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En una declaración que sacude las estructuras del poder militar y reaviva las heridas abiertas del conflicto armado, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, exigió una investigación urgente y rigurosa tras el hallazgo de restos humanos en el interior del Batallón de Inteligencia Charry Solano, ubicado en el sur de Bogotá.
El anuncio lo hizo en un acto público solemne: la firma de un memorando de entendimiento entre la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), orientado a fortalecer los proyectos restaurativos impulsados como parte de las sanciones propias del Sistema Integral de Paz. Sin embargo, fue el inesperado anuncio presidencial lo que dominó la atención del evento y del país.
“En el Batallón Charry Solano hay restos humanos que acaban de ser descubiertos. Exhumados, es la palabra. Y sólo una parte”, señaló el mandatario, con un tono grave, consciente de la carga simbólica y judicial que sus palabras podían traer. La frase dejó en el aire un eco de incertidumbre y dolor. No es la primera vez que este batallón aparece relacionado con hechos oscuros del pasado reciente, pero el hallazgo de restos en pleno 2025 pone en evidencia que las heridas de la guerra aún no han sido cerradas, y que el silencio aún esconde verdades incómodas.
,Petro no se detuvo ahí. Hizo una afirmación aún más inquietante: que esas excavaciones irregulares habrían ocurrido en los últimos años, incluso durante su propia administración. “Abrieron huecos en el Charry Solano sin que nadie se diera cuenta. Y no sabemos qué sacaron de ahí”, denunció. La insinuación de que se habrían removido restos o evidencia sin autorización ni conocimiento oficial plantea interrogantes de fondo sobre el control del Estado sobre sus propias instituciones armadas.
“El Gobierno tiene que investigar esto, ahora, en este tiempo. No solo mirar al pasado, sino entender qué ocurrió allí recientemente. ¿Qué fue lo que sacaron? ¿Por qué?”, insistió el presidente. Su declaración fue tanto una orden como una advertencia: lo descubierto no puede ser minimizado, y mucho menos encubierto.
El Batallón de Inteligencia Charry Solano ha sido históricamente una unidad de operaciones encubiertas, señalada por sobrevivientes y organizaciones de derechos humanos como escenario de detenciones ilegales, torturas y desapariciones durante las décadas más cruentas del conflicto armado. Aunque muchas de estas denuncias fueron archivadas o ignoradas durante años, el nuevo hallazgo podría reabrir expedientes y comprometer a altos mandos militares de distintas épocas.
Este descubrimiento ocurre en un contexto político y judicial sensible. El país sigue navegando el complejo proceso de implementación del Acuerdo de Paz con las FARC, mientras sectores de la sociedad civil reclaman verdad, justicia y reparación. La presencia de restos humanos en un batallón activo no solo es una señal de alarma institucional, sino un recordatorio brutal de que la transición hacia una Colombia en paz aún enfrenta sombras profundas.
Para muchos familiares de desaparecidos, la declaración del presidente Petro representa una chispa de esperanza. Podría significar el inicio de un camino hacia la verdad que por décadas les fue negada. Pero también renueva el temor de que detrás de los muros militares todavía haya historias sin contar, cuerpos sin nombre, y responsabilidades que nadie ha querido asumir.
En un país donde más de 120.000 personas siguen registradas como desaparecidas en el contexto del conflicto, y donde muchas instalaciones militares han sido señaladas como posibles fosas clandestinas, lo ocurrido en el Charry Solano es más que un episodio aislado: es un símbolo. Y, si se actúa con decisión y transparencia, podría convertirse también en un punto de inflexión.
La mirada ahora está puesta en la Fiscalía, en el Ministerio de Defensa, en la JEP y, sobre todo, en la voluntad real del Estado para investigar hasta las últimas consecuencias. Como advirtió Petro, este no es un asunto del pasado. Es una deuda pendiente con el presente.
Porque en Colombia, la tierra aún guarda secretos. Y ya es hora de escucharlos.
carloscastaneda@prensamercosur.org