Un trabajo realizado por científicos de los Países Bajos advirtió que, tras los aislamientos, algunas células inmunológicas mostraron respuestas desreguladas ante distintos patógenos. La palabra de tres expertos a Infobae
El confinamiento durante la pandemia de COVID-19 marcó un antes y un después en la forma en que las sociedades enfrentan las crisis sanitarias globales. Pero este no sería el único aspecto, ya que un reciente estudio advirtió que también habría impactado en el sistema inmunológico humano. Es que, tras este periodo de aislamiento, cuando se manifestaron las enfermedades, parecían durar más tiempo o, incluso, ser más agresivas.
Este hallazgo fue realizado por investigadores del Radboud University Medical Center, en los Países Bajos, quienes buscaron evaluar los verdaderos efectos de esta acción en el organismo. Para ello, según el documento publicado en Frontiers in Immunology, lograron identificar que, durante los confinamientos, las células inmunes disminuyeron su actividad inflamatoria.
Sin embargo, cuando estas células fueron expuestas nuevamente a virus y bacterias en laboratorio, las respuestas fueron más intensas y desreguladas. Según los autores, “la falta de interacción cotidiana con microorganismos redujo la capacidad del sistema inmunológico para diferenciar entre estímulos dañinos y benignos”. Este efecto, consistente con la hipótesis de la higiene, fue observado tanto en pacientes con VIH como en controles sanos.
Lo cierto es que esta situación puede explicarse con dos conceptos: la hipótesis de la higiene, que señala cómo la falta de contacto constante con microorganismos puede provocar desajustes inmunológicos, incrementando la susceptibilidad a enfermedades inflamatorias o alérgicas. Y la deuda inmunológica, que se relaciona con el debilitamiento temporal del sistema inmune debido a una pausa prolongada en la exposición a patógenos.
“En realidad, el concepto o definición de ‘deuda inmunológica’ no existe. Ni en inglés, ni nosotros académicamente lo enseñamos. Pero hay algo importante: el trabajo está bueno porque muestra el efecto de la pandemia en un grupo de pacientes, pero ese término no tiene base científica”, afirmó a Infobae Guillermo Docena, bioquímico e investigador principal del CONICET.
En tanto, el médico clínico Ramiro Heredia (MN 117.882), del departamento de Medicina Interna del Hospital de Clínicas José de San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, explicó a Infobae que “la hipótesis de la higiene plantea que la exposición temprana a distintos patógenos, muchas veces en un contexto de menor sanidad o higiene ambiental, entrena o estimula nuestro sistema inmune para responder mejor a lo largo de la vida”.
Por su parte, Jorge Geffner, profesor de Inmunología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET, señaló a Infobae que, “en relación a la hipótesis de la higiene, esta explora algo que tiene que ver con este estudio, pero no está directamente relacionado. Por ejemplo, cuando se compara en Estados Unidos la población que vive en un ámbito rural, que está más expuesta a la naturaleza, insectos, excrementos, ganado, es decir, que vive en condiciones donde las normas higiénicas son más limitadas, frente a una población que vive en ámbitos más limpios, como urbanos. Aquella población más urbanizada, que vive en condiciones de mayor higiene, tiene mayor incidencia de manifestaciones alérgicas”.
Cómo el confinamiento moldeó la inmunidad: hallazgos clave
Dependiendo de la región del planeta, los confinamientos tuvieron duraciones diversas. Sin embargo, los investigadores advirtieron que, durante estos períodos, los niveles de inflamación sistémica en el organismo disminuyeron significativamente, un efecto atribuido a la reducción de la exposición a patógenos ambientales y a la disminución de las interacciones sociales.
En el estudio, según indicaron, se midieron biomarcadores inflamatorios en sangre, en los cuales se evidenció un patrón consistente de menor actividad inflamatoria en personas con VIH y en controles sanos.
Esta disminución, aunque inicialmente positiva, dejó al sistema inmunológico menos preparado para enfrentar microorganismos al finalizar las restricciones. Según explicó el profesor Mihai Netea, líder del estudio, en el comunicado de prensa, “los confinamientos fueron necesarios durante la pandemia, especialmente al principio”.
“Es importante que obtengamos más información sobre cómo las interacciones sociales afectan y activan nuestro sistema inmunológico, para poder gestionar mejor las consecuencias. De esta manera, podemos aplicar medidas sociales tan drásticas de manera eficaz y segura en una pandemia futura”, continuó el experto. Y agregó: “En ausencia de estas interacciones, el sistema inmunológico pierde su capacidad de regulación, predisponiendo a respuestas inflamatorias exageradas”.
Es que, una vez levantadas las medidas de aislamiento, de acuerdo a los científicos del trabajo, el sistema inmunológico enfrentó nuevamente estímulos externos, lo que resultó en una hiperreactividad significativa. Por otro lado, los datos también revelaron alteraciones epigenéticas en las células inmunológicas.
