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Colombia | La FILBo 2025 despide a Mario Vargas Llosa, el autor que hizo de la literatura una forma de vivir

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Imagen Cortesía

En la FILBo 2025, el silencio no es indiferencia: es homenaje. Es una pausa para despedir a uno de los más grandes narradores del mundo hispano, Mario Vargas Llosa, cuya partida, el pasado domingo 13 de abril en Lima, deja un vacío inmenso en las letras universales, pero también una herencia literaria que seguirá alimentando generaciones.

Desde sus primeras novelas hasta sus últimos ensayos, Vargas Llosa escribió con una claridad inflexible y un compromiso profundo con la verdad, aun cuando esta resultara incómoda. Su literatura fue testigo y conciencia. Fue la voz crítica de América Latina, pero también su espejo: uno que devolvía imágenes complejas, a veces duras, siempre reveladoras.

Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa comenzó su discurso con una frase que hoy adquiere una dimensión casi profética: “Aprendí a leer a los cinco años… Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”. En ese gesto sencillo —aprender a leer— estaba contenido todo lo que fue: lector incansable, autor disciplinado, pensador riguroso. Leer fue su salvación; escribir, su manera de entender el mundo.

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La FILBo lo recibió en cinco ediciones —1997, 2003, 2004, 2014 y 2018— en las que Vargas Llosa no solo presentó libros, sino que compartió su universo lector con generosidad, lucidez y humor. Fue un interlocutor brillante, que hablaba con la misma pasión de Flaubert que de la política peruana; que citaba a Victor Hugo con la misma naturalidad con la que analizaba los dilemas del poder o las trampas del fanatismo. Su presencia no era la de una celebridad literaria, sino la de un maestro que llegaba a conversar con sus pares: los lectores.

El legado de Vargas Llosa no está hecho solo de títulos imprescindibles como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo o La fiesta del chivo. Está hecho también de una ética del lenguaje, de una fe casi obstinada en la literatura como fuerza transformadora, como resistencia frente a la banalidad, la mentira o la resignación.

En la Feria del Libro de Bogotá, su figura era sinónimo de inteligencia, de diálogo, de respeto por el oficio de escribir. Por eso, su partida no es solo una pérdida para la literatura peruana o para el Boom latinoamericano —ese fenómeno irrepetible del que fue protagonista junto a García Márquez, Cortázar y Fuentes—. Es una pérdida para la cultura democrática, para quienes creen que los libros pueden cambiar la manera en que vemos y habitamos el mundo.

La FILBo 2025, se suma al dolor de su familia, de sus amigos, de su país y de todos sus lectores, que lo sienten suyo. Pero también celebra su vida y su obra, convencidos de que Mario Vargas Llosa no nos deja del todo. Los grandes escritores nunca mueren: se quedan en sus palabras, en las ideas que sembraron, en las preguntas que nos siguen haciendo pensar. Se quedan en las páginas que, incluso ahora, alguien está abriendo por primera vez.

Y mientras existan esos lectores, su voz seguirá viva. Porque hay autores que no se apagan: se convierten en parte de la historia que alguna vez contaron.

carloscastaneda@prensamercosur.org


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