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Persevera en la oración porque no es fácil

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Necesitas perseverar en devorar esa bolsa de papas fritas. Necesitas perseverar en ver otro episodio de esa serie que te encanta. Necesitas perseverar en tomar una siesta un domingo por la tarde.

Estas instrucciones suenan extrañas, ¿verdad? Esto se debe a que reservamos la palabra «perseverancia» para tareas difíciles, algo que no es sencillo, pero que trae una gran recompensa.

Por qué la oración es difícil

Una de las mejores maneras de introducir a las personas a las prácticas espirituales como la oración, la lectura de la Biblia y la asistencia a la iglesia no es exagerando lo fácil que es adoptar estos hábitos, sino recordándoles cuán desafiantes pueden ser. Los hábitos espirituales son difíciles. Requieren esfuerzo y disciplina.

El Nuevo Testamento nos exhorta a perseverar en la oración porque es muy fácil no orar. Cuando Jesús nos dijo: «orar en todo tiempo, y no desfallecer» (Lc 18:1), dio a entender que rendirse sería el camino más fácil. Les dijo a los discípulos que velaran y oraran en Getsemaní porque sabía con qué facilidad podían fallar en su atención y quedarse dormidos (22:40, 46).

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La oración es parte de la batalla, un aspecto esencial de la vida cristiana, no un preludio a lo que sea que consideremos como el ministerio real

Cuando Pablo se hizo eco de estos mandamientos, llamándonos a ser «perseverantes en la oración» (Ro 12:12) o a dedicarnos a la oración, manteniéndonos «alerta» en ella «con acción de gracias» (Col 4:2), fue porque sabía lo fácil que sería aflojar la cuerda, desviar la atención, disminuir nuestra devoción. Ante las dificultades, se nos recuerda «oren sin cesar» (1 Ts 5:17), a seguir adelante en fe, incluso cuando las respuestas parecen retrasarse.

Estos no son los mandamientos de un moralista sombrío que nos instruye a comer nuestra avena solo porque es buena para nosotros. Se parecen más al ánimo que recibimos de un entrenador que nos guía en un partido agotador o de un capitán que lidera la carga cuando estamos tentados a rendirnos en la lucha. Eso es importante: la oración es parte de la batalla, un aspecto esencial de la vida cristiana, no un preludio a lo que sea que consideremos como el ministerio real. Como dice Vance Pitman: «No oramos antes de trabajar. La oración es el trabajo, y luego Dios obra».

Cuando la oración se siente infructuosa

Muchas veces el problema es que no vemos los resultados de nuestras oraciones: ni la obra inmediata del Espíritu que gime en y a través de nosotros, ni aquellos frutos que podrían producirse en el futuro. Nos encontramos hablando con Dios y preguntándonos si nuestras palabras simplemente se pierden en el vacío, como los murmullos de alguien encerrado en un manicomio.

En la oración nos acercamos al fuego purificador de Dios, y es entonces cuando todas nuestras impurezas salen a la luz

Con frecuencia, la vida nos da buenas razones para cuestionar el poder de la oración. N. T. Wright apunta a la desolación presente en el poema de R. S. Thomas, Folk Tale (Cuento popular), el cual describe la oración como alguien que, de pie frente a una casa, intenta llamar la atención arrojando piedras pequeñas a una ventana alta. Todo el esfuerzo parece infructuoso, y uno dejaría de lanzar las piedras si no fuera por el ocasional movimiento de una cortina. Por supuesto, la oración no es realmente así, pero es una descripción honesta de cómo se siente a veces. Esto me recuerda el dolor lacerante que C. S. Lewis describió tras la muerte de su esposa Joy:

Acude a Él cuando tu necesidad sea desesperada, cuando toda otra ayuda resulte vana, y ¿qué encuentras? Una puerta cerrada de golpe en tu cara, y el sonido de cerrojos y dobles cerrojos echados desde adentro. Después de eso, silencio. Bien podrías darte la vuelta. Cuanto más esperes, más enfático se volverá el silencio. No hay luces en las ventanas. Podría ser una casa vacía.

Todo aquel que persevera en la oración sentirá en algún momento la palpable presencia de la ausencia de Dios. Los santos de antaño hablan de tiempos en los que sentían como si Dios se hubiera retirado de ellos, incluso si más tarde creyeron que esta aparente ausencia era un llamado divino: a acercarse más al Dios real, no a las ilusiones con las que a menudo nos conformamos.

La oración no fue diseñada para ser cómoda. Como dice a menudo Kyle Strobel, en la oración nos acercamos al fuego purificador de Dios, y es entonces cuando todas nuestras impurezas salen a la luz. No estamos haciendo algo mal cuando nos sentimos inadecuados o cuando nuestras mentes divagan en mil direcciones. Las prioridades y los deseos de nuestros corazones están siendo expuestos al fuego refinador que nos moldea.

¿Por qué perseverar?

Se nos llama a perseverar en la oración porque es importante permanecer despiertos, mantenernos atentos, vigilar nuestras almas mientras anhelamos la presencia de Dios en nuestra vida diaria.

La oración es nuestra contribución como cristianos. La oración es nuestro deber como discípulos. La oración debe ser nuestro deleite como amantes de Dios

Si pensamos que la oración es fácil, como un postre para disfrutar antes o después de un largo día, es probable que nos alejemos de la práctica cuando no parezca placentera. Perdemos de vista la verdad más profunda de que la oración se parece más a ceñir una espada a nuestro costado, preparándonos para la guerra espiritual. No sabemos qué papel juegan nuestras oraciones en la batalla espiritual continua que nos rodea, pero creemos, incluso cuando no podemos ver, que la oración cambia las cosas, que está sucediendo más en nosotros y a nuestro alrededor de lo que podemos imaginar.

Entonces persistimos en tocar, en llamar. Avanzamos a través de la monotonía. Seguimos adelante a pesar del cansancio. Atizamos las brasas de nuestros corazones, que a menudo se enfrían. Reavivamos nuestro afecto por el Dios que promete encontrarse con nosotros en esos momentos de quietud. Como escribió Lewis en su último año de vida:

Quizás uno de los propósitos por los que Dios instituyó la oración haya sido para dar testimonio de que el curso de los acontecimientos no se gobierna como un estado, sino que se crea como una obra de arte a la que cada ser hace su contribución y (en la oración) una contribución consciente, en la que cada ser es  tanto un fin como un medio.

Dios está pintando una obra maestra. La oración es nuestra contribución como cristianos. La oración es nuestro deber como discípulos. La oración debe ser nuestro deleite como amantes de Dios.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.

 

Trevin Wax

Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/persevera-oracion-dificil/

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