Según indicaron, se trataron de modificaciones en la metilación del ADN, la cual afecta la regulación de genes asociados con la respuesta inmune y fueron descritas como una “pérdida significativa de metilación” durante los periodos de confinamiento. En el estudio, esta alteración habría contribuido a la hiperreactividad registrada en las respuestas inmunológicas posteriores.
La metilación del ADN funciona como un mecanismo de control que regula la actividad de ciertos genes mediante la adición de grupos químicos específicos. Al reducirse este proceso, estos que normalmente permanecerían inactivos se vuelven más activos, generando un desbalance en los mecanismos que controlan la inflamación y otras respuestas inmunes. Este fenómeno podría explicar el comportamiento exagerado del sistema inmune frente a estímulos habituales tras el prolongado aislamiento social.
“Evidentemente ellos encuentran cambios en la epigenética, lo que de algún modo regula la expresión de genes y, por lo tanto, la expresión final de proteínas, que son los efectores de cualquier comportamiento biológico, entre ellos la respuesta inmune. Pero si uno quisiera sacar la conclusión de que el aislamiento durante tres, cuatro, cinco o seis meses en una población se traduce en una mayor incidencia de manifestaciones alérgicas o autoinmunes, habría que presentar datos en el terreno de enfermedades”, señaló Geffner.
Y continuó: “No hay evidencia directa en el trabajo, ni tampoco en la literatura científica en general, que afirme que el aislamiento resulte en una hiperreactividad de la respuesta inmune. No hay estudios epidemiológicos que demuestren esto. Ese sería el dato clave: si decís que la población que no salió de su casa por cinco o seis meses, o que salió muy poco, y la comparas en otra época con una población similar que vive en el mismo país, que afronta las mismas condiciones de vida, pero el trabajo tiene algún problema en cuanto a la población de control”.
En el estudio, aseguraron que en experimentos realizados en laboratorio, las células inmunológicas de los participantes respondieron de manera desregulada a microorganismos comunes, mostrando una mayor producción de citoquinas proinflamatorias. Este fenómeno fue consistente en las personas con VIH y en los controles sanos, lo que sugiere, de acuerdo a los investigadores, que los efectos del confinamiento no se limitan a poblaciones inmunocomprometidas, ya que los datos fueron contrastados con un grupo independiente de 30 individuos sanos.
Sobre este punto, un análisis publicado en la Revista Italiana de Pediatría evidenció, a principios de 2024, un aumento del 70 % en las hospitalizaciones por bronquiolitis en niños durante el invierno de 2022-2023, acompañado de coinfecciones más frecuentes y un mayor uso de soporte respiratorio. Este fenómeno también se percibió en la Argentina.
“Cuando apareció el virus SARS-CoV-2, los seres humanos no teníamos defensas contra él. Se tomaron medidas extraordinarias, como nunca antes. Oleada tras oleada, la población fue ganando inmunidad, ya sea por infecciones o por las vacunas. Con el tiempo, este ‘muro’ de inmunidad se hizo más fuerte. Finalmente, tras tres años de pandemia, el virus comenzó a comportarse más como una enfermedad endémica que como una enfermedad pandémica, pero esto generó distintos fenómenos que ahora estamos viendo en nuestra comunidad“, resaltó Heredia.
En ese sentido, destacó que durante la pandemia, el organismo debió enfrentarse “casi exclusivamente al virus del COVID-19″, mientras que “otros virus bajaron mucho su circulación, dejando de desafiar a nuestro sistema inmune”. “Por eso, cuando se levantaron las restricciones pandémicas, muchas personas tuvieron infecciones por virus comunes, pero con un comportamiento atípico o más agresivo. Esto ocurre en parte por la falta de exposición previa a esos patógenos durante el confinamiento”, afirmó el médico clínico.
Este incremento podría estar relacionado con la idea de que el sistema inmunológico quedó “desentrenado” durante los períodos de aislamiento. “Está claro que el confinamiento y, sobre todo, el aislamiento, tuvieron un efecto sobre el sistema inmune. Creo que tiene impacto en dos niveles. Primero, en el sistema nervioso central: este aislamiento evidenció que los seres humanos y los seres vivos en general necesitan la interacción social, y eso tiene impacto en los microorganismos. Si el sistema nervioso central se ve afectado, también impacta en el sistema inmune. Por ejemplo, si tenés una depresión, el sistema inmune sufre inmunodepresión. Esto facilita la aparición de infecciones”, aseguró Docena.
