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Colombia | Colombia canta a la humanidad desde el corazón de la Sierra Nevada hasta el alma de Japón

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Colombia en la feria de Osaka- Japón 

En Osaka, donde el agua es espíritu y no simple recurso, Colombia hizo algo más que presentarse en la Expo Mundial 2025: tocó el alma del mundo. Lo hizo con cantos sagrados, con tejidos rituales, con palabra viva. Lo hizo desde lo profundo de la Sierra Nevada, guiada por las voces ancestrales de los pueblos Arhuaco, Kogui, Wiwa y Kankuamo.

La delegación estuvo encabezada por Kandymaku Busintana, artista, portavoz espiritual y guardián de la memoria indígena. A su lado, Wendy Corzo, Reina Mayor del Festival Vallenato e indígena Kankuama, llevó el alma festiva y sentida de Colombia, no con espectáculo, sino con sentido. Juntos no viajaron para mostrar, sino para recordar.

“Nosotros queremos tender puentes. Los rayos del sol son puentes entre el sol y la humanidad. Eso queremos ser aquí: claridad, energía, mensaje”, dijo Kandymaku, con la serenidad de quien lleva siglos de sabiduría en la voz.

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En el escenario de Osaka, la ciudad del agua, Colombia no ofreció solo biodiversidad ni arte folklórico. Ofreció un mensaje que es oración, canto y grito: somos una sola tribu. Y para los pueblos de la Sierra, el arte tiene un propósito mayor que el aplauso: armonizar. Cada canto es una huella, cada tejido una forma de cuidar la vida. “El tejido representa los comportamientos, el respeto, la forma de vivir. La música y el tejido se volvieron cosas para vender, pero nacieron como formas de armonizar. No venimos solo a mostrar: venimos a recordar”, explicó Kandymaku ante un público que no solo escuchó, sino que sintió.

El agua, madre y principio de vida, fue el símbolo que lo unió todo. “Yo nací en la tierra del agua. Osaka también es tierra del agua. Aquí comienza algo importante: rendir homenaje al agua como espíritu, no como necesidad. Nosotros somos parte del agua, y ella parte de nosotros”, dijo el artista, haciendo eco en un país que también ha aprendido a venerarla.

Wendy Corzo, por su parte, recordó que aunque el acordeón no nació en Colombia, fue en su tierra donde aprendieron a tocarlo con el alma. Y eso —el alma— es lo que realmente compartió Colombia en Japón: la esencia de un país que canta para sanar, que baila para recordar quién es, que resiste desde la belleza.

Bajo el concepto “Colombia, el País de la Belleza”, el pabellón nacional fue un viaje entre el hielo, el agua y el realismo mágico. Pero fue el mensaje espiritual, ancestral y humano lo que tocó el corazón del encuentro.

“Nos dimos cuenta de que los orientales viven como tribus. Yo creo que eso es lo que somos nosotros en Colombia: también somos una tribu. Y eso es lo que nos va a hacer fuertes para todo lo que llega en estos tiempos”, reflexionó Kandymaku. Una verdad que, más que decirse, se siente.

La participación de Colombia en Expo Osaka 2025 fue posible gracias a la Estrategia de Diplomacia Cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores. Una apuesta que entiende que los acuerdos más profundos no se firman con tinta, sino con respeto mutuo, con música, con la voz de la tierra.

Y así, en una ciudad lejana, en una lengua distinta, Colombia recordó algo que nunca debimos olvidar: que la paz no se impone, se canta. Que el arte no entretiene, conecta. Y que la humanidad, en el fondo, es una sola tribu que busca volver a caminar unida.

carloscastaned@prensamercosur.org


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