Las tres veces que se robaron internet

¿Quién se robó internet? No, no se habla del vecino pícaro que se cuelga del wifi del bar de al lado sino de un expolio más organizado y de consecuencias todavía imprevisibles. “Internet era nuestra”, escribe la hacktivista española Marta G. Franco en Las redes son nuestras, su ensayo recién publicado acá: “Nos la robaron entre quienes viven de extraer nuestros datos personales y quienes necesitan que se extienda el odio, pero antes todo ese espacio era nuestro”. El libro reconstruye una memoria popular de lo que fue internet, esa promesa fallida de conexión horizontal y buena voluntad, y si el repaso parece anecdótico en realidad es un acto de militancia digital: según Franco, “es una herramienta para recordar que se puede ganar”.

Sin tecnofobia moralista ni nostalgia impotente, este museo de internet merece un espacio destacado para el año 2011, cuando explotaron las redes sociales y se organizó lo que parecía impensable, desde la Primavera Árabe hasta el movimiento Occupy Wall Street. Los movimientos de masas escaparon de los controles oficiales a través de Twitter, Facebook y las aplicaciones de mensajería. Duró poco. “Las fuerzas del mal se reorganizaron”, escribe Franco: “Aprendieron de nuestras tácticas de inteligencia colectiva y las transformaron en un conjunto de metodologías para hacer trampas y bullying”.

Para la autora, fue la segunda vez que se robaron internet (la primera había sido cuando las grandes empresas tecnológicas, como Google, compraron las plataformas Blogger o YouTube, donde al principio uno podía subir lo que quisiera). Y la tercera, con el auge de un modelo de negocio conocido como Web 2.0 donde los usuarios generan el contenido: “Omitieron que nuestro rol iba a consistir en trabajar gratis 24/7 para producir la materia prima más valiosa: los datos”.

El extractivismo de información personal, el hábito tóxico, la propagación del odio, la amenaza sobre la democracia o el sesgo de los algoritmos: los problemas actuales de internet nos recuerdan que es como cualquier otra creación humana, una obra fallida. Si es cierto que perdimos la inocencia, pero también la confianza, en el futuro inmediato existe la posibilidad de crear mundos nuevos. ¿Hay vida más allá de las plataformas comerciales? La utopía digital sueña con un espacio democrático, de software libre y espíritu de colaboración que se parezca más a un mundo donde querríamos vivir. “Igual que nos inventamos internet por los menos tres veces, podemos volver a inventárnosla ahora”, concluye Franco: “Podemos idear otros futuros y hacerlos posibles. Me da igual si se llamarán internet u otros nombres que acaben igualmente en red”.

Hasta entonces seguiré obnubilado en un scrolleo continuo y sospecharé que la maldita pestaña “Para ti” no es para mí ni para casi nadie. ¿Cuántas veces puedo mirar y volver a mirar el video de un tipo con el culo quemado por un cohete? Y abajo, la publicidad de una almohada viscoelástica justo el día que me quejé del dolor de cuello. Y más abajo, el anuncio de un concierto con velas al que no pensaba ir pero ante la insistencia empiezo a dudar. Y entonces recuerdo la vieja frase punk: “Los cerdos no pagan para entrar en el matadero”. Demasiado caro para ser gratuito: al menos por un rato, porque más no se aguanta, cierro sesión.

ABC

A.

Entre 1965 y 1975 fue la era dorada de la computación en red y los usuarios eran conocidos como “ciudadanos” digitales, no consumidores.

B.

En 2003, el concepto Web 2.0 fue popularizado por Tim O’Reilly, un programador y escritor que promovió la participación individual en internet.

C.

El año bisagra fue 2011, cuando la emergencia de las redes sociales promovió grandes movimientos como la Primavera Árabe y Occupy Wall Street.