Algunas personas ciegas desde muy jóvenes han logrado hazañas sorprendentes como montar en bicicleta o jugar al baloncesto, utilizando una habilidad que parece sacada de un cómic: la ecolocalización humana. Esta técnica consiste en emitir chasquidos con la lengua y escuchar los ecos que rebotan en los objetos, permitiendo así “ver” el entorno a través del sonido.
Pero ¿es esta capacidad exclusiva de quienes han perdido la visión? Un reciente estudio publicado en Cerebral Cortex sugiere que no.
Investigadores de las universidades de Durham y York en el Reino Unido han demostrado que tanto personas ciegas como videntes pueden aprender a ecolocalizar en tan solo 10 semanas.
“Existe una fuerte tradición de considerar que el cerebro ciego es diferente, que es necesario haber pasado por esa pérdida sensorial para tener esa neuroplasticidad”, afirmó Lore Thaler, neurocientífica de la Universidad de Durham (Inglaterra) a Scientific American.
Específicamente, Thaler codirigió en 2021 un estudio que reveló que tanto personas ciegas como videntes podían adquirir la habilidad de ecolocalización. Ahora, en su investigación más reciente, Thaler y su equipo analizaron los cambios cerebrales asociados a esta capacidad.
El equipo, bajo la dirección de Thaler, entrenó a 12 participantes ciegos y 14 videntes durante sesiones de dos o tres horas, dos veces a la semana. El programa comenzó con ejercicios para producir chasquidos precisos con la boca y avanzó hacia tareas más complejas, como evaluar el tamaño y la orientación de objetos y recorrer laberintos virtuales usando clics y ecos simulados.
Activación en la corteza visual
Los resultados de los escáneres cerebrales tomados antes y después del entrenamiento revelaron cambios sorprendentes. Tanto los participantes ciegos como los videntes mostraron activación en la corteza visual —usualmente reservada para el procesamiento de imágenes— en respuesta a los ecos, lo que contradice la idea de que esta área del cerebro está destinada exclusivamente a la visión.
Además, los estudios evidenciaron un aumento de la densidad de materia gris en áreas auditivas, una adaptación que refuerza la capacidad para interpretar los sonidos ambientales.
La investigación desafía así la creencia de que el cerebro humano necesita haber experimentado una pérdida sensorial para desarrollar esta flexibilidad o “neuroplasticidad”.
“No estábamos seguros de si veríamos este efecto en personas videntes, así que fue un hallazgo fascinante”, aseguró Thaler.
Este tipo de plasticidad cerebral en respuesta a un entrenamiento breve demuestra que, con la guía adecuada, la ecolocalización puede convertirse en una herramienta sensorial poderosa, mejorando la independencia y la capacidad de exploración de personas con discapacidad visual.
En ese sentido, la investigación no solo aporta conocimientos fascinantes sobre la neuroplasticidad, sino que también tiene implicaciones prácticas. Tres meses después del estudio inicial en 2021, una encuesta de seguimiento mostró que el 83 por ciento de los participantes ciegos que aprendieron a ecolocalizar reportaron una mejora en su independencia y bienestar.
El equipo de investigación está ahora enfocado en difundir este entrenamiento de manera más amplia. Si cualquiera puede aprender a “ver” con el sonido en solo 10 semanas, las posibilidades para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad visual son inmensas. Y quién sabe, tal vez en el futuro, la ecolocalización se convierta en una habilidad común que todos podamos utilizar para explorar el mundo de formas nuevas y emocionantes.
DW
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