Según una encuesta reciente, aproximadamente el 73 % de los adultos en los Estados Unidos cree en el cielo. Al profundizar un poco más, cerca del 60 % piensa que la vida después de la muerte será un futuro libre de sufrimiento, donde tendremos «cuerpos perfectamente saludables». Sin embargo, sospecho que la mayoría ha reflexionado poco sobre lo que harán en estos cuerpos por toda la eternidad. Este artículo explora las actividades que la iglesia llevará a cabo por la eternidad, según lo descrito en Apocalipsis 22.
La Biblia enseña que los creyentes habitarán en comunión íntima con Dios en los nuevos cielos y la nueva tierra. Apocalipsis 21-22 describe un santuario cósmico donde toda la creación alberga la gloria del Dios trino (21:1-4). A medida que avanza Apocalipsis 21, Juan dirige su atención a la identidad de la iglesia en este nuevo cosmos. La presenta como una ciudad-esposa, dos símbolos que destacan su identidad como el verdadero Israel y el templo de los últimos tiempos (vv. 9-21). En la nueva tierra no hay necesidad de una estructura física que contenga la gloria de Dios, ya que la creación y la humanidad redimida sirven como un santuario inmenso (v. 22).
Sumos sacerdotes del nuevo santuario
Mientras Juan enfatiza la identidad de la iglesia, también deja dos pistas sobre su función. Según Apocalipsis 22:4, los creyentes «verán Su rostro [el de Dios o el del Cordero], y Su nombre estará en sus frentes». Esto refleja el impresionante conocimiento de Juan sobre el Antiguo Testamento, al recordar Éxodo 28:36-38:
Harás también una lámina de oro puro, y grabarás en ella, como las grabaduras de un sello: «Santidad al Señor». La fijarás en un cordón azul para que esté sobre la tiara; la lámina estará en la parte delantera de la tiara. Estará sobre la frente de Aarón.
En el día de la expiación (el día más santo del calendario de Israel), el sumo sacerdote (la persona más santa de Israel) entraba dos veces al Lugar Santísimo (el lugar más santo sobre la tierra). Al entrar por primera vez, tomaba un incensario lleno de brasas ardientes del altar del incienso y dos puñados de incienso aromático molido para crear una «nube de incienso» que cubriera el propiciatorio (Lv 16:12-13). El propósito de esta nube era ocultar el arca de la vista del sumo sacerdote, porque «es aquí, sobre la cubierta [del propiciatorio], donde el Señor manifiesta Su presencia… y la exposición total a tal gloria sería letal».
Cada persona en el estado eterno, gracias a la obra de Cristo y a nuestra unión con Él, tiene pleno acceso a la presencia de Dios
Considera la gravedad de la situación: Dios permite que el sumo sacerdote entre en Su presencia solo una vez al año y, cuando lo hace, debe crear una barrera de incienso entre él y la gloria de Dios. Además, la gloria que habita en el lugar más recóndito del templo no es ni siquiera la manifestación completa de Dios.
Aplicando lo que hemos aprendido de Éxodo 28 y Levítico 16, descubrimos algo asombroso: en los cielos nuevos y la tierra nueva, cada creyente es un sumo sacerdote. El Espíritu ha ungido y transformado de manera tan radical los cuerpos de los creyentes que estos son completamente santos. No hay mancha de pecado, impureza ni contaminación. Cada persona en el estado eterno, gracias a la obra de Cristo y a nuestra unión con Él, tiene pleno acceso a la presencia de Dios. No habrá nube de incienso que nos oculte del rostro de Dios.
Reyes del nuevo santuario
Analicemos nuestra segunda pista. Apocalipsis 22:5 dice: «[Los creyentes] no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos». Esta última línea recuerda las palabras de Daniel 7:27: «La soberanía, el dominio y la grandeza de todos los reinos debajo de todo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Su reino será un reino eterno».
