Imagen – Revista Cambio
En medio de un contexto económico incierto en buena parte del continente, el peso colombiano ha logrado algo que parecía improbable: posicionarse como una de las monedas más fuertes de América Latina. En lo que va del 2025, ha logrado destacarse no solo por su estabilidad, sino también por su creciente poder adquisitivo en países vecinos.
Un reciente informe de Bloomberg, una de las firmas de análisis financiero más influyentes del mundo, ubicó al peso colombiano como la tercera moneda más sólida de la región, superado únicamente por el real brasileño y el peso chileno. Según el reporte, en marzo de este año la moneda nacional creció un 6%, un avance que se atribuye en gran parte a las decisiones estratégicas del Banco de la República durante el primer trimestre del año. Todo esto, a pesar de las tensiones fiscales internas que enfrenta el país.
Mientras tanto, otras divisas muestran signos de debilidad. El peso argentino, por ejemplo, continúa su prolongada caída, con una devaluación del 3% solo en los primeros meses del año. El contraste no podría ser más evidente: mientras unas monedas se desploman, el peso colombiano se fortalece y despierta el interés de inversionistas, turistas y analistas internacionales.
,Esta apreciación se refleja también frente al dólar estadounidense. A comienzos de 2025, el dólar se cotizó en un promedio de $4.350 COP, por debajo de la Tasa Representativa del Mercado (TRM), que se situaba en $4.410 COP. La tendencia confirma la solidez de la moneda nacional y amplifica su impacto más allá de las fronteras.
Pero ¿en qué país sudamericano el peso colombiano rinde más? La respuesta es Venezuela. Allí, la prolongada hiperinflación que golpea al bolívar ha convertido al peso colombiano en una divisa de mayor estabilidad y poder de compra. Esta realidad hace que muchos colombianos que cruzan la frontera puedan acceder a bienes y servicios a costos notablemente bajos, comparados con los precios en su país de origen.
La dinámica es especialmente visible en las zonas limítrofes, donde el peso se ha convertido en moneda de uso cotidiano. No obstante, esta ventaja económica no está exenta de matices: la situación socioeconómica de Venezuela sigue siendo compleja, y quienes decidan realizar actividades comerciales o turísticas allí deben considerar cuidadosamente los riesgos y limitaciones que aún persisten.
El flujo constante de remesas también refuerza la influencia del peso en Venezuela. Miles de ciudadanos venezolanos que residen y trabajan en Colombia envían recursos a sus familias en el país vecino, manteniendo un movimiento constante de dinero que fortalece aún más el rol de la moneda colombiana en esa economía.
Venezuela, que comparte más de 5.000 kilómetros de fronteras terrestres con tres países —Colombia, Brasil y Guyana—, se mantiene como el lugar donde el peso colombiano adquiere mayor fuerza. De esos kilómetros, más de 2.300 corresponden a la frontera con Colombia, lo que facilita el intercambio comercial y social entre ambos países, aun en medio de tensiones políticas o económicas.
Así, en pleno 2025, el peso colombiano no solo da señales de fortaleza dentro del país, sino que se posiciona como una herramienta de influencia regional. En Venezuela, donde el bolívar ha perdido buena parte de su valor, el peso colombiano brilla con fuerza inesperada, marcando un nuevo capítulo en la historia económica compartida entre dos naciones vecinas.
carloscastaneda@prensamercosur.org