esqueleto su lenguaje artístico y de la ilustración anatómica su forma de hablarle al mundo.
Russi no es un recién llegado. Acumula casi 30 años de trayectoria como ilustrador, escultor y caricaturista. Su propuesta, sin embargo, sigue siendo inusual y disruptiva: “Todo lo baso en la osamenta. No porque me atraiga lo macabro, sino porque el esqueleto no es muerte; es estructura, es forma, es lo que impide que el cuerpo colapse”, afirma con convicción. Para él, la muerte no es el final: “El cuerpo muere, pero el esqueleto permanece, sobrevive, tiene memoria”.
Durante años, este creador bogotano ha recorrido ferias nacionales y escenarios internacionales con sus caricaturas moldeadas en plastilina, un sello que lo diferencia y lo convierte en pionero dentro del ámbito de la ilustración tridimensional. Ha estado en Estados Unidos, en países de Latinoamérica, y ahora se alista para llevar su propuesta a Europa, donde participará en un evento artístico en diciembre. La FILBo 2025 marca su regreso a este escenario tras ocho años de ausencia. “Me retiré por razones personales, pero volví con más fuerza, con el corazón en cada pieza. Esta feria ha sido un reencuentro maravilloso con el público”, comenta emocionado. Su estand, lleno de figuras que parecen hablar desde los huesos, atrae a todo tipo de visitantes: curiosos, niños, lectores, artistas.
Cada vez que alguien adquiere una de sus obras, Alejandro hace algo singular: les toma una foto y la publica en redes con la frase “Cliente feliz”. No es una estrategia publicitaria; es una celebración íntima de cada encuentro, de cada objeto que se va con alguien que se sintió tocado por su propuesta. “Lo que hago no está pensado para gustar, sino para decir algo. Y si conecta, entonces vale el esfuerzo”, dice mientras da los últimos retoques a una nueva figura.
Más que un vendedor o expositor, Russi actúa como un narrador de su propio universo. Sus ilustraciones digitales, esculturas y dibujos análogos tienen un hilo conductor: el cuerpo, la vida, la estructura, la permanencia. “Cuando dibujo o esculpo, lo hago con amor. Eso se nota, se siente. Por eso la gente se detiene, observa y muchas veces se lleva algo: no solo una pieza, sino un pedazo de lo que yo soy”, concluye.
Entre páginas, letras y discursos, la propuesta de Alejandro Russi es una bocanada de aire fresco, un recordatorio de que el arte no siempre está en los márgenes del papel, sino también en lo que nos sostiene por dentro.
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