

Imagen Cancillería de Colombia
Desde la imponente Basílica de San Pedro, en el corazón espiritual de Roma, la canciller de Colombia, Laura Sarabia, y la primera dama, Verónica Alcocer, participaron en las exequias de Su Santidad el Papa Francisco, en un acto cargado de recogimiento, profunda emoción y gratitud.
Ambas representantes, en nombre de todos los colombianos, se sumaron a la multitud de fieles, líderes religiosos y jefes de Estado que acudieron a dar el último adiós a quien fuera uno de los líderes espirituales más queridos y transformadores de nuestro tiempo. Con semblantes serenos pero visiblemente conmovidos, Sarabia y Alcocer se recogieron en oración y elevaron su tributo al pontífice que marcó una era con su mensaje de humildad, paz, solidaridad y amor por los más necesitados.
La ceremonia, solemne y emotiva, fue el reflejo de un pontificado que nunca buscó brillos ni protagonismos, sino que se forjó desde la sencillez y la cercanía con los más vulnerables. El Papa Francisco, el «pastor de la misericordia», se convirtió en un faro para millones de personas alrededor del mundo, tendiendo puentes entre pueblos divididos, alzando la voz por los migrantes, los pobres, y los olvidados, y recordando incansablemente que la fe auténtica se vive en el servicio al prójimo. Laura Sarabia y Verónica Alcocer destacaron el profundo impacto que Francisco tuvo en América Latina y en especial en Colombia, donde su visita apostólica en 2017 dejó un mensaje de reconciliación en medio de los esfuerzos de paz. “Su legado es un llamado permanente a construir una sociedad más justa, a caminar juntos a pesar de las diferencias y a poner siempre la dignidad humana en el centro de nuestras acciones”, señaló la canciller Sarabia en una breve declaración a medios internacionales.

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La partida de Francisco deja un vacío profundo, pero también la certeza de que su obra perdurará. Su voz, que rompió silencios incómodos y sembró esperanza donde reinaba la desesperanza, sigue viva en los corazones de quienes creen en un mundo más fraterno y compasivo.
En una atmósfera cargada de espiritualidad, los cánticos, las oraciones y los silencios reverentes que colmaron la Basílica parecían tejer un adiós no solo al líder de la Iglesia Católica, sino al hombre que supo ser testimonio viviente del Evangelio. Y en medio de esa multitud de despedida, Colombia estuvo presente, agradeciendo con humildad y promesa de memoria eterna el paso luminoso de Francisco por la historia contemporánea.
carloscastaneda@prensamercosur.org
