¿Qué dice la Biblia sobre el amor de Dios?

1. El amor de Dios es incomprensible.

Ninguna mente humana puede comprender a Dios. No podemos definirlo ni dar una explicación completa de quién es Él, que «habita en luz inaccesible» (1 Ti 6:16). Si Dios es incomprensible, también lo es Su amor. Si bien podemos y debemos hablar con sinceridad sobre Su amor, nunca podemos sondearlo porque es amor divino, tan diferente de nuestro amor como Su ser es diferente del nuestro.

2. El amor de Dios puede ser conocido.

No podemos definir a Dios en el sentido de delimitar exhaustivamente quién es Él, pero sí podemos describirlo con veracidad. Podemos hacerlo porque se nos ha dado a conocer en Su Palabra y nos abre los ojos a ella por medio de Su Espíritu. ¿Cómo es posible eso, dada la diferencia divina? Es posible porque Dios se nos da a conocer en la realidad de las criaturas. Él toma las cosas que ha creado y las usa para describirse a Sí mismo ante nosotros. Así que Él es descrito como león, roca, fuego, incluso polilla y carcoma (¡búscalo en el libro de Oseas!).

3. A Dios se lo conoce por analogía.

Cuando Dios utiliza cosas creadas, como los leones, para hablar de Sí mismo en la Biblia, está hablando analógicamente. Esto significa que las cosas que utiliza para describirse a Sí mismo no son idénticas a Él ni completamente diferentes de Él. Es una roca, por ejemplo, no porque esté hecho de piedra.

Cuando Él usa el término «roca» para referirse a Sí mismo, no debemos asignarle todas las propiedades de una roca punto por punto. Pero tampoco debemos pensar que Él es completamente ajeno a las rocas en todos los sentidos. Cuando Dios afirma que es una roca, Él se refiere a algo de lo que nosotros queremos decir cuando afirmamos que una roca es una roca: Él no está hecho de piedra, pero es sólido y confiable.

El amor de Dios nunca debe identificarse punto por punto con algún amor creado que ya conozcamos

¿Cómo es posible que las cosas creadas nos representen a Dios de esta manera? Es posible precisamente porque Él las creó. Es como si Sus huellas digitales quedaran marcadas en las cosas que ha hecho, de modo que cada una de ellas contiene un pálido reflejo de algunos de Sus atributos divinos.

Nuestras mentes caídas no pueden armar una imagen de Dios a partir de lo que Él ha creado —de hecho, suprimimos Su revelación natural—, pero en Su Palabra inspirada Él puede usar esas cosas para describirse a Sí mismo y luego puede iluminar nuestras mentes para que comprendamos y creamos esas descripciones.

Todo esto se aplica al amor de Dios: cuando leemos «Dios es amor», sabemos algo de lo que el amor es a partir de lo que Él ha creado, pero Su amor nunca debe identificarse punto por punto con algún amor creado que ya conozcamos.

4. Las imágenes de Dios en la Biblia se regulan a sí mismas, incluidas las imágenes de Su amor.

Surgen, entonces, algunas preguntas apremiantes: ¿Cómo sabemos cuáles aspectos de cada imagen que Dios dibuja de Sí mismo debemos aplicarle y cuáles no?

¿Cómo sabemos que no debemos inferir que Su amor puede fluir y refluir como puede hacerlo el amor humano, incluso que puede fallar? Esto puede parecernos obvio, pero eso es solo porque, hasta cierto punto, ya hemos aprendido a leer la Biblia correctamente. ¿Cuál es la razón por la que, cuando nos detenemos y pensamos en ello, no inferimos esa conclusión? La razón es que otras formas en que Dios se describe a Sí mismo nos impiden hacerlo; por ejemplo, Su repetida autodescripción como un Dios que cumple Su pacto y hace juramentos solemnes a Su pueblo.

La Biblia es un libro que se interpreta a sí mismo: lo que dice en una parte nos muestra cómo debemos leer en otra parte. Sus muchas imágenes de Dios forman una red de imágenes que se interpretan a sí mismas. Eso incluye las imágenes de Su amor.

5. Llegamos con rapidez a conclusiones erróneas sobre el amor de Dios.

A menudo estamos menos atentos a las formas en que el lenguaje del amor debe interpretarse a la luz de otras descripciones que Dios hace de Sí mismo. Esto se ve claramente cuando alguien dice algo como: «Si yo fuera un Dios de amor, entonces yo…». El razonamiento que sigue generalmente no está vinculado con la representación más amplia que Dios hace de Sí mismo en las Escrituras.

Cuando hacemos esto, Dios se convierte en realidad en una proyección masiva de nosotros mismos, una sombra proyectada sobre una pantalla detrás de nosotros con todos nuestros propios rasgos magnificados y exagerados. Si bien puede ser inmediatamente obvio para nosotros que Dios no decidirá dejar de amarnos, por alguna razón es menos obvio que Su amor es diferente del nuestro en otros aspectos, como en ser autosuficiente, soberano, inmutable, omnisciente, justo y sin pasión (sí, correctamente entendido).

