Los animales domesticados son animales que han sido criados selectivamente y adaptados genéticamente durante generaciones para vivir junto a los humanos. Son genéticamente distintos de sus antepasados o primos salvajes.
La domesticación de animales se divide en tres grupos principales: domesticación para compañía (perros y gatos), animales de granja para alimentación (ovejas, vacas, cerdos, pavos, etc.) y animales de trabajo o tiro (caballos, burros, camellos).
Los animales que son buenos candidatos para la domesticación suelen compartir ciertos rasgos:
- Crecen y maduran con rapidez, lo que los hace eficaces para la cría.
- Se reproducen fácilmente en cautividad y pueden pasar por varios periodos de fertilidad en un mismo año.
- Tienen una dieta basada en plantas, por lo que su alimentación es barata.
- Son resistentes y se adaptan fácilmente a condiciones cambiantes.
- Viven en rebaños o tenían antepasados que vivían en rebaños, lo que facilita su control por parte del hombre.
El proceso de domesticación
La domesticación se produce mediante la cría selectiva. Los individuos que presentan rasgos deseables son seleccionados para ser criados, y estos rasgos deseables se transmiten a las generaciones futuras.
El lobo fue el primer animal domesticado, hace entre 33 000 y 11 000 años. Tras los perros domesticados llegó la domesticación del ganado, que coincidió con un cambio generalizado de la búsqueda de alimento a la agricultura en muchas culturas.
Dado que la mayoría de los grandes actos de domesticación comenzaron antes de que se tuviera constancia de ellos, no sabemos mucho sobre el proceso exacto que se esconde tras el paso de generaciones de animal salvaje a mascota o ganado domesticado. Lo que está claro es que los antepasados de los animales domesticados ya debían de presentar rasgos que los hicieran útiles para los humanos, desde una carne sabrosa hasta un pelaje cálido o una afinidad natural con las personas.
Un estudio de 2017 encontró pruebas de que los primeros lobos con aspecto de perro estaban genéticamente predispuestos a ser amistosos. Esa simpatía podría haber desencadenado las primeras relaciones mutuamente beneficiosas entre humanos y perros, en las que las personas les daban comida o cobijo a cambio de que les sirvieran como guardianes o compañeros de caza. Se han descubierto otras pruebas genéticas que apoyan una teoría similar de la “autodomesticación” de los gatos.
De estas primeras relaciones entre humanos y animales surgieron muchas generaciones de cría, en las que se criaban animales con los rasgos más beneficiosos y se desechaban los de tamaño inferior al normal, los truculentos o los indeseables.
A diferencia de sus congéneres salvajes, los animales domésticos suelen presentar un rasgo conocido como neotenia, es decir, la conservación de rasgos juveniles como pelaje suave, orejas caídas y cabezas más grandes en relación con su tamaño corporal. Un estudio memorable iniciado en la Unión Soviética en la década de 1950 descubrió que los zorros criados para obtener rasgos domésticos empezaron a mostrar neotenia a las pocas generaciones. Aún no está claro por qué ocurre esto, aunque a menudo hace que los animales domesticados sean más “bonitos” para los humanos. La gente también suele seleccionar intencionadamente estos rasgos juveniles en el curso de la cría, lo que nos da los carlinos, los gatos ragdoll y los conejos enanos de hoy en día.
Doméstico frente a domado
Domesticar no es lo mismo que domar. Un animal doméstico está genéticamente determinado a tolerar a los humanos. Un animal salvaje, o un animal salvaje nacido en cautividad, puede domarse (se puede condicionar su comportamiento para que se acostumbre a convivir con el hombre), pero no está realmente domesticado y sigue siendo genéticamente salvaje.
Los elefantes asiáticos en cautividad, por ejemplo, a menudo se interpretan erróneamente como domesticados, porque han sido mantenidos por humanos durante miles de años. Sin embargo, la mayoría de ellos han sido capturados de su hábitat natural y domesticados para ser utilizados por el hombre. Aunque pueden reproducirse en cautividad, como los grandes felinos y otros animales salvajes, no se crían selectivamente, en gran parte debido a su largo ciclo reproductivo. Por eso no existen razas domesticadas de elefantes asiáticos: siguen siendo animales salvajes.
Otros animales que tienen homólogos salvajes modernos, como los conejos, se enfrentan al reto opuesto: los conejos domésticos son genéticamente distintos de los silvestres, pero como las poblaciones coexisten, el desconocimiento de sus diferencias puede llevar a suponer que los conejos domésticos pueden sobrevivir en la naturaleza. A diferencia de otros animales asilvestrados (animales domésticos que viven en libertad), los conejos domésticos carecen de instintos depredadores que puedan ayudar a su supervivencia sin cuidados humanos. Los refugios informan de un elevado número de conejos domésticos abandonados al aire libre.
National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/animales/animales-domesticos
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