Dice cautamente Borges: “Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede dejar a las antologías unos pocos poemas”. Si la edición oficial de un poemario es signo de que estamos frente a la tercera opción, asumimos que este casollena esos extremos. El 5 de este mes, el Archivo General de la Nación (AGN) se vistió de gala para recibir a la historiadora Ana Ribeiro presentando en la colección Clásicos uruguayos con el número 221la edición del libro de Emilio Oribe La colina del pájaro rojo.
Días antes, hablando con el siempre instructivo senador Domenech, este me comentaba que una señora profesora de Secundaria, conocida común, estaba emparentada con Emilio Oribe. El azar o las fuerzas del cielo me estaban marcando el tema de esta nota.
Dudo de que la poesía tenga muchos lectores. En realidad, los lectores escasean, y no solo para el campo de la poesía. Por eso me parece doblemente meritorio el esfuerzo en poner al alcance del público materiales de esta clase. Hace mucho que diversos autores vienen anunciado el fin del libro. Hasta ahora no se ha dado, y cada vez que se produce un acontecimiento como este se redobla la apuesta. Bienvenido.
Emilio Oribe (1893-1983) fue poeta, ensayista, filósofo, médico, docente y decano de la Facultad de Humanidades. En el prólogo a su libro de poesías El otro, el mismo reflexiona Borges sobre la curiosa suerte del escritor. Primero es vanidosamente barroco, dice, y con los años alcanza, “si son favorables los astros […] la modesta y secreta complejidad”. ¿Por qué suponer que Oribe fue ajeno a ese camino? Si adjudicamos algún valor a la crítica literaria podemos seguir su evolución a través de los diarios de muchos lunes. Y partiendo de la base de que quien escribe en español quiere ser reconocido en España, seguiremos la ruta a través de la prensa española.
Primeras armas
El debut editorial de Oribe fue en 1913 con Alucinaciones de belleza. El medio Mundial magazine, que dirigía Rubén Darío, juzga que “son poemas en que nos muestra Emilio Oribe verdaderos dones poéticos, pero que faltan aún de alguna experiencia”. A sus 24 años, el juicio parece acertado. La revista catalana La Ilustración Artística entiende como notas más destacadas de la obra “la sinceridad y la espontaneidad”. Si tomáramos los juicios como los de aquellas interminables reuniones de profesores que siempre desembocaban en algún cliché, diríamos que estaba entre “puede y debe rendir más” y “se aprecia esfuerzo, continúe trabajando”.
En 1915 da a luz Las letanías extrañas. La revista Nuevo mundo de diciembre de ese año, que entre sus colaboradores contaba con las plumas de Unamuno y Maeztu, se refiere a su obra anterior para compararla. Las influencias de Verlaine y Darío siguen presentes en este nuevo trabajo, pero, no obstante, lo califica como “muy digno de consideración”. Encuentra sonetos notables y, sobre todo, “una dulce manera de sentir la Naturaleza y de interpretarla y describirla. Hay en este poeta frases que son verdaderos paisajes”.
Después vendrían otros textos: El halconero astral, El nunca usado mar… Sobre El halconero dice Cervantes, la revista de Rafael Cansinos Assens, que se trata de “una gallarda prueba de sus excelentes cualidades”. Se percibe “una propensión muy plausible hacia los nuevos lábaros poéticos, si bien se resiente de no pocas influencias que, seguramente, irá venciendo conforme vaya adentrando en su alma y su arte”. Pero como nunca llueve a gusto de todos, el crítico de la publicación habanera Cuba contemporánea no coincide: “he tratado de encontrar poesía, belleza, música, ritmo, en los versos del Sr. Oribe, y nada he logrado”.
Con El nunca usado mar obtiene una mirada muy favorable del semanario España en su edición de diciembre de 1922. El comentarista encuentra sonetos de irreprochable elegancia. Compara a Oribe con un “escultor, manejando formas y bloques de prosa, como un artista de la piedra pudiera hacerlo con mármoles o bronces”. Y destaca del trabajo su “proporción majestuosa, severidad lineal, levantados conceptos”.
Subiendo la colina
Aquel escritor, poeta y crítico español que fue Guillermo de Torre en 1927, un año antes de casarse con Norah la hermana de Borges, escribe en el periódico quincenal La Gaceta Literaria, medio del que había sido cofundador. “La Atenas de Suramérica pudiera apellidarse sin gran hipérbole a Montevideo. Nos hallamos, sin duda –descontando Argentina–, ante el Parnaso más rico, vario y fecundo de toda Suramérica”, dice. En la nota, menciona a Emilio Oribe, “el poeta de La colina del pájaro rojo [1925] siempre en constante evolución…”.
Meses más tarde, Cansinos Assens valorará esa evolución. Verá en esa obra “otro poeta más valeroso y encendido, que ha dejado la costumbre de los cenáculos literarios y buscado en la comunión con la Naturaleza el oráculo de sus inspiraciones. Así, dice, “rompe a nuestros pies el collar de la rima para hablarnos en un lenguaje propio de la divina pobreza de la parábola”.
En el acto de presentación en el AGN dijo la subsecretaria de Cultura, que la lectura de determinados pasajes del libro la había emocionado. A mí, en particular, me emociona este:
La oración a la hora de cenar
La casa es pobre y se abre al campo inmenso.
De blanco está la mesa y nos aguarda.
Es el anochecer.
La madre ha dicho:
–¡La hora de cenar!–
Trasciende a cosa santa el comedor.
Sube la noche. Cantan a lo lejos,
hacia la luna llena,
las aves vigilantes.
En mi casa la lámpara doméstica
su llama eleva aquí, al lado mío.
La madre toma asiento. Las hermanas
y los hermanos, cuando llegan, mueven
grandes sombras oscuras
en la pared.
Grandes sombras oscuras
que huyen por la puerta
y penetran de nuevo cual fantasmas.
De madera los bancos. Muy pobre la vajilla.
El agua clara
de manantial en el jarrón de barro.
Los pálidos metales
de los cubiertos…
Y el gran pan redondo
que se destaca en el mantel de lino,
dorado está en el centro de la mesa.
La madre de nuevo
nos habla: –Todos de pie
¡Oremos antes de cenar!–
Inclinado el rostro,
sobre el pecho.
Yo, el soñador, por la ventana miro
hacia los campos cuyo fin no veo…
La luna está en el cielo
como el pan en la mesa.
-Oremos-
Dios dará la porción de cada uno.
Que así sea.
Guillermo Silva Grucci
Fuente de esta noticia: https://www.xn--lamaana-7za.uy/cultura/en-busca-del-pajaro-rojo/
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