6. El amor de Dios debe ser “leído” dentro del resto de lo que la Escritura enseña acerca de Sus atributos divinos.

No somos libres de tomar la afirmación «Dios es amor» como una pelota y correr con ella a donde queramos. La declaración debe permanecer atada dentro de su contexto inmediato en 1 Juan 4, dentro del contexto más amplio de los escritos de Juan y dentro del contexto último de toda la autodescripción de Dios en la Escritura.

Nuestro descanso en Dios nunca encuentra su cumplimiento en nosotros mismos, sino que siempre nos lleva fuera de nosotros mismos hacia Él y hacia los demás

El contexto local nos recuerda inmediatamente (en el versículo 10) la conexión entre el amor y la propiciación, lo que requiere que entendamos el amor de Dios junto con Su justicia e ira. El contexto último de la Escritura traerá junto con Su amor todos los demás atributos de Dios. Juntos formarán una red autorreguladora de significado.

7. El amor de Dios debe ser “leído” especialmente dentro de lo que la Escritura enseña acerca de Su vida trinitaria.

Además, el contexto más amplio en los escritos de Juan conectará repetidamente el amor de Dios con Su vida trinitaria. Juan se deleita en escribir acerca del amor del Padre por el Hijo y del amor del Hijo por el Padre. Incluso registra que el Señor Jesús dijo que el Padre lo ama porque da Su vida (Jn 10:17). El amor no es único por ser un atributo trinitario: todos los atributos de Dios son atributos del único Dios que es tres personas, pero nunca debemos pasar por alto el carácter trinitario del amor de Dios.

8. Leer el amor de Dios en su contexto más amplio nos protege del error.

El amor es quizás el atributo más obvio para considerar desde una perspectiva trinitaria, pero lo observamos más fácil de lo que captamos sus consecuencias teológicas. ¿Qué diferencia hará si, por ejemplo, recordamos que el amor de Dios tiene sus raíces en el amor del Padre por Su Hijo y Su voluntad resultante de ver al Hijo honrado? (Jn 5:22-23). Entonces no inferiremos de «Dios es amor» que Él fácilmente pasa por alto el pecado, porque comprenderemos que el pecado que deshonra a Cristo es en sí mismo una ofensa contra el corazón mismo del amor de Dios.

Del amor de Dios por Su Hijo surgirá Su ira contra los pecadores. Solo cuando leamos el amor de Dios de esta manera estaremos prevenidos de llegar a conclusiones falsas al hacer de nuestra propia mente natural el contexto en el que lo interpretemos.

9. Comprender la clase diferente del amor de Dios nos ayuda a ver su inmensurable magnitud.

La consideración del amor de Dios en sus contextos bíblicos apropiados no es un ejercicio de abstracción que solo interese a los teólogos sistemáticos oscurantistas.

El amor de Dios debe ser vivido y aprendido. El amor de Dios por nosotros engendra en nosotros amor por Él y por los demás

Puede ser más fácil simplemente pensar «Dios es amor» y llenar esa afirmación con lo que nuestra mente humana sugiera. Ciertamente requiere menos esfuerzo mental simplemente dejar que nuestra mente genere nuestra teología, en lugar de someterla al estudio disciplinado de la autorrevelación de Dios en las Escrituras. Pero al final del día, un dios que es poco más que una proyección de mi propia mente nunca puede satisfacerme. Adorar a un dios así sería como estar encerrado en una habitación con solo mi propia compañía, una especie de confinamiento teológico solitario, un terrible solipsismo narcisista y, en última instancia, una forma de egolatría similar en algunos aspectos al infierno mismo.

No hay satisfacción en este camino, solo decepción amarga. La meditación sobre la autorrevelación autoritativa de Dios en su plenitud es lo que traerá descanso a nuestras almas, el descanso de encontrar en Él a alguien que excede infinitamente nuestra propia y pequeña finitud, Alguien cuyos deleites nunca pueden agotarse.

10. El amor de Dios verdaderamente percibido siempre provoca en nosotros una respuesta de amor.

La contemplación del amor divino en su plenitud bíblica nunca es algo que termina en sí mismo. Nuestro descanso en Dios nunca encuentra su cumplimiento en nosotros mismos, sino que siempre nos lleva fuera de nosotros mismos hacia Él y hacia los demás. El amor de Dios debe ser vivido y aprendido. El amor de Dios por nosotros engendra en nosotros amor por Él y por los demás.

La verdadera Palabra de amor que tenemos en la Biblia, si la tenemos verdaderamente, permanecerá en nosotros y no regresará vacía cuando, por milagros de la gracia, hagamos visibles reflejos fugaces del amor inconmensurable de Dios a los demás en nuestras propias vidas.