Daniel 7 es uno de los textos más complejos del Antiguo Testamento, pero su complejidad es proporcional a su importancia. Este capítulo se centra principalmente en un enigmático «Hijo del Hombre» que posee cualidades divinas. Esta figura mesiánica derrotará a la cuarta bestia (identificada con el Imperio romano) y vindicará a un remanente justo que comparte su reinado eterno (7:11-14, 22-27). Lo que es cierto del Hijo del Hombre también lo es del remanente justo. Daniel 7 es una profecía sobre eventos que ocurrirán al final de la historia. Los cuatro evangelios confirman que Jesús es el enigmático Hijo del Hombre y que Su vida, muerte y resurrección inauguraron esta esperada profecía. También afirman que los seguidores de Jesús heredan Su reinado eterno. Pero hay un giro: Satanás y sus demonios —no el Imperio romano— son la cuarta bestia. Y los seguidores de Cristo extienden el gobierno de Dios sobre el reino demoníaco.
Apocalipsis 22:5 representa la consumación de la profecía de Daniel 7. Mientras que, entre las dos venidas de Cristo, los creyentes gobernaron principalmente sobre Satanás y sus artimañas a nivel espiritual (pecado, falsas enseñanzas, tentaciones, etc.), en la nueva creación ejercerán un gobierno que abarcará, en cierta medida, los reinos espiritual y físico. Esto podría explicar la declaración de Pablo en 1 Corintios 6:3: «¿O no saben que hemos de juzgar a los ángeles?». Por supuesto, no gobernaremos de la misma manera en que Dios reina soberanamente sobre el orden creado, pero parece que administraremos la creación según el diseño original que Dios tenía para Adán y Eva desde el principio (Gn 1:28).
Asombro por la vida en el nuevo santuario
Ahora exploremos el significado de las imágenes de sacerdocio y realeza de la iglesia que hemos discutido. Debemos ser cautelosos, ya que estamos trabajando con trayectorias, indicios y conexiones sutiles dentro de la teología bíblica. Gran parte de la actividad sacerdotal en el Antiguo Testamento estaba vinculada con su servicio en el santuario. Por ejemplo, eran responsables de garantizar que el santuario funcionara según la manera como Dios lo diseñó, quemando incienso (Éx 30:7-9), cuidando las lámparas (Éx 27:20-21) y colocando los doce panes de la proposición (Lv 24:5-9). En resumen, mantenían el funcionamiento de la casa de Dios. Si el tabernáculo/templo de Israel es una sombra de la nueva tierra, entonces el mantenimiento realizado por los sacerdotes podría corresponder al mantenimiento que la iglesia llevará a cabo en la nueva tierra.
Tal vez este mantenimiento incluirá el cultivo de la tierra para la producción de alimentos. ¿Acaso Jesús no comió en Su cuerpo glorificado (Lc 24:43)? Las Escrituras están repletas de ejemplos de Su pueblo compartiendo comidas. Isaías 25:6 incluso describe cómo Dios mismo preparará un rico banquete para las naciones en la nueva creación. Aunque el pasaje está cargado de metáforas, estas parecen apuntar a algo tangible.
La iglesia funcionará como reyes que extienden el gobierno de Dios en toda la nueva tierra
La identidad de la iglesia como reyes también merece consideración. La idea de gobernar, como se menciona en Apocalipsis 22:5, a menudo implica ejercer la autoridad soberana de Dios sobre un ámbito. La iglesia funcionará como reyes que extienden el gobierno de Dios en toda la nueva tierra. Así, la iglesia «ejercerá soberanía sobre la nueva creación de manera similar a como Adán debía gobernar “sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”».
Consideremos la labor de Adán en el jardín cuando inspeccionó, catalogó y nombró a los animales (Gn 2:20). De manera similar, es probable que la iglesia, en la nueva creación, estudie el orden creado, comprenda cómo funciona y lo administre. Un autor explica:
El propósito de este nuevo cuerpo será gobernar con sabiduría el nuevo mundo de Dios. Olvida esas imágenes de estar descansando y tocando arpas. Habrá trabajo por hacer y lo disfrutaremos plenamente. Todas las habilidades y talentos que hemos puesto al servicio de Dios en esta vida serán perfeccionados, ennoblecidos, restaurados para ser usados para Su gloria.
Cuando comprendemos nuestra identidad como sacerdotes y reyes en el santuario de Dios, nuestro futuro se torna emocionante, tangible y lleno de asombro y maravilla. Podemos estar seguros de que nuestras actividades sacerdotales y de realeza se llevarán a cabo, finalmente y en plenitud, «para la gloria de Dios» (1 Co 10:31).
Benjamin L. Gladd
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/actividad-eternidad/
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