Al tiempo que destacó, más allá del impacto en la fisiología, “también hay que considerarlo en el contexto de una infección viral emergente, de la cual no sabíamos nada. Por eso se tardó bastante. Recién en marzo se declaró la pandemia, pero ya en febrero se veía que la morbilidad y la mortalidad eran altas. Mucha gente falleció, y además era un virus nuevo”. ”Los antecedentes de SARS-CoV-1 y MERS eran distintos, entonces no teníamos información. En ese contexto, la pandemia, como dice el trabajo, ayudó a preparar el sistema sanitario, a pesar del impacto que el aislamiento tuvo en el sistema inmune”, completó Docena.
El futuro de las pandemias: equilibrio entre protección y exposición
Los confinamientos durante la pandemia dejaron una lección importante para la gestión de futuras crisis sanitarias: las medidas de aislamiento social, aunque efectivas para reducir la transmisión de enfermedades, no están exentas de costos biológicos, de acuerdo al estudio del Radboud.
Asimismo, los avances en la comprensión de los cambios epigenéticos provocados por los confinamientos podrían abrir nuevas vías para desarrollar estrategias de intervención. Según los datos del Radboud, las alteraciones en la metilación del ADN sugieren que el sistema inmunológico no solo responde a estímulos inmediatos, sino que también se reconfigura a nivel genético en función de las experiencias ambientales.
Estas modificaciones podrían tener implicaciones a largo plazo para la susceptibilidad a enfermedades inflamatorias, alérgicas e infecciosas, lo que resalta la importancia de investigar cómo revertir estos efectos de manera efectiva.
“La teoría de la higiene, que también se desprende del estudio, plantea que la exposición temprana a distintos patógenos, muchas veces en un contexto de menor sanidad o higiene ambiental, entrena o estimula nuestro sistema inmune para responder mejor a lo largo de la vida. Este fenómeno de desafío inmunológico frente a gérmenes, bacterias y parásitos podría ofrecer cierta protección contra enfermedades como las alergias y la autoinmunidad“, resaltó Heredia.
Y completó: “Esta exposición a patógenos, al entrenar al sistema inmune, reduce el riesgo de desarrollar alergias. Por un lado, disminuye las respuestas inmunes contra estructuras propias, y por otro, las reacciones frente a sustancias inertes, que para la mayor parte de la población no representan un problema. En cambio, en los alérgicos, estas sustancias desencadenan una respuesta inmune desproporcionada”.
Por su parte, Docena agregó: “Todos estamos expuestos a patógenos, y si contamos con un sistema inmune adecuado, no nos enfermamos. Sin embargo, cuando dejamos de estar expuestos, eso genera un impacto, como ocurrió en este caso: muchas enfermedades infecciosas no ocurrieron debido a la falta de exposición, pero cuando salimos del aislamiento, el sistema inmune quedó más sensible. Por ejemplo, se observaron infecciones por gripe en el verano, algo totalmente inusual, y esto se debió a la falta de exposición propia del invierno, que refuerza el sistema inmune”.
“Una de las formas de mantener el sistema inmune funcional es estimulándolo, y eso puede lograrse de dos maneras. Una es artificial, mediante la vacunación, que utiliza un microorganismo alterado que no genera infección. La otra es a través de la exposición natural. Esto también demuestra que, para tener un sistema de defensa adecuado, necesitamos estar expuestos naturalmente a microorganismos”, indicó el experto.
Y añadió: “En este trabajo, considero interesante que se mostró que al no estar en contacto con microorganismos, el sistema inmune no recibió estímulos, y esa inactividad no solo impacta en la respuesta frente a microorganismos, sino también en otras patologías relacionadas con el sistema inmune. Eso se llama regulación. Porque, para que haya memoria inmunológica y para contar con un sistema inmune que nos defienda, no solo de infecciones, sino también porque el sistema inmune tiene un rol en la fisiología, necesitamos interactuar con los microorganismos. Eso es algo evolutivo, y quedó demostrado que la falta de interacción altera el sistema inmune”.
En tanto, Geffner planteó reparos ante las conclusiones de la investigación y advirtió: “Lo que presentan son datos que tienen que ver con mecanismos regulatorios de la respuesta inmune, expresión de ciertos genes, pero eso no permite concluir que va a haber más incidencia de enfermedad porque hay muchísimos factores, muchos que pueden actuar como confundidores. Además, encuentran datos a nivel molecular, pero habría que ver si esos datos complejos realmente se traducen en una mayor incidencia de enfermedades”.
“El estudio no aporta eso porque estudia básicamente expresión de genes y de proteínas. Por eso, con las conclusiones yo sería muy cuidadoso, porque también habría que ver si realmente cuando comparan una población con otra, la población control realmente tiene características similares en múltiples aspectos respecto de la población desafiada. Hay datos de interés, pero en cuanto a salud pública yo sería muy, muy precavido en sacar conclusiones”, concluyó el profesor de Inmunología en la Facultad de Medicina de la UBA.
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