En un contexto de creciente diversidad cultural y lingüística, los Estados Unidos de América enfrentan una decisión histórica que podría redefinir su identidad nacional y su influencia global: el reconocimiento del español como lengua cooficial junto al inglés. Aunque esta propuesta pueda parecer provocadora para algunos sectores, en realidad responde a una necesidad objetiva y estratégica que beneficiaría tanto a la cohesión interna del país como a su proyección internacional.
Actualmente, Estados Unidos es el hogar de más de 70 millones de hispanos, una población en constante crecimiento que convierte al país en la segunda nación hispanohablante del mundo, solo detrás de México. Con proyecciones que estiman que para el año 2050 habrá cerca de 100 millones de hispanos en el país, el español no solo es la segunda lengua más hablada en el territorio estadounidense, sino también un componente esencial de su tejido social, cultural y económico.
A pesar de esta realidad, la reciente decisión de oficializar únicamente el inglés a nivel federal parece ignorar la riqueza y diversidad que caracteriza a la nación. Esta medida, impulsada por sectores nacionalistas anglosajones, busca reforzar una visión homogénea de la identidad estadounidense que no refleja su verdadera composición multicultural y multilingüe.
,Históricamente, gran parte del territorio estadounidense formó parte de la jurisdicción de la monarquía hispánica. Desde Alaska hasta Florida, los nombres de ciudades, estados y ríos evidencian una profunda herencia hispánica. Además, elementos icónicos de la cultura estadounidense, como la épica del Lejano Oeste y ciertas corrientes musicales, tienen raíces hispanas innegables.
Pretender que Estados Unidos es un país exclusivamente anglosajón es desestimar esta realidad histórica y cultural. En cambio, reconocer su identidad como una nación de base anglo-hispánica no solo sería un acto de justicia histórica, sino también una estrategia inteligente para fortalecer su cohesión interna y aprovechar su posición única en el hemisferio occidental.
El español no es simplemente un idioma más dentro de las fronteras estadounidenses; es una lengua global con una influencia creciente en todos los ámbitos. Es la segunda lengua materna más hablada en el mundo, superando al inglés y siendo solo superada por el chino. En términos de comunicación internacional, ocupa también el segundo lugar, consolidándose como un puente entre culturas y mercados.
En este sentido, Estados Unidos tiene la oportunidad única de convertirse en un punto de convergencia global entre dos grandes civilizaciones: la anglosajona y la hispánica. Su posición geográfica en las Américas, donde el español es el idioma predominante, refuerza aún más esta ventaja estratégica. Cooficializar el español no solo fortalecería sus relaciones con los países latinoamericanos, sino que también consolidaría su liderazgo global en un mundo cada vez más interconectado.
La cooficialización del español tendría múltiples beneficios tanto para los hispanos como para la sociedad estadounidense en general. En primer lugar, enviaría un mensaje claro de inclusión y reconocimiento a una comunidad que ha sido históricamente marginada. Esto podría contribuir a mejorar la autoestima colectiva de los hispanos y fomentar una participación cívica más activa.
En términos económicos, el bilingüismo inglés-español ya es una ventaja competitiva en el mercado laboral estadounidense. Reconocer formalmente el español como lengua cooficial incentivaría aún más el aprendizaje y uso del idioma, generando oportunidades tanto para los hispanos como para otros grupos demográficos.
Además, desde una perspectiva cultural, esta medida promovería la diversidad lingüística y enriquecería la identidad nacional. En lugar de percibir al español como una amenaza para el inglés, se debería entender como un recurso valioso que amplía las capacidades comunicativas y culturales del país.
La oficialización del inglés llega en un momento tardío y está impregnada de un sentimiento antihispánico que refleja miedos infundados hacia el crecimiento del español. Sin embargo, esta visión limitada no se sostiene frente a las realidades demográficas y culturales del país. Persistir en una narrativa de homogeneidad lingüística podría generar fracturas internas y limitar el potencial global de Estados Unidos.
Por otro lado, reconocer al español como lengua cooficial sería un gesto político y cultural que fortalecería la cohesión nacional. Este paso no debe interpretarse como una concesión a los hispanos, sino como un acto de realismo político que beneficia a toda la nación.
Estados Unidos tiene ante sí una oportunidad histórica para abrazar su verdadera identidad como una nación anglo-hispánica. La cooficialización del español no solo sería un acto de justicia histórica y cultural, sino también una estrategia visionaria para consolidar su liderazgo global en un mundo cada vez más diverso e interconectado.
En lugar de aferrarse a conceptos decimonónicos de homogeneidad nacional, es hora de mirar hacia el futuro con pragmatismo e inclusión. Reconocer al español como lengua cooficial no solo fortalecerá la cohesión interna del país, sino que también lo posicionará como un puente entre culturas y mercados en el hemisferio occidental y más allá.
Si Estados Unidos realmente desea liderar con autenticidad en el siglo XXI, no puede permitirse ignorar esta realidad. La cooficialización del español es más que una medida lingüística; es un paso necesario hacia un futuro más inclusivo, diverso y próspero para todos sus ciudadanos.
Con Información Javier Pertierra