Por Alexis Martinez Díaz / Colaboración Adriana Asat
Vaticano, 21 de abril de 2025 – El mundo católico y millones de personas de diferentes credos en todo el planeta se despiden hoy de una figura que marcó un antes y un después en la historia contemporánea de la Iglesia: el papa Francisco ha fallecido a los 88 años, en la Casa Santa Marta del Vaticano, tras complicaciones derivadas de una neumonía bilateral.
La noticia fue confirmada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede en un escueto comunicado que destacó la serenidad de su partida y su “inagotable testimonio de misericordia y servicio a los más pobres y olvidados”. Su última aparición pública fue apenas unas semanas antes, el pasado 20 de abril, durante la bendición Urbi et Orbi del Domingo de Pascua, en una de sus imágenes más frágiles pero profundamente simbólicas.
Orígenes humildes: de Buenos Aires al Vaticano
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio de Flores, en Buenos Aires, Argentina. Hijo de inmigrantes italianos de clase trabajadora, su vida comenzó lejos del lujo clerical. Antes de ingresar al seminario, trabajó como técnico químico y portero de discoteca, y fue durante una grave enfermedad pulmonar a los 21 años —que le costó la extirpación parcial de un pulmón— cuando sintió con más fuerza su vocación religiosa.
,Ingresó a la Compañía de Jesús en 1958 y fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. Como jesuita, se destacó por su austeridad, su pensamiento riguroso y una férrea lealtad al pueblo. En 1973, con solo 36 años, fue nombrado Provincial de los jesuitas en Argentina, liderando la orden en un periodo convulsionado por la dictadura militar, años sobre los que siempre se mantuvo un halo de controversia por su papel de mediador.
Ascenso dentro de la jerarquía eclesiástica
En 1992 fue designado obispo auxiliar de Buenos Aires, y en 1998, tras la muerte del cardenal Quarracino, asumió como arzobispo de la capital argentina. Su estilo directo, humilde y pastoral contrastaba con el protocolo habitual: usaba el transporte público, vivía en un apartamento sencillo y se preparaba él mismo la comida.
Fue creado cardenal por Juan Pablo II el 21 de febrero de 2001, y desde entonces comenzó a formar parte del círculo de influencia vaticano. Su perfil bajo y su énfasis en la justicia social y el diálogo interreligioso lo hicieron destacar durante el pontificado de Benedicto XVI, aunque pocos imaginaban que llegaría a convertirse en su sucesor.
El cónclave de 2013 y el inicio de un pontificado histórico
La renuncia de Benedicto XVI en febrero de 2013 —la primera en casi seis siglos— abrió un escenario inédito. El 13 de marzo de ese año, tras cinco votaciones, el cardenal Bergoglio fue elegido como el 266º Papa de la Iglesia Católica, el primero proveniente del hemisferio sur, el primer jesuita en llegar al trono de Pedro y el primer pontífice latinoamericano.
Adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, símbolo de humildad, paz y amor por los pobres. Desde ese instante marcó una nueva era: apareció en el balcón del Vaticano sin la tradicional capa roja, saludando con un simple “Buona sera”, y pidió al pueblo que rezara por él antes de impartir la bendición.
Un papa de las periferias
Durante sus más de 12 años de pontificado, Francisco se convirtió en un líder global que llevó a la Iglesia fuera de sus muros. Su visión de una «Iglesia en salida», comprometida con los marginados, los migrantes, el cuidado del planeta y la justicia social, fue revolucionaria en muchos aspectos.
Lanzó encíclicas históricas como Laudato si’ (2015), sobre el cuidado del medioambiente, y Fratelli tutti (2020), un llamado a la fraternidad universal. Además, impulsó reformas estructurales dentro de la Curia, creó nuevos cardenales de países hasta entonces excluidos del poder eclesial, y luchó abiertamente contra la corrupción financiera del Vaticano.
Apertura, no ruptura
Su estilo pastoral, más que doctrinal, le valió tanto admiración como críticas. Abogó por una Iglesia más inclusiva, más femenina, menos punitiva. Aunque mantuvo la doctrina oficial sobre el celibato o el matrimonio homosexual, abrió debates internos como nunca antes, y permitió bendiciones a parejas del mismo sexo en ciertas circunstancias.
En 2019 organizó el Sínodo de la Amazonía, donde defendió los derechos indígenas y cuestionó el modelo económico extractivista. En 2023, convocó el Sínodo de la Sinodalidad, un proceso sin precedentes que aún continúa y que cambiará la forma de tomar decisiones en la Iglesia.
Últimos días y despedida
En sus últimos años, la salud de Francisco fue deteriorándose visiblemente. A las dificultades respiratorias se sumaron problemas de movilidad, por lo que en 2022 comenzó a usar silla de ruedas. Sin embargo, nunca dejó de recibir a líderes mundiales, de realizar viajes apostólicos ni de intervenir en los grandes debates globales, como el cambio climático o los conflictos en Medio Oriente y Ucrania.
Murió en paz, según fuentes vaticanas, rodeado de sus colaboradores más cercanos. Tal como había anticipado en vida, será sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, en una tumba sencilla, sin honores excesivos. En sus últimos escritos, dejó claro que «el verdadero poder está en el servicio».
Un legado que trasciende la religión
El papa Francisco será recordado como el pontífice de la misericordia, el que abrazó a los descartados del mundo, el que revitalizó el diálogo interreligioso y recuperó la figura del pastor antes que la del monarca. Para millones, fue la voz de los que no tienen voz. Para otros, un reformador incompleto. Pero nadie podrá negar que, en un siglo marcado por la polarización y el individualismo, fue un referente de esperanza, humanidad y ternura.
La Iglesia Católica entra ahora en sede vacante, mientras se prepara un nuevo cónclave que elegirá a su sucesor. Pero el eco de Francisco resonará por generaciones.