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Mar. Nov 5th, 2024
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El ejercicio de la política, no sólo se realiza con base en preceptos validados por principios, leyes y la razón que corresponde a propuestas elaboradas en nombre de la gobernabilidad, la gobernanza, la capacidad del gobernante y del proyecto de gobierno sometido a juicio de la población política que consignó su voto en el proceso electoral.

También procura llevarse a cabo, sosteniéndose en las circunstancias infladas por el llamado “aparato político-partidista” más votado. Quizás esta coyuntura facilita un ejercicio de la política sustentado en emociones, actitudes furibundas y el compadrazgo propio de la intimidad que se forja entre amigos y personas declarados políticamente “leales” sólo por el hecho de ser simpatizantes de una facción mayoritaria que recibe gruesos apoyos clientelares.

Es entonces cuando el ejercicio de la política se tergiversa entre la multiplicidad de factores políticos que se reúnen alrededor de una factible conciliación entre apetencias, ambiciones y aportes de capital. Habida cuenta que apuntan a facilitar la consabida logística que demanda el propósito político-electoral en proceso.

Complicaciones al mayor

En el enredo organizacional que se crea mientras el colectivo (político) vive el ánimo y convicción de ganar las elecciones en curso, en ese mismo ánimo se esconde la desesperación que muchas veces se transfigura cual vehículo de alta velocidad que, por culpa de la imprevisión dominante, causa los primeros conflictos y accidentes. Todo, a consecuencia del derrape que ocasiona la primera curva del circuito al que corresponde el trayecto oficial de la competencia. Aunque el caso que esta disertación intenta proyectar es de mera realidad política.

En los apuros, deserciones y choques de opinión que caracteriza tan manidos ejercicios de política, muchos son los desencuentros por cuyos afanes, se incitan problemas no sólo teórico-conceptuales. Sino también, metodológicos. Sin embargo, estas realidades están muchas veces asociadas a la normalidad propia de este tipo de eventos.

Esas situaciones evidencian la naturaleza que caracteriza al ejercicio de la política. Particularmente, en situaciones sumidas por el subdesarrollo característico de geografías políticas cundidas de tan abrumadoras realidades.

Algunas precisiones conceptuales

Precisamente, en medio de tales escenarios, siempre cargados de una marcada tensión disfrazada de una presunta amplitud y sesgada popularidad, comienzan a formalizarse e “institucionalizarse” problemas que, si bien en principio son disimulados, representan problemas que se somatizan en el paisaje político que intenta exhibirse ante los medios de comunicación para su divulgación internacional, nacional, regional o local.

Es así como estos problemas son “encapsulados” por efecto de forzados reacomodos que disimulan cualquier desencuentro de posible proyección.  Y la imbricación de dichos problemas manipula de tal manera la coordinación y jefatura política a que no pueda dejarse espacio a la previsión pues la tendencia a imponerse es a derrochar todas las energías posibles en la resolución de problemas que seguramente serán de urgencia mayúscula. Incluso, por encima de los marcados por prioridades.

De esa forma, empiezan a transponerse los límites que definen el deterioro de lo que ha sido entendido por “ejercicio político” para entonces derivarse confusiones que incitan a dar concesiones a la improvisación. Y justo ahí, se inicia la falta de solidaridad. Así como a experimentar con la improvisación asumida como recurso de gobierno.

Es ahí donde algunos proyectos de gobierno, se apartan de promesas electorales expuestas como “palabra de honor” en tiempos de comicios. La acción práctica de gobierno, se distancia a su vez de los planes de gestión gubernamental.

La solidaridad en la praxis de la política

Cuando las realidades políticas se convierten en terreno de problemas, las situaciones que se pronuncian ocurren con marcada tendencia a exacerbarse. Es ahí cuando los compromisos, apuntalados en derechos y valores, terminan encareciendo su naturaleza humanitaria. Tanto, que sus acuerdos o tareas trazadas, pierden las capacidades de sus alcances.

Quizás el compromiso más recalcado de todo evento político-electoral o de proselitismo fachoso, es la solidaridad planteada a manera de “cooperación”. Pues está emparentada con la generosidad y la compasión que despierta la disposición de ayuda (declarada) ante cualquier contingencia, crisis o dificultad que padezca alguna realidad conocida.

La solidaridad, en tanto que valor humano de persistente existencia, es bastante manipulada por cualquier motivación de burda politiquería. Peor aún, de egoísta tentación. Tal tamaño de problema, hace que se abuse de la sensibilidad que compromete su sentido de colaboración. Por eso es propio apreciar la solidaridad en movimiento. O sea, en situaciones de desastres naturales, guerras y contingencias críticas o catástrofes.

Sin embargo, el devenir político, es testigo del sinnúmero de casos en que la solidaridad luzca sólo como “mampara de ocasión”. O como narrativa de “politiquería de orilla” con la intención de rellenar espacios acostumbrados a ser ocupados por la improvisación. Más aún, por la indiferencia, la indolencia o la burda arrogancia del “poderoso pobretón”.

Al cierre

El problema adquiere feo tamaño, cuando nada o poco se comprende todo lo que el ejercicio consecuente de la solidaridad, los valores que construye a su alrededor, desde la gratitud, hasta la reciprocidad. Su praxis tiene la fuerza moral, ética y cívica para consolidar el afianzamiento que la vida, en todas sus manifestaciones, pues se necesita a fin de sacudir el enrocado egoísmo que tanto perjuicio genera en los acomodos de toda praxis política.

Es así como la teoría política interpreta la incidencia de tales inconveniencias. Sobre todo, cuando recorren los caminos andados por los problemas arriba aludidos. De ahí deduce que: a falta de solidaridad, surge la indiferencia.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: (Des)organización, crisis y colapso

 

Antonio José Monagas
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/a-falta-de-solidaridad-surge-la-indiferencia/

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