Un pulpo llamado depresión

Es frecuente, lógico, “normal” que cualquier persona se sienta abatida ante una frustración significativa o la pérdida de algo importante. Una primera reacción ante un hecho de ese tipo es la desesperanza, acompañada de tristeza o rabia, lo que comúnmente llamamos depresión.

Cuando se pierde una relación amorosa, el puesto de trabajo, la vivienda, algo valioso para nosotros o pasamos por una crisis existencial o económica, recibimos una mala noticia sobre nuestra salud o la de un ser querido, nos sentimos mal, un gran dolor nos embarga. Ese dolor suele generar una depresión.

La más ignorada

La depresión, a pesar de ser uno de los estados de ánimo que más se sufre en el mundo, es uno de los más ignorados por quienes no son especialistas en salud mental.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instituido el día mundial de la depresión (13 enero) como un llamado a detenernos ante un serio problema de salud mental que, en caso extremo, puede llevar a la muerte, por abandono o por suicidio.

Por lo general, la depresión se ubica a nivel individual pero también puede darse a nivel colectivo como cuando ocurre una catástrofe (inundación, terremoto,  incendio), se da un resultado electoral adverso a nuestros intereses o se vive una crisis política nacional o mundial.  No son asuntos personales pero pueden deprimir.

La depresión se puede describir como un estado de ánimo en el que predomina la tristeza, la melancolía, la sensación de infelicidad, de fracaso,la culpabilidad, el abatimiento y se da un derrumbe emocional.

Cualquier persona puede sentirse deprimida cuando hay circunstancias que la desencadenan y ese sentimiento se mantiene por unos pocos días. Es lo que los especialistas en salud mental llaman depresión exógena, ocasionada por factores externos a la persona.

También existe la depresión endógena, un trastorno anímico que puede tener un origen genético y que es producto de desajustes biológicos, en el funcionamiento cerebral por alteración de las endorfinas, las «hormonas del disfrute”.   Este tipo de depresión, por lo general, se extiende por semanas o meses, yendo y viniendo.

La depresión, por lo general, se expresa con tristeza pero puede encubrir rabia o miedo. Emociones que, muchas veces, cuesta reconocer hasta por las mismas personas que la sufren y que pueden producir alta irritabilidad, arrebatos de rabia, violencia, incluso por asuntos irrelevantes.

Los sentimientos de vacío, incertidumbre, confusión, desasosiego, desesperanza, tristeza, llanto, impotencia que caracterizan a la depresión pueden empeorar cuando se combina con la angustia, impulsos de movimientos desesperados, produciendo la lucha entre dos sensaciones que pueden ser insoportables y requieren de ayuda especializada.

Importante detenernos en nosotros

Una colega psicóloga llama a la combinación de depresión con angustia, el pulpo, por sus muchos tentáculos con los que nos puede atrapar.  Y es que la depresión tiene tantas caras como síntomas: decaimiento anímico, alteraciones de humor, del sueño, del apetito,  abandono higiénico, desánimo sexual, laboral. Alteración  de la rutina, aislamiento social y paro de contar, pero podría seguir con más.

El primer paso para controlar al pulpo emocional es reconocerlo.  Por lo tanto, hay que salir de la fase de negación de la problemática, de la evasión, dejar de falsear la realidad, todo lo cual actúa como mecanismo de defensa para no ver la realidad.  Por el contrario, hay que hacer todo lo posible por asumir la realidad aunque duela,  las razones del fracaso o de la pérdida.  Reconocer fallas, errores y, por supuesto,  no quedarse en eso, sino pensar en positivo y actuar.

En la medida que el tiempo transcurra y nuestra acción sea propositiva, la sensación de alivio irá llegando y con ella, de nuevo, la esperanza, el entusiasmo.

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