
Murió el Papa Francisco, el primer pontífice argentino que transformó la Iglesia desde la periferia
Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa argentino y latinoamericano de la historia, falleció este lunes en Roma a los 88 años. Su muerte marca el fin de un pontificado profundamente transformador, signado por la humildad, el diálogo interreligioso y una firme defensa de los pobres, los migrantes y el medio ambiente.
Bergoglio había asumido como Papa el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, en un gesto sin precedentes en más de 600 años. Desde aquel momento, su elección generó una conmoción en todo el mundo, pero especialmente en Argentina, donde su figura ya era reconocida por su labor pastoral en villas y barrios humildes como arzobispo de Buenos Aires.
Un pastor entre la gente
Nacido en el barrio porteño de Flores el 17 de diciembre de 1936, hijo de inmigrantes italianos, Bergoglio fue un hijo típico de la clase media trabajadora argentina. Antes de entrar al seminario, trabajó como técnico químico y vivió una juventud sencilla y marcada por la espiritualidad jesuita.
Fue ordenado sacerdote en 1969 y, con el tiempo, se convirtió en una figura clave dentro del episcopado argentino. Su estilo era austero, alejado de los protocolos, y privilegiaba el contacto directo con los fieles. Como arzobispo de Buenos Aires, optó por vivir en un departamento en lugar del palacio episcopal, cocinaba su propia comida y viajaba en colectivo o subte.
Quienes lo conocieron entonces lo recuerdan como un hombre reservado pero de fuerte carácter, con una profunda vocación social. “No se trata sólo de dar limosna”, solía decir, “sino de mirar a los pobres a los ojos y escucharlos”.
El Papa que vino del sur
Su llegada al Vaticano fue interpretada como un cambio de época. En su primera aparición en el balcón de la Plaza San Pedro, ya como Francisco —nombre que eligió en honor a San Francisco de Asís—, se presentó ante el mundo con una sonrisa serena y una frase que se volvería marca registrada: “Recen por mí”.
A lo largo de más de una década de pontificado, Francisco impulsó reformas dentro de la Iglesia, promovió la transparencia financiera, facilitó el diálogo con otras religiones y abogó por una Iglesia “en salida”, más cercana a los marginados y menos centrada en las estructuras de poder. Su encíclica Laudato Si’ se convirtió en un hito global sobre el cambio climático y el cuidado de la “casa común”, mientras que Fratelli Tutti propuso un llamado universal a la fraternidad y la justicia social.
Aunque no exento de críticas —incluso desde sectores conservadores dentro del propio Vaticano—, Francisco logró reconectar a muchos con la fe desde una mirada más humana y comprensiva, priorizando la misericordia sobre la condena.
Una relación ambigua con su tierra
A pesar de ser argentino, Francisco nunca regresó al país una vez electo Papa. Su relación con la política local fue tensa en ocasiones, y su figura quedó a menudo atrapada en disputas internas. No obstante, su influencia espiritual fue permanente. En villas, parroquias, escuelas y hospitales, su imagen colgaba como símbolo de cercanía y esperanza.
Durante su pontificado, mantuvo contacto con referentes sociales, curas villeros y líderes comunitarios argentinos. Muchos lo veían como una voz que interpelaba al poder desde una ética del cuidado y la compasión. Para buena parte del pueblo argentino, fue el “Papa del mate”, del lenguaje llano, de las causas justas.
El final de una era
Con su muerte, se cierra un capítulo histórico no sólo para la Iglesia católica, sino también para América Latina y especialmente para Argentina. Francisco fue un Papa del sur global, profundamente identificado con las luchas de su tiempo, y un símbolo de que el Evangelio podía encarnarse en un estilo de vida simple, coherente y valiente.
En el Vaticano se prepara ya el funeral con honores de Estado, y se espera la presencia de mandatarios y representantes religiosos de todo el mundo. En Buenos Aires, la Catedral Metropolitana abrió sus puertas para que los fieles puedan rendirle homenaje.
Desde su amada ciudad hasta los confines del planeta, millones lo despiden con gratitud. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, se fue como vivió: con los pies en la tierra y el corazón puesto en los demás.
