

El panorama del comercio internacional ha sido testigo de múltiples transformaciones en los últimos años. Desde el ascenso de políticas proteccionistas como las impulsadas por Donald Trump hasta los esfuerzos por revitalizar el libre comercio, el contexto global ha oscilado entre tensiones y oportunidades. En este marco, el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur emerge como un esfuerzo significativo para consolidar una agenda birregional que promueva la liberalización comercial, la sostenibilidad y la cooperación mutua.
El camino hacia este acuerdo ha sido largo y accidentado. Las negociaciones, que comenzaron hace más de dos décadas, enfrentaron múltiples altibajos debido a diferencias sustanciales entre las partes. Durante el primer mandato de Donald Trump, el proteccionismo estadounidense y su política de «America First» marcaron un desafío para el libre comercio global. Sin embargo, en junio de 2019, la UE y el Mercosur lograron concluir un primer borrador del acuerdo, lo que se interpretó como una señal clara contra las políticas proteccionistas de la administración Trump.
No obstante, las negociaciones se estancaron poco después debido a diversas disputas. Por un lado, la UE exigía mayores garantías en materia de protección climática. Por otro, el Mercosur enfrentaba críticas por su política medioambiental, especialmente bajo el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. Además, factores como el proteccionismo agrícola de Francia complicaron aún más el panorama. Este escenario generó escepticismo sobre si el acuerdo llegaría a materializarse.
Con la elección de Lula da Silva en Brasil y un cambio en la dinámica política global, las negociaciones retomaron impulso. A principios de diciembre de 2024, la Comisión Europea y el Mercosur lograron acordar un texto modificado con anexos que reflejan concesiones mutuas. Este nuevo texto busca equilibrar los intereses de ambas regiones, marcando un hito en las relaciones Norte-Sur.
Para los países del Mercosur, las concesiones clave incluyen la exclusión total de las compras realizadas por el Sistema Único de Salud (SUS) en Brasil de las reglas de liberalización de contratación pública, así como la preservación de márgenes preferenciales para bienes y servicios nacionales. Además, se garantiza el derecho a aplicar tarifas de exportación sobre minerales críticos con el objetivo de fomentar la creación de valor añadido local. También se establecieron medidas para proteger la industria automovilística nacional, incluyendo un período más largo para la eliminación de aranceles sobre vehículos eléctricos y tecnologías innovadoras, así como un mecanismo de salvaguardia para inversiones en este sector.
Por su parte, la UE logró incorporar compromisos más robustos en materia medioambiental y climática. El nuevo texto reafirma la adhesión al Acuerdo de París y establece que cualquier violación grave y sustancial de las obligaciones climáticas podría llevar a la suspensión total o parcial del acuerdo. Además, se incluye un anexo sobre comercio y desarrollo sostenible que compromete a ambas partes a evitar una mayor deforestación e intensificar los esfuerzos para estabilizar o aumentar la cubierta forestal para 2030.
Uno de los avances más significativos del nuevo acuerdo es el cambio en la relación entre la UE y el Mercosur. Históricamente, la UE mostró desconfianza hacia sus socios sudamericanos, cuestionando su capacidad para cumplir con los compromisos medioambientales y climáticos. Sin embargo, el nuevo texto refleja un enfoque más colaborativo. La UE ahora confía en los propios Estados del Mercosur para supervisar y verificar el cumplimiento de las normas medioambientales al exportar productos al mercado europeo.
Además, la UE promete apoyo financiero para que los países del Mercosur puedan adaptarse a los nuevos requisitos medioambientales. También se establece un trato preferencial para productos sostenibles y se crea un programa especial para canalizar la cooperación en el marco del acuerdo. Esto representa un paso importante hacia una agenda compartida que combina comercio e iniciativas sostenibles.
El texto del acuerdo actualmente se encuentra en proceso de revisión jurídica y traducción a las lenguas oficiales de la UE. Una vez completado este proceso, será presentado al Consejo Europeo para su aprobación por mayoría cualificada. Posteriormente, se decidirá si el acuerdo se divide en dos partes —una comercial y otra asociativa— o si se ratifica en su totalidad. En caso de optar por esta última opción, será necesario someterlo a votación no solo en el Parlamento Europeo, sino también en los parlamentos nacionales e incluso subnacionales en algunos casos.
Mientras que se espera que los países del Mercosur ratifiquen el acuerdo sin mayores complicaciones, el verdadero desafío reside en Europa. Francia, conocida por su fuerte proteccionismo agrícola, podría bloquear o retrasar el proceso si considera que sus intereses no están suficientemente protegidos. Esto pone a prueba la capacidad de la UE para posicionarse como líder global en comercio y sostenibilidad frente a las políticas proteccionistas.
El Acuerdo UE-Mercosur no solo tiene implicaciones económicas, sino también geopolíticas. En un contexto marcado por las tensiones comerciales y la creciente competencia entre potencias globales, este acuerdo representa una clara contraposición a las políticas proteccionistas impulsadas por Donald Trump durante su mandato. Mientras Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París bajo su administración, la UE y el Mercosur reafirman su compromiso con este pacto climático.
Además, este acuerdo envía un mensaje contundente al mundo: es posible construir relaciones comerciales basadas en igualdad, cooperación y respeto mutuo. Al tiempo que fomenta la liberalización económica, también establece estándares ambiciosos en materia medioambiental, marcando un precedente para futuros acuerdos comerciales.
El Acuerdo UE-Mercosur es mucho más que un tratado comercial; es una declaración política que refleja una visión compartida de desarrollo sostenible y cooperación internacional. Si bien aún enfrenta obstáculos políticos y burocráticos antes de su implementación definitiva, su potencial impacto es innegable.
Para América del Sur, representa una oportunidad para diversificar sus mercados y fortalecer sus economías locales mediante inversiones estratégicas y acceso preferencial al mercado europeo. Para Europa, es una oportunidad para reivindicarse como potencia normativa global y líder en sostenibilidad.
En última instancia, este acuerdo tiene el potencial de redefinir las relaciones entre ambas regiones, estableciendo una plataforma sólida para enfrentar desafíos globales como el cambio climático y promover un comercio más justo e inclusivo. El camino hacia su ratificación puede ser complejo, pero su éxito marcaría un hito histórico en las relaciones birregionales y en la construcción de un orden económico internacional más equilibrado.
